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3. Aspectos sociales y de seguridad
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Foto de Andrea Murcia/Cuartoscuro

CNDH: entre escándalos, silencios y sumisión

 
Emilio Alvarez Icaza Longoria [1]

Senador independiente

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) llega a su 30 aniversario en medio de una gran controversia. Vale la pena detenerse un poco para analizar con detalle qué sucede y sus implicaciones para la defensa y promoción de los derechos humanos en México.

La CNDH es, entre muchas cosas, una institución producto de las luchas del movimiento de derechos humanos y de las demandas de movimientos sociales y víctimas para poner un alto a los incontables abusos de poder. Su creación fue parte también de un contexto nacional e internacional que ubicó el respeto y defensa de los derechos humanos como parte esencial de un régimen que aspira a ser democrático. Lograr la autonomía e independencia fue también una batalla de años, así como que esta institución trabajara con víctimas de violaciones a los derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil.

El cambio de momento-país al iniciar la administración de Andrés Manuel López Obrador, acompañada de una mayoría legislativa en ambas cámaras del Congreso, generó la expectativa de una mejora de forma y fondo, tanto en la agenda como en el desempeño de las instituciones cuyo mandato es proteger a las víctimas de violaciones a los derechos humanos, como la misma CNDH.

Infelizmente, poco a poco y de manera gradual, esta expectativa se ha ido transformando en desilusión e incluso en un inesperado y grave retroceso en distintos aspectos. A casi dos años del cambio de gobierno, el tablero se encuentra en rojo en diversas temáticas y sin una institución nacional que alce la voz o que juegue un rol protagónico y activo.

Por el contrario, la gestión de la nueva titular de la CNDH, Rosario Piedra Ibarra, ha estado marcada por una serie de escándalos, silencios y omisiones que son de gran preocupación.

 

Desde el inicio, la designación de Piedra como titular de este organismo autónomo quedó marcada por el escándalo, en una elección que muchos han calificado de fraudulenta, ilegal e inconstitucional y que aún se combate en tribunales, pues se presentaron no sólo graves quebrantos al procedimiento legislativo, sino que hubo expreso incumplimiento a los requisitos legales para la titularidad de la CNDH. Este proceso hizo pedazos de inicio la magistratura moral de la investidura. La elección realizada en el Senado de la República violó tanto la convocatoria como los procedimientos establecidos y en una sesión que avergonzó a propios extraños. Tal parece que este signo quedó como impronta dados los posteriores desempeños.

Después del escándalo de inicio, se han hecho públicos múltiples casos de violación a los derechos laborales de funcionarios de la CNDH. Esto no sucedió solo con personas que ya laboraban en la institución, sino con gente que llegó con la propia Sra. Piedra. También se realizaron escandalosas contrataciones (como el caso de un hombre que fue captado en un video golpeando e insultando a una dependienta de un establecimiento comercial), quien, dado el escándalo público, finalmente no ocupó la plaza designada. Además, se han hecho múltiples contrataciones de colaboradores de Senadores del partido en el poder (MORENA), en algo que claramente refleja un conflicto de intereses.

Probablemente uno de los casos más sonados fue justo el de dos antiguos camaradas y compañeros de lucha de años, tanto de Rosario Ibarra (madre de la titular y figura emblemática contra las desapariciones forzadas en México durante la Guerra Sucia), como de la propia Rosario Piedra en el Comité Eureka, Francisco Martínez y Edgar Sánchez que renunciaron tan solo a casi seis meses de iniciada la administración al advertir que se pone en riesgo la autonomía e independencia de la CNDH ante el nuevo gobierno. Hoy estos dos personajes están denunciados y bajo amenaza de proceso judicial por supuestamente haber dado a conocer información confidencial. Lamentable ejemplo de criminalización de la protesta se da desde donde se deberían garantizar todos los derechos.

 

Otra de las situaciones de enorme preocupación han sido justo los silencios y la falta de posicionamiento ante hechos graves de violaciones a los derechos humanos. Se trata de escenarios no solo de graves violaciones, sino de reiteradas y múltiples violaciones. Tres ejemplos ilustran estos dolorosos silencios que terminan en omisiones o renuncia fáctica y directa a las atribuciones que tiene la CNDH.

La difícil situación por la que atraviesan las personas migrantes, especialmente las provenientes de Centroamérica, una vez que se dio el viraje de 180 grados en la política migratoria del gobierno mexicano como consecuencia de las presiones y chantajes de Donald Trump. La de por sí peligrosa experiencia de las personas migrantes se ha agravado por el bloqueo, detención y retorno que ahora realizan autoridades militares, de seguridad y civiles mexicanas. Todo agudizado aún más con la pandemia del COVID-19. En las peores condiciones sanitarias las personas migrantes se mueven y/o se les retorna, incluso hasta con el riesgo de rechazo en países como Guatemala o El Salvador dadas las medidas asumidas por sus gobiernos ante la pandemia. En esta problemática la CDNH se ha distinguido por su ausencia, silencio y bajo perfil.

