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1. MEXICO ANTE LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL Y TRUMP
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¿Crisis migratoria y guerra comercial entre Estados Unidos y México?

 
Carlos Heredia Zubieta

Profesor asociado, División de Estudios Internacionales.

Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)

Donald Trump está por iniciar su campaña a la reelección como presidente en noviembre de 2020 y una vez más toma a México como su piñata.  Su nueva extorsión a nuestro país recién inicia: de no parar el flujo de migrantes centroamericanos a través de territorio mexicano hacia suelo estadounidense, el inquilino de la Casa Blanca impondrá unilateralmente aranceles crecientes a los productos mexicanos.

El viernes 7 de junio se abrió un compás de espera de 45 días, para que el propio Trump decida si hemos cumplido provisionalmente con las condiciones impuestas por el chantaje.  De cualquier manera, el hombre es insaciable, y como no paga costo electoral alguno por extorsionar a México, en cualquier caso mantendrá la espada de Damocles sobre nuestra cabeza.  

Además de ser una práctica política y diplomática deleznable, estas amenazas se sostienen sobre al menos tres mentiras:

1. La primera mentira es que exista una crisis fronteriza en que los migrantes representen una amenaza a la seguridad nacional de EUA.  Aun cuando los números de detenciones de migrantes centroamericanos en su frontera con México se han incrementado dramáticamente, hasta llegar a 144,000 en mayo del presente año, ni hoy ni ayer la frontera estadounidense ha estado en crisis.  Trump manufactura una ‘crisis’ para después él aparecer como quien la ‘resuelve’ pasándole la factura a México.  De hecho, las ciudades mayores de 500,000 habitantes que se encuentran entre las más seguras de la Unión Americana, están localizadas… precisamente en los estados fronterizos con México.  San Diego, CA; El Paso, TX; San Antonio, TX; y Austin, TX presentan índices de seguridad mucho mejores que muchas ciudades estadounidenses. En realidad, la economía del vecino país del norte sufre por escasez de trabajadores en amplias franjas de su territorio.

EUA no enfrenta una crisis migratoria, y menos aún una crisis de seguridad.  Lo que sí existe es una crisis humanitaria y una bancarrota del sistema de asilo estadounidense, crisis generada por… adivinó usted, el mismísimo Donald Trump.  Él no ha hecho grandes cambios a la legislación migratoria o de refugio, sino que ha modificado la forma de hacer cumplir dichas leyes: separación de niños y niñas de sus padres, envío a México de los solicitantes cuyos casos se están procesando en cortes estadounidenses, escasez de jueces que puedan hacer más expedito el procesamiento de dichos casos, entre otros datos.

En vez de componer y reforzar el sistema de gestión migratoria y de asilo estadounidense, Trump le apuesta al despliegue de fuerzas militares como ‘varita mágica’.  En el pasado, ha llegado incluso a ofrecer tropas estadounidenses a México supuestamente para contener la ola migratoria, y en estos días ha estado presionando a Guatemala para que acepte el envío de funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de EUA al país chapín para externalizar la frontera EUA-México hacia la margen sur del río Suchiate.  Si en la escuela aprendimos que dicha línea se trazaba de Tijuana-San Diego hasta Matamoros-Brownsville, hoy sabemos que su trazo se desplazó más de 2,000 km hacia el sur, y que además el nodo de control de la migración estadounidense es, en los hechos, el istmo de Tehuantepec.  Trump ha preferido tomar la vía corta infringiendo él mismo la propia legislación estadounidense.  La ley estadounidense estipula que los solicitantes de asilo en EUA deben permanecer en territorio estadounidense para mantener el contacto con sus abogados.  Hoy los solicitantes son enviados a México, cuyas ciudades fronterizas del norte -en contraste extremo con las estadounidenses- presentan muy elevados índices de inseguridad, de ‘Tijuana a Ciudad Juárez, de Ciudad Juárez a Laredo, de Laredo a Matamoros, sin olvidar a Reynosa’ como dice la canción ‘Chulas fronteras’.

