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4. Situación laboral de los mexicanos en Canadá
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Foto de Tim Mossholder en Unsplash

La fuerza laboral mexicana que exportamos a Norteamérica

 
Gustavo Verduzco Igartúa

El Colegio de México

 

 

 

Aunque los mexicanos llevamos más de un siglo participando en el mercado laboral al norte del río Bravo, quizás las circunstancias no nos han dejado ver claramente que esa región ha sido y sigue siendo una economía mundial enorme que se ha hecho con una clara participación histórica de los mexicanos. En términos coloquiales, diríamos que no nos ha “caído el veinte” sobre la enorme colaboración que los mexicanos hemos tenido en la construcción de esa economía de hegemonía mundial. ¿Suena como algo ajeno a nosotros y quizás hasta presuntuoso? No, ni una cosa ni otra, solo que en el trasfondo nunca hemos podido ver las llamadas “migraciones mexicanas a Estados Unidos”, como una gran colaboración laboral genuina (y lícita) en términos económicos.

 

Casi siempre que se habla de los “mexicanos migrantes en Estados Unidos” el discurso trae a colación aspectos negativos como las irregularidades en el cruce de la frontera o las expulsiones a nuestro país de los miles de trabajadores mexicanos no documentados y cosas de ese estilo. A ello se añade también (y no podemos negarlo), las visiones racistas negativas de muchos americanos así como las clasistas de nuestros propios connacionales aquí en México. Todo ello ha opacado lo que ha sido una gran colaboración mexicana. Cierto, no ha sido mayormente contribución científica ni en las profesiones de cuello blanco, pero sí en las actividades básicas, que sin tener prestigio, sostienen a una sociedad.

 

En algunas ocasiones, como en las dos grandes guerras del siglo XX, manos mexicanas atendieron las labores agrícolas, sobre todo en California y Texas durante esos años y muchos más. Luego se integraron también en otros trabajos como en la construcción y los servicios y, de estar yendo sobre todo al suroeste americano, pasaron a trabajar a casi todos los estados de aquel país. En términos demográficos, los mexicanos ocupan actualmente un lugar claro y definido dentro del conjunto total, no solo quienes nacieron en México sino también sus descendientes directos. Pero aparte de ellos, siempre han existido cientos de miles de mexicanos y mexicanas que deciden ir a los Estados Unidos por temporadas cortas o largas para luego volver a sus terruños, y esta situación no ha parado. Esto tampoco es todo, porque tendríamos que añadir a aquellos cientos de miles de personas que, viviendo en una ciudad fronteriza con Estados Unidos, acuden diariamente a trabajar al lado americano. Es y ha sido una contribución laboral enorme y continua. Esto es algo que debemos de reflexionar hasta llegar a asimilarlo, porque hasta ahora no lo hemos hecho y en el fondo seguimos pensando que lo que hemos hecho carece de licitud o no es tan importante.

Aparte de nuestra contribución laboral en Estados Unidos, desde hace 45 años México ha enviado trabajadores temporales a la agricultura canadiense, sólo que en ese caso se ha tratado desde el inicio de un flujo legal de trabajadores, que van para allá a través de un programa binacional que les aporta a los trabajadores cierto tipo de protecciones. Sin embargo, incluso ir bajo la protección de un programa binacional no asegura estar libre de abusos y de explotación laboral. Quizás solo podamos hablar de que ciertos abusos se han logrado reducir y que, a lo largo de 45 años, tanto los empresarios canadienses como los trabajadores mexicanos han aprendido a convivir con algunas mejores prácticas en las relaciones laborales, que las que normalmente se dan en otros mercados laborales a donde acuden trabajadores extranjeros.

Precisamente, teniendo como base las experiencias laborales con Canadá, deberíamos reflexionar sobre lo que ha estado pasando últimamente con las experiencias laborales mexicanas con Estados Unidos. El contexto ha sido que, a partir del año 2007, los flujos de personas de México viajando a Estados Unidos sin documentos migratorios y con propósitos laborales, fueron bajando sensiblemente hasta llegar a ser mínimos con relación al pasado. Sin embargo, por otro lado se empezó a dar un incremento enorme de quienes empezaron a ir a trabajar allá con documentos, principalmente en la agricultura y los servicios. Esto lo han hecho utilizando las visas laborales denominadas H2-A y H2-B. La primera, para las actividades agrícolas y la segunda, para los servicios.

 

A partir del año 2015 se ha observado un gran aumento de mexicanos que han viajado a Estados Unidos con las visas H2, a fin de trabajar temporalmente. El promedio de quienes han ido con estas visas en los últimos 5 años, es de más de 200 mil personas por año. Pero no se trata de visas abiertas para ir a trabajar a Estados Unidos de manera libre, sino que estas son visas laborales para ir a trabajar con un determinado empresario a un lugar específico. En parte por esta característica, la posibilidad de la explotación laboral ha sido enorme ya que el trabajador no tiene posibilidad de exigir nada una vez que ha llegado a su destino laboral. Si le piden trabajar en exceso o en malas condiciones sanitarias o si el alojamiento fuera deficiente él o ella ya no pueden hacer nada. La única opción es quedarse a trabajar en esas condiciones o volver a México y perder lo que hubieran sido los gastos de contratación y de viaje, así como asegurar que nunca más volverán a ser contratados.

 

Otro problema en el caso de estas visas es que, hasta ahora, el gobierno mexicano no ha tenido nada que ver en estos asuntos, ni sabe cuántas personas van, ni de dónde son, ni a dónde van, ni bajo qué condiciones laborales.

Por lo que hemos sabido quienes nos dedicamos a estas investigaciones, efectivamente se cometen abusos de todo tipo. Desde las contrataciones realizadas por contratistas de los empresarios americanos, quienes exigen cuotas a los trabajadores a fin de ser contratados, hasta lo que sucede en los lugares de trabajo en donde se exigen jornadas largas, en un contexto de malas condiciones laborales. Al final, la explotación laboral es enorme y desafortunadamente al gobierno mexicano no le ha importado hasta ahora.

Ciertamente estos flujos laborales a Estados Unidos tendrán que seguir en los años venideros, ya que las condiciones para ir a trabajar de manera no documentada, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, se volvieron muy costosas debido a la inseguridad en las zonas fronterizas y los problemas mismos del cruce de la frontera. Por otro lado, la demanda laboral ha continuado y seguirá sobre todo en las actividades agrícolas y en algunos tipos de servicios.

Para poner esto en otro contexto, recordemos el muy mencionado “Contrato bracero” de los años 1942 a 1964. Los contratos anuales promediaron un poco más de cien mil, mientras que actualmente estamos hablando de más de doscientas mil visas por año, solo que en aquellos años los flujos laborales se daban junto con pláticas y negociaciones entre los dos gobiernos, el americano y el mexicano, con la finalidad de que las condiciones laborales no fueran injustas ni inadecuadas para los trabajadores mexicanos. En la actualidad esto no ocurre y sólo tiene lugar el “Laissez faire”. Nos encontramos así en el más rampante neoliberalismo económico.

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