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1. ECONOMÍA MEXICANA FRENTE A RETOS INTERNOS Y EXTERNOS
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Salarios, ocupación y (bajo) crecimiento en un mar de incertidumbres, externas e internas

 
Saúl Escobar Toledo

INAH

Según los Criterios Generales de política económica (en adelante, los Criterios) entregados por la Secretaría de Hacienda el domingo pasado, 8 de septiembre, como parte del paquete económico para 2020, hasta julio de este año el empleo registrado en el IMSS había crecido 1.5% respecto a diciembre del año anterior. La caída fue más severa en agricultura (-10.5%) y el sector  que tuvo mejor desempeño fue el industrial con un aumento de 2.9%, seguido de servicios con 1.7 y comercio con 0.8. Un aumento total de 436 mil empleos registrados en el IMSS. Estas cifras  muestran un debilitamiento de este indicador, pues en 2018 aumentó en 3.4%. Lo anterior se debe al estancamiento de la economía (apenas registró un aumento de 0.2% en el primer semestre).

Sin embargo, también se observó una baja inflación y, lo más importante y hay que subrayarlo, un aumento de los salarios mínimos y contractuales, sobre todo de los primeros y en mucho menor medida de los segundos; un aumento real y por tanto superior al de las últimas décadas.

Así, durante los primeros siete meses del año, el salario medio de cotización al IMSS registró un alza nominal promedio de 6.8% anual (en términos reales, 2.6%). Por su parte, los salarios contractuales de jurisdicción federal tuvieron un incremento similar.

En pocas palabras, a pesar de que la economía no crece, lo han hecho los salarios y el poder de compra de muchos mexicanos. Lo que habíamos visto en los últimos años era un esquema distinto: el producto crecía lentamente, los empleos todavía más, y había una  inflación bajo control, pero con una disminución de los salarios  (mínimos y contractuales).

La diferencia fundamental entre el pasado y el presente parece estar recayendo en la política salarial. Se advierte una orientación distinta en esta materia. El gobierno y, en particular, las autoridades del trabajo ya no están interviniendo para imponer un tope a los salarios.

La diferencia fundamental entre el pasado y el presente parece estar recayendo en la política salarial. Se advierte una orientación distinta en esta materia. El gobierno y, en particular, las autoridades del trabajo ya no están interviniendo para imponer un tope a los salarios.

Repartir mejor el pastel, aunque este no crezca, podría verse como un escenario aceptable. El problema es que esta situación no puede durar mucho tiempo. Si la producción no crece, la oferta de puestos de trabajo se reducirá y ello hará que los salarios se vean presionados hacia abajo. La posibilidad de un repunte de la demanda por el aumento del consumo interno se ve muy complicada ya que el aumento de los ingresos laborales es todavía moderado, como hemos visto. A ello hay que agregar las dificultades que ha habido en el ejercicio del gasto, en particular, las transferencias monetarias de los programas sociales.

Además de una política salarial progresista, un cambio sustancial requiere una política de inversiones públicas cuantiosa. Algo hay de esto en el presupuesto del próximo año debido a que PEMEX y CFE podrán contar con mayores recursos. Sin embargo, una expansión de otras obras de infraestructura que mejoren las comunicaciones no está contemplada.

La demanda externa, la exportación, ha sido el motor de la economía mexicana desde los años noventa a tal punto que el ciclo económico del país se alineó al de Estados Unidos. Sin embargo, el panorama mundial, según diversos analistas, es sombrío. Hace apenas un año, las grandes economías parecían gozar de un período inusual de prosperidad, pero ahora la globalización parece estar al borde de caer en una grieta similar a la que precipitó la crisis financiera de 2008.

El enfrentamiento entre nuestro vecino y la República China, y diversas señales que mostrarían  que el ciclo económico tiende hacia la recesión, están provocando un nerviosismo general. La Europa de la zona euro está registrando un alza del producto de apenas 1%; Alemania, la gran potencia de esta región, contrajo su producción en 0.1%. A ello hay que agregar los problemas del BREXIT.

La palabra más usual para definir la situación es incertidumbre. Analistas, instituciones y empresarios la dicen todo el tiempo. En parte tienen razón, pues no se sabe qué puede pasar con las estrategias proteccionistas de Trump o cuál será la decisión que vayan a tomar los gobernantes del Reino Unido.  Las alarmas también están sonando debido a que la calidad del crecimiento mundial ha sido mala. Los problemas que dieron lugar al derrumbe de hace una década, no se han resuelto y, en cierto sentido, se han agravado. Los instrumentos de política económica están casi agotados (sobre todo en materia de política monetaria) y no se avizoran soluciones nuevas ni en la mente ni en la voluntad de quienes toman las principales decisiones en la conducción de la economía en esas regiones del mundo. 

