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2. Panorama internacional

Foto de Sonia Dauer vía Unsplash

A un año de la invasión rusa a Ucrania

 
Edme Dominguez Reyes

Escuela de Estudios Globales, Universidad de Gotemburgo, Suecia

 

 

 

Un gigante con pies de barro

A un año de la invasión rusa a Ucrania podemos constatar que no solo el desastre humano y material ha sido inmenso, sino que una nueva guerra fría se ha instalado en el mundo. Guerra fría, armamentismo, desconfianza, inseguridad a nivel mundial y el reto a las viejas hegemonías. El porqué de esta agresión ha sido debatido enormemente aunque yo me inclinaría a explicarlo como el resultado del fracaso de la conversión o transición a la democracia por parte de Rusia en la década de los 90. Y este fracaso se debió, entre otras razones a la falta de apoyo occidental o más bien a un apoyo contraproducente en forma de shocks económicos, acordes a las recetas neoliberales de aquella época,  que solo cimentaron la desigualdad económica, la corrupción, la violencia y todas las precondiciones para una vuelta a la autocracia. Y estas precondiciones fueron hábilmente utilizadas por Putin, quien, moldeando la recuperación económica y el ingreso a la globalización a sus intereses, logró convertirse en el líder indiscutible, el salvador garante de la seguridad, pero sobre todo de una recuperación del estatus de superpotencia que le fue robado a raíz de la disolución de la Unión Soviética.

Para lograr esta recuperación y el ser tomado en serio por las superpotencias, Putin tenía que demostrar que el occidente, la OTAN, la Unión Europea (UE), se fortalecen a expensas de la seguridad rusa, seguridad que se veía amenazada no solo por la expansión de la OTAN sino por la expansión de modelos democráticos que había que evitar a toda costa que contaminaran a Rusia.

Putin sabía que esta operación implicaba ciertos riesgos, pero nunca se imaginó que la reacción de las potencias occidentales sería tan severa y sobre todo que la resistencia ucraniana sería tan poderosa. Así como tampoco se imaginó que su ofensiva sería tan desastrosa, que sus propias fuerzas, el ejército ruso, sería un gigante con pies de barro.

Los costos humanos y materiales de un conflicto absurdo

A un año de iniciada la contienda con su violencia, destrucción de infraestructura y pérdidas humanas, las consecuencias han sido dramáticas. Las bajas militares, según diferentes fuentes, pasan de 200,000 del lado ruso mientras que del lado ucraniano estas son alrededor de 120,000 y entre 8 y 30,000 civiles,  de acuerdo con fuentes occidentales, sobre todo norteamericanas y británicas[1]. Por su parte, los migrantes del lado ucraniano esparcidos en Europa superaban ya los 8 millones para marzo de este año, de acuerdo a la fuente oficial de Naciones Unidas (ACNUR, Operational Data portal).

Pero del lado ruso los exiliados ya rebasan los 900,000 según cifras recientes. Entre estos se encuentran los que se han exiliado para evitar la prisión por la falta de libertad de prensa y de expresión, dada la represión redoblada a toda crítica a raíz de la invasión. A esto siguió una segunda ola de clase media profesional o clase media alta, huyendo de las consecuencias de las sanciones y por último la tercera ola de migración la integraron cientos de miles de adultos jóvenes susceptibles de reclutamiento tras la movilización lanzada por el gobierno ruso el 21 de septiembre de 2022[2]. Esto naturalmente traerá serias consecuencias a Rusia dada la alta preparación de muchos de estos migrantes y su juventud en un país con bajas tasas de natalidad y una población envejecida (BBC News, 2023 y El Economista, 2022).

Si para Rusia las consecuencias sociales y materiales están siendo considerables, ¿qué se puede decir de Ucrania, el país agredido? A nivel de viviendas las pérdidas son estimadas en 54 billones de dólares, hasta diciembre de 2022. A eso se suman 35 billones de dólares en destrucción de infraestructura. Las pérdidas totales de infraestructura física se estiman en 138 billones de dólares (Statista, febrero 2023). Pero además, a nivel económico se calculaba que la economía ucraniana sufriría un descenso de su PNB del 35% durante 2022 (ibid). Las cifras oficiales del gobierno ucraniano dan un 30.4% (Ministry of Economy, Government of Ukraine 2023). Esto ha afectado todas las ramas de su economía, basada en comercio, agricultura, explotación de bosques y pesca. Como se recordará, sus puertos de exportación de granos en el Mar Negro fueron bloqueados por Rusia, lo que estaba afectando de manera seria el mercado de grano mundial  en la primavera y verano del 2022 y el abastecimiento a países del norte y sur de África. Gracias a la mediación turca y de Naciones Unidas, Rusia accedió a desbloquear estas exportaciones el verano del 2022. Este acuerdo ha sido extendido un par de veces y actualmente es válido hasta mayo de este año (NPR, marzo 18, 2023). Es de hacer notar que una de las razones por las que el gobierno ruso aceptó este desbloqueo fue para mejorar su imagen frente a los países árabes y africanos que estaban siendo afectados y a los que Moscú trata de seducir con visitas de alto nivel y promesas de ayuda económica, como veremos más adelante.

