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3. México y la población retornada
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Foto de Barbara Zandoval https://unsplash.com/@barbarazandoval vía Unsplash

Economía social y solidaria, posibilidades para los migrantes retornados.

 
Marcela Ibarra Mateos

Laboratorio de Innovación Económica y Social

Universidad Iberoamericana Puebla

 

 

 

Se podría establecer un intercambio entre la gente del barrio, de la comunidad, y los que trabajan en las instituciones. Necesitamos revitalizar esta estructura, porque ahora no depende todo solo del Estado, es claro que tenemos la necesidad de usar estructuras de las instituciones, pero podríamos empezar a reflexionar colectivamente sobre lo que necesitamos, sobre nuestra salud, sobre la comida, sobre el territorio, sobre todas las situaciones que nos afectan (Silvia Federici)

 

José es uno de tantos jóvenes migrantes que han retornado a México, algunos deportados, otros porque han perdido su empleo y más recientemente porque la pandemia de COVID-19 los ha obligado a salir de Estados Unidos para prácticamente refugiarse en sus comunidades de un posible contagio. La primera vez que entrevisté a José en su comunidad de origen en 2012,  tenía 25 años. En aquella ocasión, me comentó que ya había tenido un proceso de retorno temporal y que a los pocos meses había regresado a Estados Unidos. Pero esta vez, me dijo, era un retorno definitivo. Su hija recién había nacido y quería quedarse a verla crecer. Sin embargo, en 2018 tuvo que regresar a Estados Unidos para apoyar a un familiar que se encontraba allá, regresó hace unos meses por la pandemia.

 

El trayecto migratorio de José ha sido diverso: Los Ángeles-Chicago-Nueva Jersey para finalmente asentarse en Nueva York, y entre estos lugares, tres retornos a México. José trabajó en restaurantes y en jardines particulares. Empezó de lavaplatos y siguió hasta cocinero. Sus ahorros los invirtió en una pequeña empresa cooperativa en su lugar de origen y en la que participan sus hermanos y algunos amigos también migrantes. Esta empresa se ha constituido como una fuente de empleo que beneficia a su familia, y a su comunidad, pero que, como él dice, sobre todo les ha permitido la autogestión  y la toma de decisiones colectivamente y entre todos se apoyan. En estos meses de pandemia, lograron integrar un grupo de consumo colaborativo que les ha permitido comprar directamente a los productores locales y gestionar de manera eficiente los ingresos familiares que se han visto disminuidos por la pérdida de empleos. 

La historia del retorno como lo han documentado especialistas en estos temas (Espinosa, 1998; Aliaga et al. 2018; Rivera, 2019; Buznego, Lee y Pérez, 2020) no es un proceso de cierre, ni el último escalón de un proceso migratorio. En realidad, la migración de retorno forma parte de un proceso complejo en el que la definitividad siempre está en juego. La circularidad de las migraciones se intersecta con la propia historia del migrante, con su género, con su edad; con las condiciones económicas, las violencias, los imaginarios frente al sueño americano; con las políticas y programas de apoyo o de persecución hacia ellos. Pero siempre, donde sea que se encuentre la o el migrante, un hecho fundamental es que buscará encontrar condiciones materiales y de bienestar para llevar la vida a la que aspiran.

En este escenario pandémico, tenemos condiciones complejas para los migrantes. Por un lado, el cierre de fronteras por el control sanitario ha hecho difíciles los cruces, exponiendo todavía más a los migrantes a transitar por zonas de alto riesgo. En segundo lugar, los impactos del COVID-19 en la economía estadounidense se concentran de manera significativa en los sectores laborales donde tradicionalmente se emplean los migrantes, promoviendo así un posible retorno. En tercer lugar, las condiciones de la  economía mexicana, tampoco son favorables para el retorno. La pérdida de más de un millón de empleos, de acuerdo al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), son solo una muestra de la magnitud de lo que estamos viviendo y lo que falta por enfrentar. La CEPAL y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coinciden en que regresar a niveles más o menos estables de empleo tomará mucho tiempo. En uno de sus informes, la CEPAL estima  que habrá una caída de la economía latinoamericana del 5.3% en 2020; un aumento de 3.4% del desempleo: 11.6 millones de desempleados. Por lo menos 30 millones de nuevos pobres en la región. México es, sin duda, uno de los países más afectados.

