
No se trata
solo de migrantes: se trata de nuestra humanidad
Mensaje de los obispos mexicanos con motivo del acuerdo entre México y los Estados Unidos en materia arancelaria y política migratoria
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Tijuana: ¿Cómo sobrellevan niñas, niños y adolescentes migrantes la espera a la resolución de sus peticiones familiares de asilo?
María José Juárez Becerra
Coordinadora Operativa del Centro Scalabrini de Formación para Migrantes, Casa del Migrante en Tijuana
¿Hasta cuándo van a dejar de perseguirnos?,
migrante hondureño en Casa del Migrante en Tijuana
Con la llegada de la Guardia Nacional a Tijuana, comenzó a tensarse la situación para las personas migrantes y organizaciones prodefensa de sus derechos. En la ciudad era desafortunadamente común que la policía municipal detuviera discrecionalmente a las personas migrantes, sin embargo, con la GN la alerta se había intensificado. No era extraño que durante la plática diaria del reglamento a las personas alojadas en la Casa del Migrante, el personal del albergue indicara algunas recomendaciones para las personas migrantes, enfocadas en garantizar su seguridad y cómo cuidarse entre todos.
Ese espacio se volvía un foro para que las personas migrantes pudieran compartir sus experiencias después de ser detenidas por la policía municipal, cuestionadas por el Instituto Nacional de Migración y/o haber visto elementos de la Guardia Nacional en puntos de paso hacia el albergue. Las recomendaciones eran en realidad bastante generales, ahora no solo se trataba de cuidarse de estafadores, coyotes, narcomenudistas, extorsionadores, sino también de una nueva gama de instituciones públicas tales como la policía municipal y federal y la GN. Al final de la lista, un compañero hondureño soltó la última pregunta “¿Hasta cuándo van a dejar de perseguirnos?” Recientemente el plazo de 90 días que Estados Unidos había impuesto a México para frenar la migración centroamericana a la frontera norte se ha cumplido. Mientras Marcelo Ebrard y el gobierno celebran los supuestos logros, la situación es crítica y frustrante para las personas que esperan sus cortes y la pregunta aún resuena, traspasando las paredes del salón hasta la frontera sur: ¿hasta cuándo?

La espera
"Hacer esperar a los pobres es una herramienta de control
para el poder que les permite vigilar y castigar”
(Auyero, 2013).
El sociólogo Javier Auyero en su ensayo Los pacientes del estado analiza la espera como una herramienta de control, de subordinación de las masas e ilustra que todos hemos esperado en una sala de emergencias o en una oficina de trámites del Estado, pero se ha comprobado que los que menos tienen responden a esperas infinitamente más largas que el resto. Por ejemplo, una persona de la clase media o alta puede optar por pagar un médico privado en lugar de seguir esperando en la sala de urgencias, mientras la clase baja no tiene la posibilidad de elegir.
En el caso de las personas que entran en el marco del Protocolo de Protección a Migrantes de Estados Unidos (MPPs como se les ha llamado recientemente), la situación es crítica. Para dimensionar las condiciones en las que se encuentran en la frontera norte basta con repasar su trayectoria desde la salida/huida de sus comunidades de origen, la mayoría pagando cifras estratosféricas y/o endeudándose de por vida y/o vendiendo todo cuanto poseen por pagar a coyotes que las cruzarán por México y solo las dejarán hasta la frontera norte; hemos observado que el viaje no incluye el cruce a los Estados Unidos. En el caso de Tijuana, o se cruzan como pueden y son detenidas por agentes de la Patrulla Fronteriza o esperan en “la lista” su número para cruzar.
En ambos casos, pasarán en un centro de detención por un promedio de cuatro días, en algunos casos los adolescentes son separados de sus padres/hermanas/os pequeños y no se ven por el resto del tiempo de detención. Las condiciones del encierro, la separación familiar, el hambre, el frío, el maltrato por parte de las autoridades estadounidenses, la desinformación y el miedo tejen recuerdos traumáticos en sus memorias, especialmente de los más pequeños. Después del encierro viene “la cita”: cuatro, cinco, seis, siete meses de espera en la frontera norte donde se registran altos índices de violencia, donde no conocen ni tienen nada ni a nadie. Cruzan la garita hacia Tijuana exponiéndose a lo desconocido, otra vez. También se han observado otros casos que cruzaron por Texas, fueron detenidos en los centros migratorios de dicho estado para después ser reubicados vía aérea en San Diego y ser retornados a Tijuana.
Hay organizaciones de la sociedad civil que están monitoreando el punto de cruce y canalizando a algunos albergues de la ciudad. A las personas se les entrega la FMM, que tiene validez hasta el día de su corte en EUA, no es un permiso de trabajo pero sí les genera una Clave Única de Registro de Población (CURP) temporal. Con eso llegan a los albergues. Es una situación de incertidumbre inimaginable, la ayuda de contención emocional y salud mental es bastante limitada. Algunos casos optan por retornar a su país de origen con sus propios medios, otros deciden esperar.
La espera precariza aún más las condiciones de vida de las personas migrantes a cambio de citas en las que no saben qué va a suceder. Por otro lado, es sumamente complejo pagar un representante legal para su proceso. Es más, los cuestionarios de solicitud de asilo se encuentran disponibles solo en inglés y deben ser respondidos en el mismo idioma. Es un juego bastante perverso. Como señala Auyero, esas esperas no son inocentes, el tiempo invertido en esa espera equivale a tiempo perdido para hacer otras cosas. Por ejemplo, impide a las personas migrantes tomar decisiones: ¿rentar un cuarto? ¿por cuánto tiempo? ¿pl empleador entenderá la situación y dará permiso para faltar los días de las citas? ¿invertir en objetos personales? ¿inscribir a los hijos a la escuela? ¿pedir apoyo a la familia para completar los pasajes para regresar al país? Y así, se pueden postergar muchas decisiones por la incertidumbre de la cita siguiente.

