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1. Relevancia de las elecciones 2021
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Elección 2021: ¿Dará o no paso a un nuevo presidencialismo mexicano?

 
Ivonne Acuña Murillo

Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana.

Experta en sistema político mexicano y género

 

 

 

Por varias razones la elección intermedia del 2021 no es un evento cualquiera. En primer lugar, se trata de la elección más grande que se haya celebrado en México. En segundo lugar, de sus resultados depende que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pueda profundizar su proyecto de Nación conocido como la Cuarta Transformación (4T). En tercer lugar, podría o no dar paso a la reconfiguración de lo que bien podría denominarse como “nuevo presidencialismo mexicano”, a partir de la recomposición del esquema de fuerzas políticas en beneficio de la 4T o en su contra. Es en este escenario que la elección de candidaturas se vuelve crucial.

La elección más grande de la historia

El 6 de junio de 2021 se votarán 20 mil 368 cargos de elección popular. Se elegirá gobernador en 15 entidades federativas: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala, Zacatecas; 500 diputaciones federales: 300 por el principio de mayoría relativa y 200 por el de representación proporcional; mil 63 diputaciones en congresos locales y mil 926 ayuntamientos en 30 estados.

Se anticipa que en la elección podrían participar cerca de 95 millones de electores, 5 millones más que en 2018. Por lo que será necesario instalar 164 mil 500 casillas, 8 mil más que en 2018, y contar con la colaboración de un millón 480 mil funcionarios de casilla.

Al corte del 15 de enero de 2021, la lista nominal en la que se registra a la ciudadanía con credencial vigente ascendía a 92 millones 291 mil 871. Siendo 47 millones 797 mil 355 mujeres y 44 millones 494 mil 843 hombres.

Sus edades: 18 años, 1 millón 299 mil 383; 19 años, 1 millón 975 mil 079; de 20 a 29 años, 23 millones 575 mil 617; de 30-39, 19 millones 523 mil 468; 40-49, 17 millones 404 mil 162; de 50-59, 13 millones 469 mil 624; de 60 años y más, 16 millones 344 mil 248.

La importancia de esta elección no radica tan sólo en su tamaño, sino en lo que en ella se juega. Para empezar, hay que tener en cuenta el número de gubernaturas en las que cada partido enfrentará la posibilidad de perder.

La importancia de esta elección no radica tan sólo en su tamaño, sino en lo que en ella se juega. Para empezar, hay que tener en cuenta el número de gubernaturas en las que cada partido enfrentará la posibilidad de perder.

De los 15 estados donde se elegirá gobernador, 8 son presididos por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), 4 por el Partido Acción Nacional (PAN), 1 por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), otro por Morena y uno por un independiente. Esto es, Baja California (Morena), Baja California Sur (PAN), Campeche (PRI), Chihuahua (PAN), Colima (PRI), Guerrero (PRI), Michoacán (PRD), Nayarit (PAN), Nuevo León (independiente), Querétaro (PAN), San Luis Potosí (PRI), Sinaloa (PRI), Sonora (PRI), Tlaxcala (PRI), Zacatecas (PRI).

En dos de los estados en disputa nunca ha habido alternancia, estos son Campeche y Colima que han sido gobernados, el primero desde 1928 y el segundo desde 1931, por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) (1928, 1931-1939), Partido de la Revolución Mexicana (PRM) (1939-1949) y por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) (1949-2021).

Al parecer, el partido que más arriesga es el PRI, 8 gubernaturas de 11, seguido del PAN, con 4 de 9 y por Morena, con 1 de 6. Sin embargo, cabría preguntarse ¿qué partido arriesga más? ¿El PRI, que de perder vería disminuida su hegemonía siendo actualmente el partido que más población gobierna? o ¿el PRD que al perder 1 de las 2 gubernaturas que mantiene se acercaría cada vez más a una posible desaparición?

