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1. COVID-19 y la agudización de la crisis económica y social
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Foto de Haldu vía Wikimedia Commons

¿Cómo sobrevivir al coronavirus?  
La desinformación en tiempo de la pandemia

 
Alexis Rivera Ballesteros  

Economista consultor en el Banco Mundial y maestro en economía internacional por la Universidad de California en San Diego[1]

Introducción

Los próximos meses están llenos de incertidumbre y el futuro parece más desolador que alentador, por lo que es necesario estar preparado.  Si bien, hasta ahora no existe una persona en el mundo que nos pueda decir con exactitud qué sucederá, hay información que nos puede ayudar a tomar mejores decisiones ante un escenario de incertidumbre.  En este artículo no encontrará recomendaciones sobre qué hacer o qué no hacer, pero encontrará un análisis epidemiológico y económico con los datos que hay hasta el momento.  La única recomendación que encontrará en este texto es: no crea todo lo que lee o escuche, consulte más de una fuente de información.  Cada hora del día estamos siendo bombardeados por noticias relacionadas al COVID-19 a las que accedemos por la televisión, las redes sociales, el gobierno, mensajería instantánea o por conversaciones con amigos y familiares.  Ponga en tela de juicio cualquier fuente de información, e incluso cuestione la información contenida en este artículo. 

 

El problema de los datos

Ante un tema tan polémico y especulativo, la mejor práctica para estar bien informados es que al leer o escuchar una noticia, la reflexione.  Y mejor aún, contraste los datos contenidos en la noticia que acaba de leer con otras fuentes para verificar su veracidad y así descartar información sin sustento o engañosa.  Al final de este ejercicio, usted se dará cuenta de que todas las fuentes que ha consultado coincidirán en ciertos datos y esos quizá se acercarán más a la verdad.  Es importante también saber distinguir las fuentes de información que se han convertido en megáfonos de «fake news» o de rumores infundados, que circulan libremente por las redes sociales y que comúnmente no vienen acompañadas de la fuente de donde provienen.  Una fuente confiable es aquella que cita algún estudio científico o el pronunciamiento de alguna autoridad.  Esta cita debe proveer el enlace o los detalles necesarios para acceder al origen de la información y ésta debe ser de publicación reciente.  Hasta ahora, la fuente con la información más confiable es la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual recopila información con la mayor calidad y la publica en su página de internet que está disponible en español y en otros idiomas.  Asimismo, este organismo ha facilitado un número de WhatsApp +41 22 501 7690 para que cualquier persona en el mundo pueda obtener información rápidamente en su celular con tan sólo enviar un mensaje con la palabra «Hola».

No obstante, aún las fuentes oficiales como la OMS pueden mostrar datos sesgados, porque buena parte de los datos que publica son reportados por los mismos países y no pueden ser contrastados con otras fuentes oficiales.  Medios internacionales han cuestionado la representatividad de los casos confirmados y reportados por algunos países, argumentando un subregistro del número de personas diagnosticadas con COVID-19.  Pero más aún, la información que se publica en estos medios oficiales, a veces se da de forma incompleta y nos lleva a hacer nuestras propias interpretaciones, algunas veces erróneas. 

Un ejemplo de cómo la información incompleta puede sesgar nuestra percepción de la realidad y que además se puede convertir en controversia y ansiedad, es el conteo de número de casos confirmados que diariamente se anuncian en la prensa.  Si usted considera que estos números determinan la gravedad del problema en su ciudad, estado o país puede estar cayendo en un error.  Si consideramos que las pruebas de COVID-19 se realizan principalmente a personas con síntomas del virus y que las personas portadoras pueden mostrar síntomas hasta 14 días después de haber contraído el virus, significa que el número actual de casos confirmados puede ser dos, tres o más veces peor de lo que nos dicen los números. 

El argumento de que un país está haciendo una mejor labor que otros para evitar el número de contagios, también puede estar sesgado, porque el número de casos confirmados por país está en función del número de pruebas que se realizan. Por ejemplo, mientras que México ha realizado 34 pruebas por millón de habitantes hasta el 28 de marzo, Colombia ha quintuplicado ese número con 185 pruebas por cada millón y en España hasta más de 7,500 por millón.