Si bien tampoco se esperan retornos masivos de migrantes a México, lo cierto es que quienes regresen no encontrarán un escenario favorable. Incluso aunque decidan quedarse en Estados Unidos, las condiciones de sus familias se verán comprometidas también, siempre amortiguadas por el envío de remesas.

 

El proceso de inserción laboral de los retornados, algunas opciones

Quienes hemos trabajado durante varios años en el acompañamiento de procesos de desarrollo local participativo, sabemos de los enormes obstáculos que los migrantes retornados enfrentan a su regreso. El proceso de inserción laboral suele ser difícil, sobre todo cuando las habilidades aprendidas no son requeridas en su lugar de origen. Por supuesto hay muchas historias de migrantes retornados que lograron abrir microempresas, iniciar algún proyecto productivo, pero ciertamente el impacto comunitario que pudiera tener ese emprendimiento suele ser limitado.

En este sentido, en la economía social, hemos encontrado una forma distinta de ir construyendo y desarrollando emprendimientos asociativos. Desde ahí nos han surgido distintas preguntas ¿Cómo responder frente al contexto que estamos viviendo?  ¿Qué papel puede jugar la ESS en el futuro inmediato?  ¿Qué oportunidades se nos abren en el contexto que estamos viviendo para impulsar alternativas económicas, nuevas formas de organizar el trabajo y de entender la economía? ¿Qué política y qué intersubjetividades son necesarias? ¿Cómo pensamos en alternativas que sitúen la vida en el centro? ¿Qué otras formas de organizar la economía existen que no funcionen bajo la lógica monetaria? ¿Qué condiciones para que la ess sea generalizable para que incluya a todas y todos? No todas ellas tienen respuesta en el corto plazo, pero si nos permiten abrir un camino distinto que además implique una forma diferente de convivencia social.

Las experiencias de economía social y solidaria, cooperativismo, economías populares, economías transformadoras, economías feministas, en nuestro país son diversas y muchas de ellas históricas. Tienen lugar justamente en territorios muy heterogéneos en comunidades rurales, periurbanas, con población indígena, campesina, con jóvenes, con mujeres; en territorios con inseguridad o violentos, en donde los principios de economía social y solidaria, han permitido tejer redes económicas con una fuerte resiliencia ante las crisis económicas. Todas ellas han surgido desde abajo y poco a poco han ido sistematizando sus conocimientos y profesionalizando sus prácticas.

La economía social y solidaria se entiende de manera amplia como los espacios ligados al compromiso con el entorno y el medio ambiente, a la supremacía de la cooperación frente a la competitividad, al predominio de las personas frente al capital, a la autogestión y la gestión interna democrática y participativa y a la prevalencia de un modelo económico que ponga por delante la sostenibilidad de la vida en los territorios. El fin es la vida y no el enriquecimiento.

En la práctica, en México el sector social de la economía  está integrado por: Ejidos, Comunidades, Organizaciones de trabajadores, Sociedades Cooperativas, Empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los trabajadores y, en  general,  todas las formas de organización social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios socialmente necesarios.

Si bien estamos ante el inicio de lo que será una larga crisis global, ciertamente aquellas iniciativas locales, conectadas en redes y en circuitos locales o cortos, han logrado enfrentar la ruptura que los circuitos transnacionales han sufrido con el cierre de fronteras.

Los ámbitos de desarrollo de las cooperativas son diversos y se abren ventanas de oportunidad muy interesantes. Las experiencias más comunes se concentran en el ahorro y préstamo; en la producción, en el trabajo y muy recientemente en el consumo. Un grupo de gente se organiza, define el objetivo de su organización y con base en los principios de solidaridad, autogestión, participación, toma de decisiones democráticas, transparencia, entre otros, van generando sus emprendimientos asociativos. Se dice fácil, pero evidentemente tiene su grado de complejidad.

 

Hoy en México, cada vez más se extienden las experiencias cooperativas, de economía social y solidaria en distintos sectores. Por ejemplo, para la producción, consumo y comercialización de energías limpias o renovables donde la propiedad es colectiva o para la generación de biomasa para el cultivo en zonas rurales. Las cooperativas de plataforma que agrupan colectivos para el tema del cuidado o bien del transporte, frente a empresas de plataforma como Uber; o bien para la comercialización de productos en línea. Cooperativas para el trabajo del cuidado (adultos mayores, niñas y niños, discapacitados), con la participación de mujeres. Cooperativas de artesanas y artesanos que se unen para la venta de sus productos, pero también para mejorar su propia producción.  El común denominador de estos emprendimientos es la generación de trabajo digno en empresas de propiedad colectiva.