En los estados que podría perder el PRI se enfrentarán el voto duro que aún mantiene a nivel distrital y municipal, como quedó demostrado en la elección de 2020, en los estados de Coahuila e Hidalgo, y la capacidad del presidente López Obrador para sumar votos a Morena, como también se ha visto en las elecciones de 2015 cuando Morena, el partido recientemente fundado, se colocó como cuarta fuerza a nivel nacional con el 8% de los votos y como primera fuerza en la Ciudad de México, con 5 delegaciones (Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco) logrando también representación en 5 congresos locales y triunfo en importantes distritos electorales en los estados de Campeche, Estado de México, Michoacán Tabasco, Veracruz, y Yucatán, que le permitió ocupar 35 curules en la Cámara de Diputados.

En 2018, Morena ganó, además de la presidencia de la República, las gubernaturas de Chiapas, Ciudad de México, Tabasco y Veracruz, la mayoría en 20 congresos locales y, en 2019, Baja California y Puebla, demostrando con ello ser un partido en claro ascenso, si se considera que el porcentaje de votos obtenidos en cada estado va del 39 al 61.1%, lo que hace un promedio de 42.66%.

La pregunta obligada en este caso es si Morena seguirá ganando gubernaturas, curules federales y cargos a nivel local, al punto de convertirse en la nueva hegemonía territorial. La respuesta a esta pregunta supone un planteamiento más.

 

¿Ganará AMLO más fuerza y poder?

Antes de la alternancia en el año 2000, el presidencialismo mexicano sexenal seguía un sencillo esquema temporal. Durante los dos primeros años de gobierno el presidente en turno tomaba las medidas necesarias para configurar el poder que ejercería en el tercer y cuarto año, los de más poder. En el quinto año comenzaba a menguar claramente el poder e influencia del primer mandatario y el sexto se convertía en el “año del candidato”, en el que el presidente en funciones pasaba a ocupar las páginas interiores de los diversos diarios para ceder las primeras planas al que, con seguridad, sería el nuevo presidente de México.

Sin embargo, este esquema se ha visto alterado, no se sabe que tan profundamente, a partir de que Vicente Fox Quesada, primer presidente de la alternancia, inaugurara lo que parece estarse convirtiendo en una costumbre que bien podría denominarse de “sucesión adelantada”.

A la mitad del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, Fox comenzó la campaña mediática que le llevaría primero, a ganar la candidatura de su partido a la presidencia de la República y luego, la silla presidencial. La anticipación llevó a Fox, prácticamente, a obligar al PAN a cederle la candidatura que había ganado al margen de los procesos internos del partido.

Esta práctica fue repetida por Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, que, a la mitad del sexenio de Fox, en 2004, renunció a la Secretaría de Energía después de que el entonces gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, organizara un acto proselitista a su favor. El avance de Calderón echó por tierra los intentos de Fox por imponer como candidato, primero a Santiago Creel Miranda y luego a su esposa Marta Sahagún Jiménez. Oficialmente, al interior del PAN compitieron Creel, Calderón y Alberto Cárdenas Jiménez gobernador de Jalisco, con el resultado ya conocido.

Calderón y Margarita Zavala Gómez del Campo, su esposa, pretendieron repetir la estrategia y en junio de 2015 Zavala se auto destapó en un video en redes sociales. Las intenciones de Zavala por convertirse en la candidata presidencial del PAN se vieron obstaculizadas por los “buenos” oficios de Ricardo Anaya Cortés, quien dos meses después y hasta diciembre de 2017 fungió como presidente del PAN, para ganar dicha candidatura. El triunfo de Anaya obligó a Margarita a abandonar su partido y registrarse como candidata independiente.

Tras meses de campaña y un debate presidencial, en mayo de 2018, Margarita abandonó la contienda electoral ante lo que parecía el triunfo innegable de López Obrador y el lejano quinto lugar que ella ocupara con un 3.7% de intención de voto, de acuerdo con Consulta Mitofsky, penosamente abajo del 4% obtenido por Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, el otro candidato independiente.