Una de las más dramáticas consecuencias de esta guerra ha sido el secuestro de niños ucranianos que han sido llevados a territorio ruso. Las estimaciones de los niños secuestrados por autoridades rusas varían entre los 16,000 y los 300,000 (Wikipedia y The Guardian, marzo 18, 2023). Estos niños han sido sustraídos de orfanatos, de hogares donde los padres han sido arrestados o ejecutados o de campos de verano. El gobierno ruso ha dispuesto que esto niños sean reeducados y/o adoptados para convertirlos en ciudadanos rusos y borrar sus orígenes ucranianos lo que equivale, en términos de la Corte Internacional de Justicia en la Haya, a un genocidio. De ahí que se hayan girado órdenes de arresto y captura contra Vladimir Putin y su comisionada para los derechos de los niños, Maria Lvova-Belova. A decir de varios expertos es más fácil probar estos cargos que los de atrocidades cometidas por las tropas rusas en territorio ucraniano, mismas que siguen siendo documentadas día a día.

¿Sanciones efectivas o burladas?

¿Cuáles han sido las consecuencias de las sanciones impuestas sobre todo por Europa y Estados Unidos a Rusia a raíz de su invasión a Ucrania? Aquí la discusión varía. Para algunos observadores, éstas no han hecho gran mella en la situación económica rusa mientras que para otros si han afectado esta situación e influido tanto en el éxodo ruso ya mencionado como en la premura rusa de buscar apoyos y alianzas fuera de Europa, sobre todo en África y en China, como veremos más abajo.

Las sanciones, en contraste a las aplicadas a raíz de la ocupación rusa de Crimea en 2014, sí han sido de envergadura. Las más serias fueron los cortes a la compra de gas y petróleo rusos de los que la UE era dependiente. Sin embargo esto no fue inmediato, por razones obvias. De hecho la subida de los precios de petróleo y gas a raíz del anuncio de estos cortes,  facilitaron más recursos a Rusia para financiar su agresión. Y como ya se sabe, Rusia buscó clientes alternativos y los encontró en sus viejos socios de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ya que tanto China como India aumentaron sus compras de petróleo pero a precios más rebajados que los pagados anteriormente por la Unión Europea. Y en el caso de la India, parte de este petróleo ruso importado está siendo refinado para exportarlo a Europa (Ranja Sengupta, febrero 9, 2023)

Por otra parte está la salida de las empresas occidentales del mercado ruso. Si bien se dice que más de 1000 de estas empresas han dejado Rusia, un reciente reporte documenta que solo 9% de las 1404 empresas de la UE o del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos) lo han hecho efectivamente. De ellas la mayoría es estadunidense aunque solo el 18% de las empresas norteamericanas han salido definitivamente (CNBC, enero 2023). Sin embargo las sanciones sí parecen haber afectado a las industrias rusas de todo tipo: aeronáutica, transporte, agricultura e incluso fabricación de armas por la falta de componentes industriales que antes importaban de países occidentales. Durante 2022, se calcula que el PIB (Producto Interno Bruto) se contrajo entre un 2.2% y un 3.9%,  y la inflación rondó el 14%, de acuerdo a cifras del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (Consejo de la Unión Europea, 17 marzo 2023) .

El problema es que las sanciones a Rusia también han tenido serias repercusiones en la economías occidentales, sobre todo en las europeas.  La alta dependencia que se tenía del abastecimiento ruso de petróleo y gas representó enormes retos para reemplazar estas fuentes energéticas lo que repercutió en el alza de los precios de hidrocarburos y de la electricidad dentro de casi todos los países europeos. Esto a su vez echó a andar una espiral inflacionaria como no se veía en varias décadas, que aunque en promedio no pasa del 10 % a nivel europeo, sí está afectando a muchos grupos de bajos ingresos, incluso en países aparentemente ricos como en Suecia donde el aumento de consumo alimenticio en las escuelas (donde se brindan almuerzos gratis a los alumnos) refleja los problemas de muchas familias para satisfacer sus necesidades básicas.

Estos problemas económicos no han hecho sino llevar más agua al molino de los grupos de extrema derecha cuya influencia política ha aumentado por doquier en los países europeos, incluso en aquellos países con una tradición socialdemócrata fuerte como es el caso de Suecia y Finlandia.

 

Más militarismo en Europa, nuevos candidatos a la OTAN

Se considera que uno de los efectos positivos de esta guerra ha sido la unidad europea creada en contra de Rusia, cuya propaganda y retórica parecen haber perdido la batalla en la mayor parte de Europa. Sin embargo, el apoyo a las sanciones a Rusia y a los envíos de armamento a Ucrania sigue siendo cuestionado por una serie de grupos de opinión que ya alcanzan a un tercio del electorado en países como Italia o Francia.

