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PRESENTACIÓN

 

Elio Villaseñor Gómez

Director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo A.C.

“Yo soy mi circunstancia y si no la salvo a ella, no me salvo yo”

José Ortega y Gasset, en Meditaciones del Quijote

 

La cita con la que abrimos esta presentación puede sonar metafórica, pero reviste mucho de la actual realidad del país.

En México, estamos viviendo en estos momentos los efectos más severos de la crisis de la pandemia del coronavirus y sus impactos en lo económico, político, mental y social. A nadie le queda duda de que el Covid-19 marcará un parteaguas y que la vida de todos los ciudadanos no será la misma ni será igual una vez que cese la emergencia sanitaria, pues todo apunta a que dejará una marca imborrable por los daños económicos y de pérdidas humanas.

El panorama es de incertidumbre sobre el futuro y debe obligar a todos a reflexionar y comprender que también es una gran oportunidad para valorar que un simple virus trastocó la normalidad y la cotidianeidad de la sociedad, de que los ciudadanos seguimos al pie todas las medidas sanitarias implementadas y hemos reorganizado nuestras rutinas cotidianas. Sin embargo, flota en nuestro entorno una preocupación legítima, pues no hay un plan claro de cómo vamos salir de esta crisis económica y sanitaria, así como también de la falta de certeza de cómo será nuestra vida y el país después de la pandemia.

En este marco, será muy importante que tengamos claro que el estado de las cosas tal como lo conocimos hasta hace unos pocos meses, ya no es ni será lo mismo, cambiará nuestra normalidad, nuestro país y el mundo se enfrentará a nuevos desafíos para construir los nuevos pilares de nuestra civilización.

En nuestro imaginario, debemos dar cabida a una nueva realidad y entender que nuestro país y la globalización no es solamente el mercado, sino que convergerán otras facetas del quehacer internacional y nacional que surgirán de la actual coyuntura de emergencia y de la post pandemia.

En el caso de México, la exigencia inmediata recae en los gobiernos de los tres niveles, pues deberán actuar y clarificar cuáles serán las variables de qué, quién, cuándo y cómo harán para reactivar el sistema productivo del país, después de que las estrategias de mitigación y de contención derivarán en un impacto demasiado severo en la economía nacional (el promedio del consenso del mercado pronostica una caída del PIB de 7% en este año).

En este contexto, distintos actores tanto gubernamentales, como académicos, empresariales y sociedad civil han planteado distintas iniciativas para enfrentar el momento. Todas ellas encaminadas a construir una vía nacional concertada que permita remontar las condiciones de la desaceleración y la recesión económica.

Las propuestas más destacadas, algunas presentadas al Ejecutivo Federal, son: la impulsada por empresarios y sindicatos que (el 7 de abril) presentaron 5 propuestas para enfrentar la crisis y están enfocadas a apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes); la propuesta de empresarios de Nuevo León (7 de abril) que urgieron a que se formule una política pública enfocada a cero despidos y cierres de empresas; una compensación universal, diferir pagos de impuestos y cuotas al IMSS; los criterios, sugerencias y advertencias expresados en las diferentes mesas de la llamada Conferencia Nacional para la Recuperación Económica (28-30 de abril), que concitó a empresarios, expertos en economía, académicos y formadores de opinión.

Del ámbito de gobierno, no se puede dejar de mencionar la determinación del Banco de México que adoptó una decena de medidas para promover el funcionamiento del sistema financiero por 750 mil millones de pesos.

Además, en el ámbito de la sociedad destacan las valoraciones y diagnósticos de índole política y social como la videoconferencia “Gobernabilidad en México, ante la crisis sanitaria del Covid-19” (del 29 de abril), en la que juristas, politólogos e integrantes de la sociedad civil expresaron su preocupación por las últimas acciones políticas y decisiones en materia económica del titular del Ejecutivo federal en la actual coyuntura de pandemia.

A pesar de todo lo anterior, desgraciadamente el espacio público que respiramos es de la polarización, de la no existencia de diálogo, de filtros ideológicos y de la percepción de que cada actor en la actual coyuntura camina y formula propuestas de manera aislada.