Escenario similar se presentó con la dura situación del personal de la salud durante la pandemia. Por desgracia, México ocupa el primer lugar mundial de muertes en del personal de la salud en esta crisis. Han sido múltiples las denuncias de médicas y médicos, enfermeras y enfermeros y personal administrativo ante la falta de equipo e insumos mínimos necesarios para enfrentar tan dramática situación, que en ellos y ellas es aún peor. Y la CNDH nada.

Lo mismo ha ocurrido con la ausencia de medicamentos y atención médica de niños y niñas que padecen cáncer. Padres y madres han realizado muchas y muy diferentes manifestaciones ante la desesperación de ver morir a sus hijas e hijos por la falta de atención, cuidados y medicamentos. Tampoco en este caso la CNDH se ha distinguido por su defensa.

 

En estos tres casos, la CNDH ha estado lejos de encabezar la indignación, sumarse al clamor de las víctimas, así como de realizar las investigaciones conducentes que le den a la opinión pública el detalle de lo sucedido, la precisión de las responsabilidades a las que haya lugar y las propuestas desde la perspectiva de los derechos humanos para superar esta serie de situaciones críticas. Estas son el tipo de circunstancias que los silencios y omisiones ponen a defensores y defensoras de derechos humanos del lado de la violación y de quienes los trasgreden y no del lado de las víctimas y sus derechos.

La pérdida de autonomía respecto al Poder Ejecutivo se observa no sólo en lo anteriormente descrito, sino en la radical disminución de recomendaciones a dependencias del gobierno federal; en la ubicación de personas absolutamente cercanos al presidente de la república y leales a su proyecto político en puestos clave que lleva a que, ante los fenómenos como los antes descritos, la CNDH prácticamente no haga ni diga nada. Tampoco ante el preocupante aumento de la presencia de las fuerzas armadas en labores civiles de distinta naturaleza (seguridad, salud, educación, operación aeroportuaria y construcción de megaobras, entre otras). Lo mismo sucede con el incremento de la violencia y de homicidios, la CNDH está prácticamente ausente y callada.

El ejercicio de facultades como la interposición de acciones de inconstitucionalidad o acciones legales en contra de actuaciones del poder legislativo federal o de los poderes legislativos de las entidades federales, o de los poderes ejecutivos federal o locales, ha sido otra atribución cuyo ejercicio ha disminuido notablemente. La CNDH dejó de ser un garante de la armonía y contrapeso constitucional.

Pero probablemente el hecho que mejor describe lo que ahora sucede en la CNDH es la desconfianza de mujeres madres de víctimas de feminicidio y de jóvenes feministas que han tomado la oficina en la que despacha la presidenta de la CNDH en el centro histórico de la Ciudad de México. Estas mujeres, lejos de ver la acción de la CNDH como una aliada, como debería ser, la ubican claramente como parte del problema e incluso han levantado la demanda de la renuncia de Rosario Piedra. Las instalaciones tomadas han sido declaradas como albergue para mujeres víctimas de violencia y es el gobierno federal y local quienes intentan persuadir a las manifestantes a que regresen las instalaciones. Es realmente el mundo al revés, víctimas que rehúyen de su defensora y autoridades denunciadas por indiferencia que buscan acercamiento.

Por supuesto que la CNDH, como toda institución pública, es perfectible. No se trata de defender a toda costa lo establecido ni mucho menos. Pero lo que ahora sucede lejos está de ser una mejora es una gran crisis. Se esperaba que se perfeccionaran protocolos y prácticas, así como una mayor cercanía con víctimas y trabajo con sociedad civil y organizaciones de derechos humanos, lo que no ha sucedido en casi un año de gestión que lleva Rosario Piedra. No es suficiente con reducciones salariales y medidas de austeridad (algunas de ellas en contra de criterios básicos de operación de la propia CNDH, como la de solicitar motu proprio la reducción del presupuesto en un 10% en lugar de contratar más personal legal y sicológico para el acompañamiento a las víctimas, por ejemplo.

Se requiere una CNDH autónoma, independiente, activa y presente, sin embargo, la CNDH de Rosario Piedra ha optado por una acción institucional de baja intensidad y bajo perfil, no ha atendido sus obligaciones institucionales y constitucionales para hacer frente a la crisis humanitaria que vivimos en nuestro país, tanto en los viejos fenómenos de violación a los derechos humanos, como en las nuevas circunstancias producto de la pandemia del COVID-19 y del cambio gubernamental.

Atrás ha quedado la Rosario Piedra activista, integrante del Comité Eureka, que con su madre, Rosario Ibarra de Piedra, y muchas mujeres admirables más, han dado uno de los ejemplos más vigorosos por la justicia y los derechos humanos en este país. Hoy, muy tristemente, Rosario Piedra está lejos, muy lejos de ser la servidora pública de defensa y promoción de los derechos humanos, la titular de la CNDH que México y la situación requieren. Al tiempo.

Notas

[1] Senador de la República por la Ciudad de México, Sin grupo parlamentario, políticamente independiente. Integrante de la Iniciativa AHORA.

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