Esa misma palabra, incertidumbre, se ha aplicado reiteradamente para describir la situación en México. Pero aquí se mezclan con razones de política interna. Según los Criterios,

“Para la segunda parte del año, se espera una disipación gradual en la incertidumbre generada por las dudas en algunos sectores de la sociedad, por el cambio de rumbo y de objetivos en las políticas públicas de la nueva administración. En este sentido, la SHCP y el Poder Ejecutivo en general, está en constante comunicación con los principales agentes económicos; entre ellos, empresarios, inversionistas nacionales y extranjeros, agencias calificadoras y organismos internacionales. En este sentido, el Gobierno de México está llevando a cabo acciones para generar mayor certidumbre, entre las que destaca la negociación exitosa para solucionar las controversias sobre los contratos de los gasoductos”.

Debemos concluir entonces que la incomprensión o la inconformidad con el cambio de rumbo y las metas fijadas por la nueva administración han sido una causa del lento crecimiento observado y, peor aún, pueden ser un serio obstáculo para el futuro.

El frente externo puede convertirse en el problema más difícil de resolver. Las relaciones con Estados Unidos enfrentan diversos problemas conectados desgraciadamente con la campaña por la reelección de Donald Trump. Tenemos en esta agenda principalmente la aprobación del T-MEC (el Acuerdo comercial trilateral), el tema de la migración y las políticas proteccionistas que afectan directamente al país. En el primer caso, nadie puede asegurar que el voto aprobatorio en el Congreso de EUA esté asegurado. O que este se lleve a cabo de inmediato.  Y aunque el tema migratorio no se ha agravado, el hecho de que Trump lo haya ligado a sanciones comerciales lo convierte en un asunto que abona la desconfianza generalizada.

Así que la suma de incertidumbres, internas y externas, puede convertirse en un factor real que impida el desarrollo de México para este y el próximo o próximos años.

La apuesta del gobierno actual: un cambio muy gradual

La conclusión que ha sacado el gobierno de este panorama es que no es el momento propicio para andarse arriesgando a poner en práctica una política más audaz para estimular el crecimiento. De ahí, subrayan, que se requiera mucha responsabilidad, lo que se traduce en ajustes menores al esquema económico que ha vivido el país desde hace casi tres décadas. Incluso, según los Criterios,  hay que apostarle a una mayor integración con Estados Unidos, dada la pelea que está dando con el gigante asiático. Igualmente, sobre todo por razones internas, hay que proponer una política económica cautelosa, lo que quiere decir, un bajo  déficit público, posponer la reforma fiscal y controlar la inflación.

A cambio de estas concesiones, el gobierno espera que lo dejen hacer lo que considera prioritario: ejercer el gasto social mediante la entrega de recursos monetarios a la población para combatir la pobreza y la desigualdad; y tratar de pacificar el territorio nacional, fortaleciendo tanto a los organismos de seguridad como a la Fiscalía General de la República y la Guardia Nacional. Otra pieza fundamental, ahora más explícita, es la recuperación de PEMEX que tendrá más recursos que el año pasado, al igual que la CFE (8.8% y 1.4%). 

La apuesta del gobierno actual consiste entonces en llevar a cabo un cambio muy gradual. La recuperación del liderazgo del Estado para conducir el desarrollo económico tendrá avances casi marginales. Y, con ello, la posibilidad de un incremento del producto más rápido, el cual, en el mejor de los casos, seguirá la pauta histórica de los gobiernos neoliberales. Sin embargo, según los Criterios, el gobierno tiene la expectativa de que, en el futuro cercano y en los próximos años, habrá menos desigualdad, menos pobreza, menos violencia y se habrán sentado las bases para la recuperación de nuestra industria energética.

Esta formulación, si se ajusta a lo que realmente se propone el gobierno de López Obrador, tiene pros y contras. A favor, pudiera decirse que se garantiza la estabilidad política y económica, y se descarta la repetición de episodios ocurridos en el pasado, particularmente en la crisis de 1982 y otras experiencias negativas de la izquierda en América Latina. Cualquier avance, así sea pequeño pero consistente,  en el terreno de la seguridad y la violencia podría verse, igualmente, como un gran logro. Y poner de pie a PEMEX después de tantos años de desmantelamiento sería igualmente otro acierto indudable.

En contra de esta lógica, debería subrayarse que el comportamiento de la economía puede ser demasiado frágil sin un liderazgo fuerte del sector público. La recesión o desaceleración mundial serán más difíciles de asimilar si persiste un aparato estatal fiscal y productivamente débil. De igual manera, las presiones internas, también podrían resistirse  mejor si el gobierno decidiera poner sobre la mesa un plan de recuperación económica que exija a todos los actores productivos, de manera proporcional a su riqueza,  una contribución mayor, bajo la premisa de que se puede y se debe, al mismo tiempo,  crecer y distribuir.

Por lo pronto, esta última posibilidad se ha descartado. Habrá que ver si definitivamente. Los escenarios pueden cambiar más rápido de lo que se piensa. Y entonces tendría que revisarse, necesariamente, la estrategia planteada. Por ello, el debate sobre el rumbo económico del país apenas empieza. Habrá que convocar a toda la sociedad a darle seguimiento.

saulescobar.blogspot.com

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