Lo notable es que no estamos creando los puentes necesarios para buscar las grandes coincidencias, sino que cada quien camina de manera paralela y tomando una actitud de resistencia y de confrontación para ver a quién le va mal o someter al contrario. Es una situación grave para todos y para el gobierno en particular. Basta citar, por ejemplo, que la OCDE reveló (el 23 de abril) que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es el único del G-20 que en tiempos pandémicos ha dejado a su suerte a trabajadores y empresarios.

Son partes enfrentadas en un momento crítico que da la impresión de la existencia de dos bandos; sin embargo, es preciso anotar que es una multiplicidad de voces e intereses, lo que apremia a reactivar el diálogo, los entendimientos y los consensos políticos y económicos. En esa pauta, es necesario encontrar una ruta común, que vaya por encima de ideologías o militancias; que nos permitan construir los puentes para aminorar las consecuencias de la crisis económica, política, social y de salud.

Una actitud destructiva y de desgaste entre los distintos actores, en el que se puede afirmar que subsiste el aforismo “ni los vemos ni los escucho”, con resabio a unilateralidad, visión corta y carencia de entendimiento, es un ingrediente que frente a la crisis de la pandemia y sus impactos, puede llevar al país a una enconada confrontación que puede fragmentar aún más lo queda de nuestro tejido social, además de alentar la división y la exclusión que pueden derivar en el escalamiento de las discrepancias por demás estériles e, incluso, inducir el odio social.

No podemos dejar que el país se nos vaya de las manos. Es el momento de empezar a construir una nueva narrativa en la que todos los esfuerzos y propuestas sean bienvenidas, pues está claro que ningún actor por sí solo podrá sacar adelante al país. Son tiempos de liderazgo, es el momento de un gobierno de unidad y de un acuerdo nacional que sume voluntades para impedir que México enfrente los escenarios funestos que, como consecuencia de la emergencia sanitaria y la recesión global, varios agentes del mercado pronostican para el país en el corto plazo.

Necesitamos crear espacios públicos, donde algunos actores pueden mediar para crear convivencias de distintos actores para coordinar y concertar los esfuerzos comunes que surjan desde los ámbitos local, estatal y federal, para acordar, para formular opciones y soluciones en un clima de concordia, en un marco de libertad y de democracia, sin distinguir o enfrentar a quienes tienen la posibilidad y capacidad de contribuir a la recuperación del país.

No hay que olvidar el proverbio de que en la medida que a un sector o personas les va mal, también le va mal al país, como tampoco olvidar que no hay mexicanos de primera ni de segunda clase. Por ello, quienes han ofrecido diálogo requieren mantener la propuesta, porque hoy existe un escenario en el que se va delineando el futuro de país.

El momento exige tener una mirada de altura de miras, que exige crear ambientes de confianza, diálogos sociales y agendas comunes para trabajar por el bien desde nuestras comunidades, municipios, entidades y el país en su conjunto. Vale subrayar de manera reiterada que la fragmentación solo sirve para mantener la polarización y postergar la unidad.

El actual es un momento que exige a todos a dejar al margen los intereses partidarios o la grilla barata, no pensar en las elecciones del próximo año o el 2024. Lo único importante para todos hoy es encontrar el camino común e idóneo y que se tracen las grandes soluciones de cómo salir adelante y que gobierno, empresarios y sociedad sean parte fundamental para la construcción de un nuevo país donde se fortalezcan las instituciones y que nuestra democracia sea más fuerte.

Para ello se requiere prodigar generosidad con el adversario o pensar, antes que, en la inclinación personal, en el interés superior de la Nación y de todos sus habitantes, sobre todo los más vulnerables. Por eso el protagonismo de los líderes políticos en estas condiciones se vuelve un recurso crítico para cimentar esa nueva etapa.

El cambio, insistimos, apremia una nueva narrativa, anular la polarización y a privilegiar el diálogo, para crear espacios plurales y para construir la agenda de recuperación del hoy y el mañana de nuestro país. Que sirva, además, para fortalecer la capacidad del gobierno en turno en el manejo de las condiciones políticas, sociales y económicas que prevalecen y las que están por venir y que exigirán, por definición, un replanteamiento estructural e institucional del Estado para volver a las cuestiones esenciales y a las determinaciones básicas, en el marco de un cisma sanitario y económico mundial que abrirá una brecha crucial en la historia de la humanidad. No es una postura idílica: es la imposición de la realidad.

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