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2. Inseguridad, violencia y economía en cuatro estados
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Foto de Grieta.org

Violencia feminicida en Guanajuato: un panorama de sus causas

 
Rocío Rosas Vargas

Profesora de Tiempo Completo, Universidad de Guanajuato

 

 

¿Por qué se incrementaron tanto las muertes violentas de mujeres en el estado de Guanajuato? ¿Qué pasó para que ello ocurriera?

En octubre de 2017, a través de las redes sociales un “nuevo” grupo del crimen organizado publicó un video donde demostraba su fuerza bélica y profería amenazas contra otro: “Cuando quieras, cártel Nueva Generación, aquí los esperamos”, dijeron en ese video. A finales de ese año la violencia más terrible se disparaba en el estado de Guanajuato y con ella los asesinatos de hombres, pero también de mujeres aumentaron enormemente.

Según la revisión hemerográfica que hacemos de forma cotidiana, desde 2016 a marzo del 2022, hemos contabilizado 912 casos de mujeres asesinadas (podrían ser más ya que nosotras solo revisamos los periódicos), algunos de estos casos han sido clasificados como feminicidios, pocos por cierto, de acuerdo con el código penal vigente. La explicación que tenemos es, que a raíz de la irrupción de uno de los cárteles que existen en el estado, estos casos se dispararon. Además, desde 2020 registramos la aparición de las fosas clandestinas, ya mencionadas en la prensa. De 2020 a 2022 se han encontrado al menos 18 fosas clandestinas en Guanajuato en las cuales se encontraron cuerpos de mujeres y hombres.

En diciembre de 2020 en Salvatierra, pueblo mágico del sur del estado de Guanajuato, Karla Quintana, de la Comisión Nacional de Búsqueda, informó sobre una fosa clandestina encontrada en el barrio de San Juan en la cual encontraron 80 cuerpos de mujeres y hombres reportados como desaparecidos. Eso era un secreto a voces, en la ciudad se sabía, pero no se atrevían a decirlo en voz alta, se escuchaban los balazos y los gritos y los hedores llegaban a las casas, pero a la gente que denunciaba los malos olores les decían que era por el rastro municipal cercano al sitio. Pero era la fosa, donde se encontraron incluso evidencias de personas enterradas vivas. Para nadie es un secreto quiénes mandan en el barrio. Tampoco son un secreto las otras fosas clandestinas que existen en el municipio y de las que, oficialmente, no se dice nada.

 

A la violencia que de por sí ya vivían las mujeres en el estado, según las cifras mostradas por la Encuesta Nacional sobre las Relaciones al Interior de los Hogares del INEGI (2016), se le suma una más. Ya que ellas al estar acompañando a los hombres, de cualquiera de los grupos, se encuentran inmersas en la disputa por el territorio que ellos hacen en este estado.

Muchas de las mujeres que encontramos en la revisión de los periódicos son acompañantes de hombres, quienes son el foco central del ataque. Son hijas, esposas, madres, amigas, conocidas de hombres involucrados, de una u otra forma, con grupos delictivos.

Las condiciones sociales del estado y la impunidad permiten este aumento de crímenes contra las mujeres; hacen que no exista un sustento social de la vida de ellas y, en ocasiones, incluso se justifican los asesinatos, por ejemplo: “Por facilota q hacia en un hotel con desconocido si tenia novio” (sic.); “Por andar de puta. Lástima, por una tarde de pasión terminó muerta” (sic.) (son algunos comentarios en las redes sociales).

Concuerdo con Lagarde quien afirma que “cuando se concentran o aumentan las formas de opresión y violencia, las mujeres quedan en vulnerabilidad y, en el extremo, en riesgo de ser asesinadas. La base de los crímenes contra las mujeres radica en esas condiciones de vida” (Lagarde, 2006, p. 28). Las condiciones socioeconómicas en el estado se han tornado más precarias a raíz del aumento de la violencia. No es extraño despertarse por los balazos, no es extraño despertarse por ruidos fuertes, sobre todo si hemos sido testigos de cómo los comandos armados llegan a las casas a derribar puertas buscando gente. No es extraño decir que eso que se escucha son cuetes y no balazos. No es extraño ver en las redes sociales cómo, de manera informal pues los medios son silenciados, nos enteramos de los últimos asesinatos, de las últimas balaceras. A eso súmele el lector o lectora los delitos del fuero común, en ciudades como en Celaya.

Esta situación es un perfecto caldo de cultivo para que la violencia hacia las mujeres aumente -y las muertes violentas de ellas también-, y que además impere la impunidad pues los casos no se investigan cuando hay indicios de estar ligados a esos grupos delictivos.

Para Rita Segato, los feminicidios no son producto únicamente de la misoginia, sino que “... estoy convencida de que la víctima es el desecho del proceso, una pieza descartable, y de que condicionamientos y exigencias extremas para atravesar el umbral de la pertenencia al grupo de pares se encuentra por detrás del enigma de Ciudad Juárez. Quienes dominan la escena son los otros hombres y no la víctima, cuyo papel es ser consumida para satisfacer la demanda del grupo de pares” (Segato, 2013, p. 25). Esta cita la escribió Segato para el caso de Ciudad Juárez, pero se aplica perfectamente para el estado de Guanajuato. María Salguero ha denominado a muchos de los casos de asesinatos  “feminicidios por pertenencia”.