Por un lado la unidad europea en contra de Rusia se ha fortalecido por las noticias de las masacres y otras barbaridades perpetradas por las tropas rusas de ocupación. Un caso en particular ha sido el secuestro de niños ucranianos ya anotados anteriormente. Estas acciones han legitimado un mayor apoyo a Ucrania a nivel de ayuda económica y armamento aunque esto último sigue causando diferencias como en el caso de los tanques Leopard a principios de este año. Aunque Alemania accedió finalmente a facilitar estos tanques y a que los países que los tenían los cedieron a Ucrania, ésta no fue una decisión fácil dada la tradición anti-armamentista en Alemania y sobre todo el temor a la escalada del conflicto. Por otro lado, las diferencias que dividen a los  países europeos siguen vigentes, por ejemplo en el tema de las políticas migratorias. La cumbre de los países miembros de la UE, celebrada entre el 9 y 10 de febrero pasado apuntó hacia un endurecimiento de estas políticas cediendo a las presiones del llamado grupo duro liderado por Austria y Grecia y que incluye a Dinamarca, Eslovaquia, Letonia y Lituania que piden mayores apoyos para reforzar el control de la frontera común. Aunque la Comisión Europea se resiste a invertir dinero en la construcción de muros o vallas de alambre sí se decidió a destinar más fondos a la vigilancia y obras de infraestructura para hacer más difícil el paso ilegal de migrantes. Esto, por otro lado, repercute en la pérdida de confianza y tensiones entre la UE y los países del sur global, en particular los africanos y de Medio Oriente/norte de África.

Lo que  la agresión rusa sí ha fortalecido es la unidad en torno a la OTAN y el incremento de los presupuestos militares. Estos últimos han aumentado de manera general. El caso de Polonia que espera destinar hasta el 4% de su PNB a la defensa a corto plazo, es significativo pero incluso Suecia ha decidido doblar su presupuesto de defensa de 1,2% del PNB a 2% durante el próximo año. Además, como ya hemos relatado en artículos previos, Suecia y Finlandia optaron rápidamente por pedir su adhesión a la OTAN, lo que significó un cambio radical en las posiciones de estos países. Finlandia había dado su nombre al vocablo ‘finlandización’, una suerte de neutralidad frente al entonces bloque soviético y al bloque occidental para no provocar tensiones con su vecino inmediato con el que lo une 1340 km de frontera común. La agresión rusa cambió radicalmente la posición finlandesa que decidió curarse en salud y entrar al bloque militar occidental. En el caso de Suecia, la política de neutralidad tradicional que tan buenos resultados le había dado durante dos guerras mundiales y la guerra fría, fue también abandonada rápidamente a raíz del shock que representó la agresión rusa. De la noche a la mañana, la opinión de la mayoría de la población sueca, independientemente de su afiliación política, aprobó un ingreso a la OTAN. Aquí es interesante hacer notar lo que una política de temor puede lograr. Pese a que la posibilidad de una agresión rusa directa a estos países es más bien remota, aún teniendo en cuenta su cercanía geográfica a Rusia, el síndrome del pánico cambió radicalmente el sentimiento popular que vio en la OTAN la única garantía a su seguridad.

El problema de estas adhesiones ha sido algo que no se esperaba, la oposición de dos de los miembros de esta alianza militar, los más autoritarios: Turquía y, en menor medida, Hungría. Esto ha cuestionado la unidad de la OTAN y ha hecho visible el espacio que tienen sus miembros para cuestionar las posiciones de este bloque militar. Es claro que esta oposición tiene que ver con el juego político al interior de estos países y las ganancias que sus regímenes pretenden obtener con sus objeciones: en el caso de Turquía, el desbloqueo a su politica de adquisición de armas por parte de Suecia y de Estados Unidos, además de la recuperación de opositores al régimen, asilados en estos países nórdicos y cierto poder de negociación frente a Putin. En el caso húngaro, las razones de sus objeciones son menos claras pero al parecer tienen que ver con las críticas desde Finlandia y Suecia a las políticas autoritarias del gobierno presidido por Orban. En todo caso, en días pasados el parlamento húngaro y poco después el turco le dieron su visto bueno al ingreso de Finlandia, pero no al de Suecia. Esta última, con su nuevo gobierno conservador, ha hecho numerosas concesiones a Turquía tanto a nivel de desbloqueo en la venta de armas como en la deportación de algunos pocos disidentes turcos, lo que ha causado una gran protesta popular en Suecia (donde viven miles de refugiados políticos kurdos-turcos), que se preciaba de su generosa política de asilo, misma que está siendo desmantelada. Pero estas concesiones no han sido suficientes para satisfacer al presidente turco Erdogan, quien pese a las numerosas presiones de otros miembros de la OTAN, sigue bloqueando la entrada de Suecia. 

Notas:

[1] Ver fuentes de estimaciones en la lista de referencias.

[2] Ibid.

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