Si esta práctica, de adelantarse al interés del primer mandatario y a los procesos internos de su partido, se replica en este sexenio, este año o el próximo debería algún político de Morena auto destapar su candidatura. ¿Quién será? ¿Marcelo Ebrard Casaubón, Ricardo Monreal Ávila, Claudia Sheinbaum Pardo?

Hay quien incluso se atreve a afirmar, en un exceso de interpretación, que el sexenio de López Obrador prácticamente se acabó. Sin embargo, no se puede anticipar lo que viene en los dos años siguientes sin tener en cuenta algunos factores.

Primero, que López Obrador tiene más poder y fuerza que Fox, Calderón y Enrique Peña Nieto. El apoyo popular y las acciones que ha llevado a cabo para centralizar el poder, entre ellas la reorientación del presupuesto, programas de amplia cobertura social, el embate a los organismos autónomos, una poderosa estrategia de comunicación política. Esto permite afirmar la reconfiguración del presidencialismo mexicano, en una especie de reedición, a manos del primer mandatario, de tal manera que cabe preguntarse si con esta volverá la práctica del “tapadismo” o se impondrá la del “auto destapadismo”.

Segundo, sí López Obrador reafirma su triunfo electoral de 2018, en 2021, sumando más gubernaturas, manteniendo la mayoría en la Cámara de Diputados y en más de 20 congresos locales, etc., se ve difícil que algún adelantado o adelantada se atreva a dar el primer paso. En este punto, se podrá volver a esperar que el presidente concentré más poder en su tercer y cuarto año, siguiendo el viejo esquema priista y contradiciendo a quienes suponen el fin anticipado de su sexenio.

Tercero, como suele ocurrir en procesos electorales, nada está escrito. El conocido encuestador Alejandro Moreno, en su artículo “Gubernaturas 2021: El factor AMLO”, publicado por El Financiero el 28 de agosto de 2020, auguró tres escenarios posibles: en el primero, Morena gana 14 de 15 gubernaturas. Querétaro sería la excepción ante la clara ventaja del PAN. En el segundo, Morena tendría más competencia por parte del PAN en los estados de Baja California Sur y Chihuahua; por parte del PRI en Sinaloa y Sonora, y la atomización del voto en Nuevo León. En el tercero, una coalición entre el PAN, el PRI y el PRD solo le daría una clara ventaja a Morena en 4 o 5 estados.

En el mismo sentido, se pronunció la encuestadora Enkoll, al sostener que la alianza entre el PAN, el PRI y el PRD podría darles la victoria en 9 de 15 estados, a saber: Sinaloa, Sonora, Campeche, San Luis Potosí, Nuevo León, Chihuahua, Querétaro, Baja California Sur y Baja California. La clave se encuentra en la elección de candidaturas, afirmó, a fines de diciembre de 2020, Heidi Osuna, directora de esta casa encuestadora.

En lo que respecta a la Cámara de Diputados, en una encuesta publicada el 17 de diciembre de 2020 por Consulta Mitofsky, el 28.4% votaría por Morena, el 14.9% por le PAN y el 10.8% por el PRI. A la pregunta sobre las coaliciones, el 36.1% dijo que votaría por “Juntos Hacemos Historia”, de Morena, PT, PVEM y el 27.8% por “Va por México” del PAN, PRI y PRD.

Atendiendo a lo dicho por Osuna cabe preguntarse:

¿Tiene Morena a los mejores candidatos y candidatas?

Independientemente de quien compita por las candidaturas de los principales partidos opositores PAN y PRI, o quien encabece su coalición con el PRD, la definición de candidatos por parte de Morena se vuelve crucial en un momento en que el partido en el poder recibe más cobertura mediática, en atención a que prometió hacer las cosas de un modo diferente.

La elección de los mejores perfiles para ocupar, en especial las 15 gubernaturas en disputa, comienza a arrojar a las primeras víctimas de dicha cobertura, pero, sobre todo, de lo que bien podría denominarse una mala decisión de quien preside al partido en el poder, por supuesto, Mario Delgado Carrillo y su equipo cercano.