El 18 de septiembre de 2020, en Celaya, Guanajuato, cinco mujeres fueron asesinadas por un comando armado mientras velaban el cuerpo de un joven que había sido asesinado en el mismo lugar unos días antes (La Jornada, 18 de septiembre, 2020). Aquí se observa cómo los cuerpos de las mujeres y de este joven son territorio de las acciones violentas del otro grupo, que pretende demostrar su poder: “El cuerpo inscrito como territorio y su afinidad con el biopoder es la última forma de control y completa la comprensión de la nueva territorialidad” (Segato, 2016, p. 69).

Esta situación en velorios y entierros hace que las familias se apresuren a realizar los ritos funerarios o de plano ya no los hacen para, así, evitar más tragedias. Incluso es un “consejo” de policías a las y los deudos.

En 2013 (Rosas et al) publicamos un artículo donde describimos el contexto de la violencia que relatamos a partir de un proyecto de investigación que inició a finales de 2010. Los resultados nos indican que las jóvenes mujeres del sur del estado a nivel personal enfrentan violencia por parte de sus novios; en el ámbito familiar ellas mencionan que en los hogares hay insultos, golpes, palabras incómodas y/o agresiones hacia las madres. En el ámbito escolar, refieren agresiones de compañeros y compañeras por medio de chismes, insultos y golpes. En el ámbito comunitario, es decir en las calles de sus colonias y comunidades, perciben altos niveles de inseguridad, saben de violaciones y con frecuencia ven peleas. Sumado a lo anterior, en el contexto estatal, con los datos que se presentan las estadísticas oficiales y con lo que hemos encontrado, el estado presenta altos índices delictivos contra las mujeres, además de los asesinatos.

Feminicidios que se investigan sin perspectiva de género

El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública informa sobre diversos delitos contra las mujeres a nivel nacional, estatal y municipal, de enero a abril de 2022. Uno de los datos que presenta son los 100 municipios con delitos por feminicidio, en ellos aparecen cuatro municipios de nuestro estado: Celaya, León, Salvatierra, San José Iturbide y Silao de la Victoria, en los lugares 83, 84, 85, 86 y 87, respectivamente. De acuerdo con los datos que presenta el Secretariado, Guanajuato reportó a marzo de este año solamente 5 feminicidios, lo que lo ubica en el lugar 16 entre las entidades federales del país, pero no olvidemos que estos datos se basan en las carpetas que inicia el ministerio público y ahí se decide si un asesinato de mujer es feminicidio u homicidio culposo o doloso. Sin embargo, cuando se revisan los homicidios de las mujeres, Guanajuato ocupa el ominoso primer lugar, como lo muestra la gráfica siguiente:

El problema es que los asesinatos de mujeres no se investigan con perspectiva de género, ni como presunción de feminicidio, como lo indicó la Suprema Corte de Justicia, en el caso de Mariana Lima Buendía (2015). Si algo parece o se relaciona con grupos criminales, o no se investiga o se puede sugerir a la familia que ya no investiguen más. El proceso de investigación puede tardar años y desgastar a las familias, tanto moral como económicamente.

En este año, en uno de los municipios de Guanajuato, levantaron, justo frente a su casa, a una mujer joven y dos horas después la encontraron muerta, con marcas de tortura. El caso pudo haber pasado como un ajuste de cuentas o eso podríamos haber pensado al leer la nota en el periódico. Pero la joven ya tenía antecedentes de extrema violencia con su pareja, un personaje involucrado en situaciones ilícitas, él le había enviado mensajes de amenazas contra su vida. Pero ¿cómo una joven puede sentir la libertad de denunciar a su agresor cuando éste trabaja en grupos del crimen organizado? En este caso quienes fueron testigos del secuestro comentan que llegaron camionetas extrañas (blindadas, dicen) y la subieron a la fuerza. En esta situación las autoridades les aconsejaron hacer los funerales rápidos, sin invitados y proseguir con la denuncia pues les cobrarían mucho dinero; es un claro feminicidio y el feminicida sigue libre.

La agencia Immigration and Refugge Board of Canada ha solicitado apoyo para sus investigaciones sobre solicitudes de asilo político en aquel país por mujeres que han vivido violencia de género, pero cuyas parejas son integrantes de grupos criminales. Mujeres que han tenido que salir del estado de Guanajuato y aventurarse en un país ajeno, para salvaguardar su vida, porque han vivido situaciones intolerables, como la joven del caso que se describe arriba y que dejó a sus hijos huérfanos. 