¿Cómo contrarrestar la incertidumbre de la espera?
La Casa del Migrante en Tijuana en sus 32 años de existencia se ha caracterizado por ser un albergue que únicamente alojaba adultos varones. Sin embargo, a raíz del incremento de familias (mayoritariamente monoparentales) ocasionado por la implementación del Protocolo de Protección a Migrantes, el albergue amplió el perfil de la población que podía alojar.
La oficina laboral brindó asesoría y acompañamiento para que las personas tuvieran acceso a un empleo, sin embargo, uno de los principales retos era que los empleadores reconocieran la CURP temporal así como la FMM. Casi todos los casos de MPP consiguieron trabajo en el sector informal. Por otro lado, la oficina legal brindaba asesoría sobre las posibles opciones que tenían para continuar con su procedimiento en EUA o solicitar asilo en México. La oficina de psicología brindaba contención emocional y acompañamiento para pensar en un plan de vida a mediano plazo y tomar una decisión informada. Mientras que la oficina de Trabajo social gestionaba el acceso a servicios de dicha población.
Con la llegada de los niños, niñas y adolescentes, la Casa del Migrante puso en marcha un Programa para niñez no acompañada (NNA). Así mientras los papás o mamás salían a trabajar, los NNA podían permanecer en el albergue tomando clases de matemáticas, español, inglés o historia impartidas por voluntarias con la finalidad de prepararlos para su ingreso a la escuela. Afortunadamente organizaciones como Aldeas Infantiles SOS, UNICEF, Save the Children, World Vision, Psicólogos Sin Fronteras, el Instituto de Cultura de Baja California y voluntarios/as externas se sumaron a la respuesta y apoyaron con talleres lúdicos, artísticos y terapéuticos para fortalecer la capacidad de resiliencia de los niños/as y adolescentes.
Después de vivir aproximadamente mes y medio en el albergue, algunas familias se unieron y rentaron departamentos juntas, otras rentaban algún cuarto preferentemente cercano a la Casa del Migrante. El albergue ofrece a las personas que ya no viven en la Casa la posibilidad de seguir acudiendo a comer y a recibir los servicios de psicología, asesoría legal, servicios educativos, entre otros, de manera gratuita. Además, pueden dejar a sus hijos/as en el albergue para participar en las actividades e ir a la escuela mientras ellos trabajan. Esto ha implicado un gran esfuerzo y organización por parte del personal de Casa del Migrante, no obstante ha rendido muchos frutos y ha impactado positivamente en la vida de las familias centroamericanas.
En el CESFOM se apoyó y acompañó a las familias para que las niñas, niños y adolescentes ingresaran a preescolar, primaria y secundaria en las escuelas cercanas a la Casa del Migrante en Tijuana. En este proceso ninguna autoridad escolar impidió la inscripción de los niños; al contrario, las y los directivos de las escuelas se mostraron en la mejor disposición para inscribir y apoyar a los niños migrantes.

Con la noticia del ingreso a la escuela los ánimos de los NNA y sus familias se estabilizaron.
La educación mostró ser otra vez la mejor herramienta para la resiliencia; la gran mayoría de las familias que inscribieron a sus hijos/as a la escuela están pensando esperar su cita hasta finales de año. En otros casos, las familias, después de su segunda o tercera cita sin recibir una respuesta de las autoridades estadounidenses, han decidido regresar a su país con sus propios medios. Y por último, la minoría ha decidido iniciar el trámite de la solicitud del reconocimiento de la condición de refugiado en México y establecerse en Tijuana.
El acceso a la educación de NNA migrantes y refugiados ha sido una respuesta a la espera, con lo cual se ha reducido el impacto de la precarización de las personas migrantes y refugiadas. Las familias aún están valorando las opciones que tienen, sin embargo, la escuela está resignificando su experiencia migratoria. Las redes que los NNA están comenzando a tejer con la comunidad receptora les han permitido centrarse en vivir su infancia dentro de espacios seguros. Es importante recalcar que los NNA llevaban medio año o un año completo sin estudiar debido al desplazamiento de su comunidad de origen, para los niños y niñas que ingresaron a preescolar, esta es su primera experiencia en la escuela.
El ingreso a clases ha ayudado a los NNA a enfocarse en el día a día y en metas a corto plazo que permite a las NNA a vivir en el momento y a disminuir los niveles de estrés, angustia y tristeza. Por otro lado, a las mamás y papás les ayuda a sobreponerse a la situación que viven actualmente y suman su aliento para que sus hijas/os estudien y no pierdan la oportunidad de potencializar sus habilidades en nuevo país, de igual manera los NNA al compartir sus experiencias cotidianas con su familia en su comunidad de origen ayuda a restaurar el estado emocional de todas y todos.
En medio de la crisis, las familias centroamericanas en Casa del Migrante han apostado por aminorar los efectos de la espera. Los NNA fueron los protagonistas para sensibilizar a sus padres de su deseo y necesidad de continuar con sus estudios.
Aún quedan muchos retos para las personas y familias centroamericanas que esperan sus citas para acudir ante la corte estadounidense. Sin embargo, el equipo de atención directa de la Casa del Migrante ha brindado un gran apoyo a las familias y es además testigo del proceso de cambio por el que han pasado los niños, niñas y adolescentes, y han recordado que las batallas también se pelean desde el lado de la educación, desde el lado donde todos construyen las respuestas que no se encuentran en las salas de entrevistas y entonces todos juntos impiden que la desesperanza y la frustración eclipsen los días en esta frontera.
*Todas las fotos son cortesía de CESFOM