Después de más de un año de conflictos al interior de Morena para renovar a su dirigencia nacional, era de esperarse que el proceso de selección de candidaturas no estuviera exento de problemas. La inconformidad, en torno a las reglas y el proceso de selección por parte de algunos grupos que constituyen la cúpula y la base del partido así lo demuestra.

Por un lado, comienza la competencia entre los grupos que apoyan a los principales líderes del partido como Ricardo Monreal y otros personajes cercanos al presidente López Obrador, como Gabriel García, coordinador de Programas Integrales de Desarrollo del Gobierno Federal. Esto es, entre los liderazgos que han acompañado por años al presidente en su lucha por la transformación de México y la estructura paralela a Morena que ha creado el mismo AMLO.

Por otro lado, es evidente la inconformidad de quienes no fueron elegidos o elegidas y que acusan a la dirigencia del partido de llevar a cabo un proceso de selección poco claro. Es el caso del senador morenista Cruz Pérez Cuéllar quien anunció que impugnaría el proceso ante el Tribunal Electoral y solicitaría que se repitiera la encuesta que favoreció al ex súper delegado Juan Carlos Loera, ante la evidente manipulación de Gabriel García Fernández, coordinador de los delegados federales del gobierno de López Obrador, en Chihuahua; los reclamos de la militancia morenista, en Nuevo León, por la elección de Clara Luz Flores, expresidenta municipal de General Escobedo, dada su corta militancia partidista; en Zacatecas, José Narro impugnó el supuesto triunfo de David Monreal, hermano del líder de Morena en el Senado de la República. A estos reclamos se suman la renuncia al partido de Claudia Yáñez, en Colima, y de Cristóbal Arias, en Michoacán, este último lo hizo después de recibir una oferta por parte de la coalición “Va por México”.

Pero, no todo se reduce a inconformidades por supuestos merecimientos. Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, hermano de la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, se inconformó no sólo por asumirse como un mejor candidato para Guerrero, sino por la fama pública de quien supuestamente le aventaja en las encuestas.

El senador con licencia Félix Salgado Macedonio resultó, a decir de Mario Delgado, el candidato idóneo para ganar la gubernatura de Guerrero, si no fuera porque el senador enfrenta dos acusaciones por violación en contra de una menor de edad y una colaboradora suya cuando se ocupó de la dirección del Periódico La Jornada Guerrero. La primera denuncia no procede en función de que el supuesto delito fue cometido 22 años atrás. La segunda, ocurrida en 2016, se encuentra vigente.

En este punto, se debe afirmar que toda persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario y que Salgado Macedonio no ha sido aun encontrado culpable de la violación que se le imputa. Desafortunadamente, conductas previas apuntan a la posibilidad de que tal ataque haya tenido lugar o al menos así lo declaró la secretaria de las Mujeres de Morena, Carol Arriaga, quien se manifestó en contra de la designación de “un personaje con un historial documentado de violencia hacia las mujeres”. En el mismo sentido, se pronunciaron más de cien mujeres morenistas, incluyendo a Citlalli Hernández, actual secretaria general del partido.

Sí, como sostiene Heidi Osuna, la diferencia entre ganar o perder gubernaturas en los comicios electorales de 2021, depende de la elección de los mejores candidatos y candidatas, ¿por qué la dirigencia de Morena no deja de lado los intereses sectarios de sus integrantes para elegir a los mejores perfiles y continuar con el proyecto de transformación a que se comprometió en 2018?

Como se puede observar, la elección intermedia de 2021 no es un proceso sin importancia. No se trata solamente de confirmar o no el apoyo al presidente López Obrador y su gobierno sino de la continuidad de un nuevo proyecto de Nación, conocido como la 4T. Se trata, igualmente, del rumbo que tomará la reconfiguración de lo que podría llamarse “nuevo presidencialismo mexicano”.

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