Por otra parte, el número total de personas en cada país y la densidad poblacional podrían determinar también la dimensión y facilidad de propagación del virus.  Por ejemplo, según datos del Centro de Ciencias de Sistemas e Ingeniería de la Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos ya es el país con el mayor número de casos confirmados en el mundo, pero Luxemburgo e Islandia han sido los países que han reportado más contagios por cada mil habitantes.  Mientras que, en estos países europeos, casi 3 de cada mil habitantes han sido contagiados por el COVID-19, en Estados Unidos solo han sido 0.3 por cada mil, es decir, diez veces menor. 

También es recomendable desagregar los datos por país en áreas geográficas más pequeñas como, por ejemplo, en estados o ciudades.  La provincia italiana de Bérgamo, la más afectada por el virus en ese país, logró tener más de 7.5 casos confirmados por cada mil personas, mientras que la provincia vecina de Milán contó con 2.5 casos por cada mil, mostrando un claro contraste dentro del mismo país. 

Otro problema se presenta cuando usamos fuentes confiables para justificar nuestras opiniones y llevarnos a interpretaciones incorrectas. Así ocurre cuando medios como la BBC de Londres publica las medidas que ha implementado Suecia o Japón para reducir los contagios y se usan para compararlas con las medidas que se debieran implementar en México.  Se debe tener en consideración que aquellos países tienen una dinámica económica y costumbres muy diferentes a las de México.  Algunas otras veces hay notas de fuentes confiables que incluyen opiniones editoriales con análisis muy interesantes, pero que quizá están alejados de la realidad.  Esto no significa que las fuentes mencionadas anteriormente deban ser desechadas inmediatamente, sino que deben ser tratadas como lo que son, una fuente de información y no la verdad absoluta de lo que está pasando.

Al tratarse de un evento que evoluciona rápidamente, en vez de añadir gráficas que sean obsoletas al tiempo de que usted lea este texto, lo invito a consultar esta página web que he preparado en donde podrá encontrar gráficas y recursos interactivos con los últimos datos.

¿Cuándo terminará la pandemia?

Habiendo puesto en perspectiva la inexactitud de los datos disponibles, lo siguiente es hacer un análisis de lo que puede pasar, basados en datos que quizá ahora sean distantes de la realidad, pero que con el tiempo serán cada vez más precisos.  Por esto, la OMS está urgiendo a los países a aumentar el número de pruebas realizadas a su población, lo cual facilitaría la información para realizar estudios epidemiológicos y para mejorar el diseño de políticas públicas en beneficio de la población. 

Lo que sucedió en China brinda un panorama de la evolución de un brote epidémico bajo ciertas medidas de aislamiento.  La cuarentena obligatoria para una buena parte de los habitantes de este país comenzó desde finales de enero, por lo que llevan ya más de dos meses con sus vidas en confinamiento. China ha logrado reducir el número de casos nuevos y poco a poco ha estado regresando a la normalidad gracias a sus medidas estrictas, pero aún muchas de estas medidas siguen vigentes para evitar resurgimiento de los contagios.  Hay artículos que argumentan que la fase crítica de la pandemia sucede cuando el número de casos confirmados se duplica cada tres días, es decir un 33% de incremento diario.  Estos mismos indican que se llega a una exitosa contención de contagios cuando el tiempo de duplicación ya no cada tres días, sino cada cuatro o más.  En México ya se ha alcanzado esa velocidad de contagio y se sabrá si el problema se ha contenido cuando los casos nuevos dejen de duplicarse cada tres días y las pruebas sean accesibles a un mayor número de personas.  No obstante, las medidas de confinamiento que se han implementado en Asia o en Europa pueden ser más difíciles de aplicar en países como el nuestro en donde la informalidad emplea a más del 50% de la población y no tiene acceso a servicios de protección social.  Además, la falta de agua en varias comunidades dificulta las medidas de higiene anunciadas por el gobierno para reducir el número de contagios, por lo que las medidas que se siguen en otros países están fuera del alcance para una buena parte de la población de México.