Por otro lado, el machismo imperante en la sociedad, que no solo vulnera los derechos de las mujeres, sino que culpa a las mismas mujeres de su muerte. En una sociedad en la que se naturaliza la violencia contra las mujeres, donde se valora menos lo femenino, es lógico que la culpa de los sucesos violentos hacia ellas recaiga en ellas mismas. Arriba transcribimos las opiniones que encontramos en uno de los casos, la mujer es asesinada y la opinión pública la culpa a ella. Lo mismo ocurrió con otro caso, donde en un motel asesinan a una mujer y el asesino dijo que lo hizo porque ella lo robó, entonces se justifica el asesinato por eso.

Las mujeres y niñas asesinadas, dice Marcela Lagarde, tienen “alto grado de inseguridad, vulnerabilidad vital y nula protección social e institucional, en zonas de devastación social donde predominan la inseguridad, el delito, una convivencia marcada por la ilegalidad, los poderes fácticos, el desbordamiento de las instituciones y la ruptura del Estado de derecho” (Lagarde, 2006, p. 23)

Mujeres muy jóvenes, casi niñas, que no tienen oportunidades ni acceso a un empleo remunerado pueden, al igual que los hombres, entrar a esos grupos delictivos y dedicarse a la venta de sustancias ilícitas, además de consumirlas. Adicionalmente, responderán con su cuerpo si las ganancias no se presentan o si no pagan lo que deben. Una joven del sur del estado se drogaba continuamente con crystal, tenía dos hijos. Un día desapareció, junto con otra de sus amigas, y tiempo después les arrojaron a la puerta de la casa de sus familiares una bolsa que contenía los restos de la joven; el caso sigue impune.

 

De los datos que tenemos (de 2020 a mayo de 2022) sobre asesinatos de mujeres en el estado de Guanajuato, 61.3% fueron cometidos en el corredor industrial (Celaya, Salamanca, León, Silao e Irapuato), en una zona donde se supone que económicamente tiene mayores ventajas, donde hay más empleo que en otras regiones del estado, donde hay mayor acceso a la educación y, donde según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2014), el índice de desarrollo humano es más alto. Es esa misma zona donde también hay enfrentamientos y se disputan el territorio los grupos delictivos, es donde se encuentran dos de las ciudades más violentas del mundo: Celaya e Irapuato.

 

¿Qué hacen las mujeres que viven cotidianamente violencia, que además se pueden encontrar en situaciones de máxima fragilidad para su vida? ¿a quiénes recurren para hacer denuncias si su pareja que las golpea es integrante de algún grupo? ¿al jefe de la plaza, a la policía? La situación es enormemente compleja y, por lo menos en el sur del estado, no existe un albergue al que pudieran acudir. Tampoco tienen la información necesaria de quiénes las podrían ayudar. Incluso, me atrevo a decir que las instituciones no tienen planes ni programas de apoyo a mujeres en esta situación o de apoyo a los hijos e hijas que se han quedado sin sus madres porque las han asesinado (en enfrentamientos, por error, porque eran madres, hijas, esposas, parejas de alguien, o porque sus parejas se encargaron de hacerlo).¿Qué futuro le espera a las niñas y los niños que han visto esta y otras situaciones violentas? ¿Qué futuro le espera a Guanajuato si no se corrige esta situación?

Actualmente se encuentra una solicitud de alerta de género para el estado. En el mejor de los casos, se está haciendo lo que no se ha hecho antes o puede ser simulación y se están instaurando consejos de prevención de la violencia hacia las mujeres. Esperamos que den resultados y trabajen de manera responsable y colaborativa. Se requieren esfuerzos colectivos para que la violencia baje en el estado, para que la violencia feminicida no presente estos índices tan altos, se requiere trabajo en las políticas públicas, pero además en eliminar la cultura machista que permea instituciones que deberían trabajar a favor de las mujeres y de las niñas.

 

Bibliografía

García, C. (18 de septiembre, 2020). Guanajuato: 159 cuerpos hallados en fosas clandestinas desde mayo. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/2020/09/18/estados/021n1est

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. (2016). Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh).  https://www.inegi.org.mx/programas/endireh/2016/

Lagarde, M. (2006). Presentación. En D. E. Russell, R. A. Harmes (Eds.), Feminicidio: una perspectiva global. UNAM.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2014). Índice de Desarrollo Humano Municipal en México: una nueva metodología. https://www.mx.undp.org/content/mexico/es/home/library/poverty/idh-municipal-en-mexico--nueva-metodologia.html

Rosas, R., Valdés A. y Hurtado, T. (2013). El contexto sí importa. Violencia de género hacia las estudiantes en escuelas secundarias y preparatorias en Guanajuato. La Manzana de la Discordia. 8 (2). 17-30.

Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. (2022). Información sobre Violencia hacia las mujeres, Incidencia Delictiva y llamadas de Emergencia 911.

https://drive.google.com/file/d/1wTFCGwemy37XQCMbOzDMP0xjcBjqnKla/view

Segato, R. (2013). La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Tinta Limón.

Segato, R. (2016). La guerra contra las mujeres. Traficantes de sueños.

Suprema Corte de Justicia de la Nación (2015). Sentencia sobre el caso de Mariana Lima Buendía. https://www.scjn.gob.mx/sites/default/files/igualdad/sentencias/documento/2017-08/PENAL%2011%20%28NACIONAL%29.pdf

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