2. La segunda mentira de Trump es que Estados Unidos sea ajeno al éxodo centroamericano y a su incremento en meses recientes.  Precisamente lo que ha hecho EUA en las últimas décadas ha impulsado el flujo de migrantes y solicitantes de asilo hacia el Norte. Primero llenó el istmo de armas que Ronald Reagan dio a los ‘Contras’ nicaragüenses para combatir a los sandinistas, a los gobiernos salvadoreños controlados por los militares para combatir a los insurgentes del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional FMLN y a los gobiernos guatemaltecos para masacrar a indígenas en el altiplano.  Esa inundación de armas agudizó un problema que hoy se ha multiplicado: es más fácil conseguir armas para matar que contar con fuentes de agua limpia accesibles a la mayoría de la población. Asimismo, EUA ha apoyado un sistema económico depredador de los recursos naturales, caracterizado, entre otras actividades, por la minería extractiva y que beneficia a sólo un pequeño puñado de personas de la oligarquía y a sus socios internacionales.  Incluso cuando Trump ha planteado que el gobierno hondureño de Juan Orlando Hernández se roba la ayuda estadounidense y que la oligarquía local sigue sin pagar impuestos ni responder por la corrupción, al final Washington le apuesta por apoyar a los ultra-ricos y no permitir la llegada de gobiernos que pudiesen tener una estrategia no controlada por Washington, como en el caso del golpe contra Mel Zelaya en 2011 y la reelección fraudulenta de Juan Orlando Hernández en 2017.   

Como lo ha dicho el muy destacado periodista salvadoreño Oscar Martínez (www.elfaro.net), los centenares de miles de centroamericanos que tratan de llegar a territorio estadounidense ya no migran, sino que huyen, intentando escapar de la violencia sistémica en el istmo caracterizada por el sistema económico depredador, la violencia de maras y pandillas, el fraude político de gobernantes que han secuestrado al Estado nacional para usarlo exclusivamente en su enriquecimiento personal y de grupo, y los efectos devastadores de una crisis ambiental en el llamado corredor seco centroamericano donde ha cambiado el régimen de lluvias y la subsistencia alimentaria está en elevado riesgo.

Pero volvamos ahora al tema inicial de migración y comercio con México. 

3. La tercera mentira de Trump consiste en plantear que México ha estado abusando de Estados Unidos y que, por lo tanto, Washington debe imponer aranceles a las importaciones de productos mexicanos.  Como lo ha hecho notar el periodista canadiense David Agren @el_reportero, es curioso que un país que tomó para sí la mitad del territorio de su vecino hacia el sur diga que el país despojado está abusando de quien le arrebató su tierra.  Vaya paradoja.  Pues bien, ahora Trump responsabiliza a México de lo que ocurre en Centroamérica y amenaza con imponerle aranceles.  Por si faltara algo más, para ello Trump invoca la Ley de Poderes Económicos para Emergencias Internacionales (IEEPA) que Estados Unidos solo ha aplicado para lidiar con amenazas extraordinarias originadas afuera de su territorio contra la seguridad nacional, la política exterior o la economía. Esta legislación se ha aplicado únicamente en contra de países que Washington ha considerado sus enemigos en determinado momento, como Corea del Norte, Irán, Iraq, Libia, Sudán. Ahora Trump se la aplica a México, que a más de ser su vecino es su socio comercial en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y aliado estratégico.  La invocación de esta ley es una señal terrible: se la aplico al país con quien tengo vigente el TLCAN y estoy en proceso de ratificación de su versión actualizada, el Tratado Estados Unidos – México – Canadá conocido respectivamente por sus siglas USMCA en inglés o T-MEC en español. 

Trump ha dicho muchas mentiras y ha hecho muchas barbaridades, pero con esta se rebasó a sí mismo. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se ha opuesto contundentemente a esta manipulación política para fines electorales personales del inquilino de la Casa Blanca.  ¿Quién abusa de quién? Pelosi ha señalado: ‘Esta no es la manera de tratar a un amigo, no es la manera de abordar la inmigración, no es la manera de solucionar las necesidades humanitarias en la frontera’.  Añade Pelosi: ‘al aplicar tramposamente esta ley, Trump envía el mensaje de que considera a México un enemigo’. 

Ante el ultimátum de Trump, el gobierno mexicano decidió enviar una delegación a Washington, encabezada por el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, con el propósito de desactivar la bomba arancelaria.  Quedó claro desde un principio que no se trataba de una negociación arancelaria, sino política.  Trump se puso en su papel de pirómano chantajista: ‘si no haces lo que yo te digo, te incendio tu casa’.  Además de la oposición de legisladores demócratas, también un contingente importante de legisladores republicanos y de directivos de los grandes ‘lobbies’ empresariales vinculados a las grandes asociaciones empresariales y exportadoras (el poder económico, en un renglón) como la Cámara de Comercio de los Estados Unidos de América y la Asociación Nacional de Manufactureros, se opusieron al chantaje trumpista y preparaban ya un recurso jurídico ante las cortes estadounidenses para detener el desaguisado. 

No se resolvió el choque con Trump, la espada de Damocles sigue sobre la cabeza de México. 
El resultado fue comprar tiempo, 45 días para ser preciso.  