Se han publicado artículos científicos y debates sobre si el calor disminuirá el número de contagios, y que los países tropicales podrían estar menos afectados.  No obstante, países tropicales como Malasia y Filipinas siguen teniendo aumentos exponenciales, aún con temperaturas mayores a 30 grados centígrados y con menos pruebas por habitante que otros países.  En México, las pobres medidas de higiene y el limitado acceso a servicios médicos pueden aumentar el número de contagios sin siquiera figurar en las estadísticas nacionales, haciendo que el problema esté creciendo de forma invisible.

Quizá sólo una vacuna de probada efectividad podría hacer que todo el mundo regresara a la normalidad.  La Universidad Johns Hopkins ha anunciado que está desarrollando una vacuna para el COVID-19, pero el proceso para llevarla del laboratorio al ser humano podría tomar más de un año y aún más si se considera el tiempo de distribución.  Por lo tanto, tomando en cuenta el escenario actual, y aún considerando que Estados Unidos ya comienza a dar indicios de haber logrado disminuir el número de contagios utilizando medidas de contención severas, la probabilidad de que en este año volvamos a nuestras vidas normales será baja, porque un resurgimiento de contagios es inminente ante un relajamiento de medidas de distanciamiento social.

¿Cómo me veré afectado?

El coronavirus ha dividido a la población entre los que pueden quedarse en casa y los que no.  Para quienes son remunerados por actividades que requieren mayor trabajo mental, los medios electrónicos continuarán mejorando y reducirán el impacto generado por la cuarentena. En otras palabras, la pandemia privilegiará a los negocios que puedan hacer uso de plataformas tecnológicas incluyendo las empresas de logística, pero castigará a los negocios tradicionales y a los informales que dependen de ventas directas en persona o actividades físicas.  Al cambiar nuestros hábitos de una forma tan radical por un tiempo considerable, es poco probable que estos regresen rápidamente a ser tal y como eran antes de la pandemia.

El debate que en torno a si debe dársele importancia o no al coronavirus, tiene elementos muy delicados.  Ha habido figuras públicas que citan a la OMS  y argumentan que hay más gente muriendo por enfermedades como el cáncer e infecciones respiratorias que por enfermedades relacionadas con el COVID-19.  No obstante, la mayoría de las personas cuyas expectativas de morir este año eran nulas, probablemente no querrán exponerse para probar si su sistema inmunológico es lo suficientemente fuerte como para sobrevivirlo, aun sabiendo que la tasa de mortalidad del COVID-19 es baja.

Por otra parte, existen personas cuya expectativa de morir este año es mayor a cero, por motivos de inseguridad, malnutrición, hambre o riesgo laboral.  Para ellas, el COVID-19 no representa un aumento considerable en su riesgo de morir e intentarán continuar con su vida, pero las medidas derivadas de la cuarentena se los impedirá.  Esta dualidad derivará en asimetrías de percepción de la pandemia y en la medida de que una persona vea incrementada sus probabilidades de morir, tomará medidas más estrictas para modificar sus hábitos orientados al distanciamiento social.  En función de que los sectores logren adaptarse a la nueva situación, determinará cuáles de ellos serán menos impactados.

La crisis de la economía mexicana se agudiza

Antes de la pandemia, los pronósticos de la economía mexicana no eran muy alentadores para 2020 derivados de una desaceleración de la economía estadounidense por la guerra comercial que sostenía con China.  De acuerdo con la Ley de Ingresos para 2020 en México, se tenía presupuestado un precio del barril de petróleo en 55 dólares por barril para poder hacer frente a las necesidades del país.  Sin embargo, al mismo tiempo que comenzó la pandemia, el precio del petróleo cayó a mínimos históricos y no logra superar los 10 dólares por barril, los cual no permitirá resolver su fuerte endeudamiento ni contribuir a los numerosos programas sociales del gobierno.  El turismo continuará bajando considerablemente y reducirá el ingreso de divisas del país.  También, las remesas provenientes de Estados Unidos podrán disminuir considerablemente al aumentar los niveles de desempleo de aquel país, dejando a muchos paisanos sin trabajo o solamente con lo necesario para sobrevivir. 