Los migrantes de retorno forman parte de muchas de las experiencias que existen en nuestro país -y los migrantes que viven en Estados Unidos también, como consumidores que importan los productos o bien como inversores de las mismas.

 

Conclusiones

La pandemia del COVID-19 no solo ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de un sistema económico capitalista, desigual, patriarcal; también ha profundizado las condiciones de pobreza y desigualdad entre la población de por sí ya precarizada. En este sentido, muchas voces, diversas, de las izquierdas, de las derechas, de instituciones de corte más neoliberal como el Banco Mundial o como la Cepal, coinciden en que las transformaciones del sistema económico hacia uno más colaborativo, cooperativo y solidario será fundamental para enfrentar esta crisis. De acuerdo con la OIT (2019), se calcula que, a nivel mundial, en el empleo cooperativo intervienen 250 millones de personas  que las 300 cooperativas más importantes de 25 países obtuvieron un rendimiento equivalente a los 2.500 millones de dólares estadounidenses en 2015.

El tema del cooperativismo, de la economía social y solidaria, es todavía reciente en nuestro país. Si bien muchas de sus figuras son ancestrales, como los ejidos, ciertamente la capacidad que tienen para generar trabajo digno, todavía no ha sido del todo reconocido. En nuestro país, contamos con una Ley de Sociedades Cooperativas, con una Ley General de Economía Social y Solidaria, con una Ley de Ejidos. Falta traducir en políticas públicas mucho más poderosas y claras, así como programas dirigidos a impulsar estas formas de emprendimiento.

Desde las instituciones académicas, tenemos un gran trabajo por hacer en este sentido: Fortalecer y ampliar dentro del ecosistema de la economía social, un marco normativo y legislativo en diálogo con los actores políticos. Lograr la participación de gobiernos estatales y locales para contar con un andamiaje de políticas públicas que impulse y visibilice la economía social. Un trabajo al que se comprometió el actual gobierno de México fue el de fortalecer el mercado interno. Justamente la economía social y solidaria apuesta por la generación de circuitos económicos locales, promoviendo y apoyando el trabajo de productores directamente con consumidores, terminando con los intermediarios. Por supuesto, un gran pendiente es impulsar el trabajo colaborativo entre instituciones educativas, gobiernos locales y emprendimientos y/o empresas de economía social que además coadyuven a la construcción de indicadores de economía social. Y finalmente, impulsar la innovación tecnológica desde este tipo de emprendimientos, que a su vez generen procesos de pensamiento y de investigación que transformen las formas organizativas y subjetivas de quienes forman parte de ellas.

 

 

 

Bibliografía

 

Aliaga Sáez, F. A., Aquino Sánchez, B., Ballén Velásquez, D. A., Blanco García, J. E., Canales, A., Coraza de los Santos, E., & Meza, S. (2018). Migración de retorno: Colombia y otros contextos internacionales. Ediciones USTA.

Buznego, M. E. D. A., Lee, A. E., & Pérez, M. L. R. (2020). Class, Gender and Migration: Return Flows between Mexico and the United States in Times of Crisis. Routledge.

Espinoza, V. (1998). EI dilema del retorno. Migracion, genero y pertenencia en un contexto transnacional. Zamora, Michoacan EI Colegio de Michoacan.

OIT (2019) La cooperación en un mundo del trabajo en transformación: hacia un futuro cooperativo. OIT.

Sánchez, L. R. (Ed.). (2019). ¿Volver a casa?: Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes. Méixco: El Colegio de Mexico AC.

Uharte, Luis Miguel y Martí Comas, Julia (coords.)  Repensar la economía desde lo popular Aprendizajes colectivos desde América Latina.

Weller, Jürgen; Gómez Contreras,  Matías y Martín Caballero, Angel (Junio, 2020)  El impacto de la crisis sanitaria del COVID-19 en los mercados laborales latinoamericanos. CEPALJulio 2020

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