Por lo tanto, no necesariamente era un hecho que Trump se saldría con la suya en imponer los aranceles contra productos mexicanos, pero el temor fundado llevó al gobierno mexicano a responder de inmediato con el envío de dicha delegación. No se resolvió el choque con Trump, la espada de Damocles sigue sobre la cabeza de México. El resultado fue comprar tiempo, 45 días para ser preciso.  

El gobierno ya tenía listo un Plan B para responder a la imposición de aranceles de manera ‘quirúrgica’, apuntando exclusivamente a establecer aranceles a productos estadounidenses originados en distritos electorales con fuerte apoyo a Trump, y sin que esta medida afectara a consumidores mexicanos. No llegamos a ese punto, pero se abrió un compás de espera cuyo desenlace a mí me parece bastante previsible: un día nos amaneceremos con que Trump dirá por enésima ocasión que México no está haciendo lo suficiente para detener el flujo de migrantes centroamericanos y por lo tanto entrarán en vigor lo aranceles de 5% a los productos mexicanos.  

Trump es insaciable.  No se puede aspirar a darle gusto, porque le das la mano y te toma el pie.  No hay una crisis de seguridad en la frontera estadounidense, ni hay una guerra comercial entre nuestros dos países, pero vaya que el presidente 45 de Estados Unidos está resultando una pesadilla para México.  La respuesta mexicana ha fijado varios precedentes delicados:

a) ¿Una respuesta militar a un conflicto social? Trump ha logrado que México anuncie la militarización de su frontera con Guatemala.  El anuncio de que se enviarán 6,000 efectivos de la Guardia Nacional (aún no formalmente integrada, señala el experto @ahope71) en este caso, soldados, marinos y policías federales para lidiar con los flujos migrantes es una señal ominosa a los centroamericanos. Menos de tres semanas después de presentado el texto del Plan de Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la estrategia de desarrollo se topa con una nueva edición de la estrategia de contención-detención-deportación de migrantes.  La pregunta que se plantea automáticamente es: ¿es posible conciliar el enfoque de seguridad nacional en México con el enfoque de cooperación internacional para el desarrollo en Centroamérica? El medio es el mensaje: las imágenes de soldados desplegados en nuestra frontera con Centroamérica dirán mucho más que mil palabras de lenguaje desarrollista.

b) ¿Con qué dinero? En un ambiente de austeridad republicana decretada por el nuevo gobierno a partir del 1 de diciembre de 2018, no se ve de dónde van a salir los recursos presupuestarios para asumir los costos de cumplir compromisos de recibir, alojar, alimentar y eventualmente emplear por tiempo indefinido a decenas o centenares de miles de migrantes y solicitantes de asilo centroamericanos en territorio mexicano.  De Washington no se puede esperar ni un dólar: en el acuerdo con México no se menciona contribución monetaria alguna de Estados Unidos, ni al PDI, ni al plan para contener a los migrantes.  Todavía más: la capacidad institucional y administrativa del gobierno se encuentra gravemente reducida por una austeridad transversal, y quienes saben hacer el trabajo de atención a migrantes son las iglesias y los organismos de la sociedad civil (OSC), con quienes el actual gobierno ha marcado su distancia, prohibiendo expresamente la canalización de fondos públicos hacia ellos.

c) ¿Con qué facultades?  El presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, ha puesto el dedo en la llaga: la Guardia Nacional es una solución contra el crimen organizado, no contra los migrantes.  El político de MORENA se manifestó en contra de que se trafique políticamente contra los migrantes.  A su vez, el senador panista Gustavo Madero ha declarado que no se logró un acuerdo bilateral, sino que se reduce a un sometimiento a las condiciones de Estados Unidos.  “No hay ningún compromiso recíproco, y ni siquiera se establecen mecanismos, indicadores verificables para poder recurrir a un tercero. Totalmente sujeto al humor del gobierno de Estados Unidos. El gobierno de México aceptó vincular dos temas: migración y acuerdos comerciales. Y hoy reconoce implícitamente que nos tendrán que convocar a otro periodo extraordinario de sesiones para considerar a México un tercer país seguro, si Estados Unidos no está satisfecho con la reducción de los indicadores migratorios. “¡Qué grave!”, concluyó el legislador blanquiazul originario del estado de Chihuahua en la frontera México-EUA. 

No se ha escrito la última palabra sobre estos temas, pero podemos estar seguros de que Trump insistirá en sus amagos y ataques al menos hasta el día de las elecciones presidenciales estadounidenses, el 3 de noviembre de 2020.  El panorama luce complicado y exigirá del pueblo y del gobierno mexicano una respuesta fincada en un elemental sentido de dignidad: no dejarnos humillar ni humillar a nadie en el proceso. 

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