Este conjunto de factores seguirá presionando un tipo de cambio de dólar alto y provocará el encarecimiento de los productos que dependen de insumos importados, así como de productos de la canasta.  Ante precios altos y mayor desempleo, los comercios de cualquier giro también tendrán una reducción de su clientela con menor capacidad de gasto y confinados en sus casas.  Y más aún, si estos negocios son informales, quedan fuera de mecanismos para acceder a programas asistenciales del gobierno. Si estos se encuentran bajo el dominio de algún grupo del crimen organizado, podrían estar imposibilitados a seguir pagando su derecho de piso obligándolos a cerrar su giro o unirse al negocio criminal.  A su vez, el crimen organizado podría comenzar a perder sus ingresos por una disminución del número de comercios extorsionados y obligarlos a buscar nuevas formas para financiarse. Toda la economía se contrae.

Esta cadena de efectos negativos puede volver al gobierno más impredecible y al mismo tiempo encontrar una nula oposición de la población, lo que le permitiría implementar políticas severas más fácilmente o tomar decisiones costosas para mitigar los estragos económicos generados por el COVID-19.  Esto sin mencionar los movimientos migratorios que se estarían gestando en los países vecinos del sur quienes también sufren los embates de una inminente recesión global.

El principal problema radica en que el aumento de desempleo y los altos niveles de deuda en el mundo se convierten en ingredientes de una inminente crisis económica.  Cuanto más tiempo dure la cuarentena en un país y más negocios suspendan actividades, el número de desempleo irá en aumento.  Esto podría provocar mayor presión en los servicios y programas asistenciales del gobierno, y hacer que éste pierda su capacidad para atender a la mayoría de la población, impactando negativamente la popularidad de los gobernantes. 

Finalmente, y no menos importante, muchas nuevas inversiones serán postergadas y con el cierre de centros de estudio, el capital humano del país tendrá un impacto negativo que se verá reflejado en el nivel de productividad del país.  En conclusión, estamos en el preludio de una crisis comercial, fiscal y financiera que hará que no solo México sino todo el mundo tenga un crecimiento económico negativo.

¿Qué pasará cuando termine la pandemia?

La duración de la pandemia y de las medidas implementadas determinarán la velocidad de la recuperación.  El Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud publicó datos de proyecciones de uso de recursos hospitalarios basados en la duración de la emergencia en Estados Unidos los cuales indican que probablemente el pico de contagios se alcance a mediados de abril y que lleguen a cero para julio.  La consultora FocusEconomics consultó a 71 economistas y más de la mitad de ellos pronostican que el mundo sufrirá una recesión que significaría la reducción de al menos tres puntos porcentuales del producto interno bruto global.  Además, concluyen que la recuperación sería gradual en forma de «U», y no de manera rápida en forma de «V».  Hemos visto como los múltiples estímulos fiscales alrededor del mundo han sido insuficientes para reestablecer la confianza de los inversionistas.  Ante un escenario de escepticismo, los inversionistas buscarán condiciones de recuperación más creíbles y menos artificiales, lo cual sucederá hasta que el número de casos de contagios vaya en un claro descenso.

Sin duda, una gran parte de la población sufrirá los efectos de la pandemia, algunos en mayor medida que otros.  No obstante, así como en la naturaleza, los mejor adaptados a las nuevas circunstancias serán los que sobrevivirán a la pandemia.  Este nuevo «desorden mundial» abrirá nuevas oportunidades de negocio y nuevas áreas de estudio.  Quizá valdría la pena ver qué han aprendido los chinos de esta situación, los mismos que usan la palabra危机 (wéijī) para referirse a una crisis, la cual se compone de dos caracteres: wéi 危 que significa peligro y jī机 que significa oportunidad.

Notas

[1] Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de su empleador.

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