
No se trata
solo de migrantes: se trata de nuestra humanidad
Mensaje de los obispos mexicanos con motivo del acuerdo entre México y los Estados Unidos en materia arancelaria y política migratoria
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1. MUJERES EN MÉXICO: SUS LUCHAS CONTRA TODAS LAS VIOLENCIAS Y DESIGUALDADES
2. Economía: jornada laboral y megainversiones en México

Foto de Sam Moghadam Khaseh vía Unsplash.
La jornada de trabajo de 40 horas: todos ganamos
Saúl Escobar Toledo
INAH
saulescobar.blogspot.com
La reducción de la jornada laboral en México se encuentra siendo discutida en el Congreso de México. La propuesta busca reformar la Constitución y la Ley Federal del Trabajo para que las personas trabajadoras dispongan de dos días de descanso a la semana, manteniendo el límite de la jornada diaria en 8 horas. Recordemos que el artículo 123, apartado A, en su fracción IV, señala:
“Por cada seis días de trabajo deberá disfrutar el operario de un día de descanso, cuando menos”.
De esta manera, aunque algunos contratos colectivos otorgan dos días de descanso, la reforma propuesta busca que “los obreros, jornaleros, empleados domésticos, artesanos y de una manera general, todo contrato de trabajo” goce de esta prestación. En el caso del apartado B, que se refiere a “los Poderes de la Unión, los Gobiernos del Distrito y de los Territorios Federales y sus trabajadores”, aunque su fracción II señala que “Por cada seis días de trabajo disfrutará el trabajador de un día de descanso, cuando menos, con goce de salario íntegro”, la mayor parte gozan ya de dos días de descanso. Ello se debe a un decreto presidencial de diciembre de 1972 que dispuso que “los trabajadores de las Secretarías y Departamentos de Estado, dependencias del Ejecutivo Federal y demás organismos públicos e instituciones que se rijan por la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, reglamentaria del Apartado B del Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos…disfrutarán, por cada cinco días de trabajo de dos días de descanso continuos, de preferencia sábado y domingo, con goce íntegro de su salario”.
La disparidad en materia de jornada laboral, como vemos, se ha prolongado ya por más de 50 años.
Ahora, por fin, hay la posibilidad de reparar esta injusticia. La propuesta de reducir la jornada para los trabajadores del apartado A, se basa, fundamentalmente, en el reconocimiento de que nuestro país se distingue por jornadas laborales excesivas. Basados en datos de la OIT, las estadísticas muestran los siguiente:
Horas trabajadas (2019) trabajadores urbanos. México y países desarrollados

*Datos de 2023, sólo empresas privadas. Fuente: OIT y U.S. Bureau of labor statistics
Horas trabajadas 2019 trabajadores urbanos. México y países menos desarrollados

Como puede observarse, las horas semanales promedio realmente trabajadas por persona empleada en el medio urbano en 2019 eran, en el caso de México, significativamente mayores que en los países desarrollados, pero igualmente, más largas que en otros países latinoamericanos. De acuerdo con los datos de la OIT, sólo resultaron menores que en los casos de India (55.4 horas); Filipinas (45.2); El Salvador (43.9); Tailandia (44.5); y Vietnam (43.7).
Sin embargo, si se observa el tiempo semanal trabajado por los “operadores de máquinas y ensamblado”, es decir, los obreros en su sentido más estricto, aquellos que laboran en fábricas, resulta que México tiene un promedio de horas más elevado que casi todo el mundo.
Horas trabajadas 2019 trabajadores industriales. México y países desarrollados

*Datos de 2023, empresas privadas de manufacturas
Horas trabajadas 2019 trabajadores industriales. México y países menos desarrollados

Debe advertirse que esta muestra tiene fines ilustrativos y por ello se escogió el año de 2019 para evitar el sesgo producido por la pandemia; además, no distingue entre trabajadores formales e informales; igualmente, decidimos excluir a los trabajadores rurales, a las mujeres y a los países de algunas regiones del mundo como África, casos en que las jornadas, en general, son menores. Se trata, hay que enfatizarlo, de horas trabajadas realmente, no las estipuladas en su legislación.
Nótese también que, en todos los países, los obreros trabajan más horas que el promedio nacional.
Esto último es importante ya que una reducción de la jornada tendría un impacto más destacado en las empresas fabriles que en el sector servicios o en el agro. Lo anterior, debido a que en estos sectores las jornadas son por lo general menores que en las industrias (con la excepción del comercio minorista); son muy flexibles; el cumplimiento de la ley es mucho más laxo; y abunda en mayor medida el trabajo informal asalariado (no protegido por la seguridad social).
En cambio, en las industrias (sector secundario), las jornadas se rigen por los ritmos de producción de las máquinas; el trabajo informal es menor; y la posibilidad de hacer cumplir la legislación es más viable, sobre todo en estos tiempos, gracias a la reforma laboral de 2019.
Dimensiones del debate sobre la reducción de la jornada laboral
El debate acerca de la reducción de la jornada tiene distintas dimensiones. Un análisis histórico y conceptual de este asunto y otros relacionados con el trabajo, puede consultarse en Freyssinet (2023).
En este escrito sólo revisaremos brevemente dos aspectos. El primero se refiere al ámbito económico: el progreso técnico y, consecuentemente, el aumento de la productividad, han sido la base material que ha permitido que, históricamente, la jornada se haya reducido a lo largo, sobre todo, del siglo XX, como lo muestran los cuadros anteriores. Sin embargo, esta tendencia no ha seguido el mismo ritmo a lo largo del tiempo ni en todos los países. La reducción efectiva de la jornada ha dependido de la capacidad de resistencia de los trabajadores y los sindicatos, y de otras circunstancias políticas y sociales.
En el caso de México, en las últimas décadas, ante la debilidad de la acción sindical y las políticas estatales orientadas a favorecer este decaimiento, observamos que, por una parte, el progreso técnico ha permitido que las ganancias crezcan a un ritmo superior a la productividad. Por otra, y al mismo tiempo, el incremento de la producción se ha apoyado en el aumento de las horas trabajadas y la ocupación, por encima de los aumentos en la productividad. Ambos fenómenos se han basado en el mantenimiento de niveles salariales bajos.
Para ilustrar lo anterior, revisemos los últimos años: de acuerdo con cifras del INEGI que se refieren a diversos índices (2022), la productividad del conjunto de la economía aumentó entre los años de 2010 y 2018, 7.5% con base en las horas trabajadas totales y 8.7% con base en la población ocupada. Sin embargo, el tiempo trabajado aumentó en mayor medida, en alrededor de 16%, y la ocupación en alrededor de 13%. Gracias a estos incrementos, el producto creció en más o menos 28%. Todo ello, con un aumento de los salarios menor o igual a la inflación. Lo anterior nos indicaría dos cosas: por un parte, que el aumento de la producción se debió principalmente (en alrededor de dos terceras partes), al aumento del tiempo trabajado y de la ocupación, y en menor medida por una mejora de la productividad. En segundo lugar, que las ganancias aumentaron más que los ingresos laborales.
En el caso del sector secundario la situación fue diferente: entre 2012 y 2018 la productividad disminuyó en alrededor de 13% por horas trabajadas y en 11.5% con base en el personal ocupado. Sin embargo, el tiempo trabajado aumentó en 20.5 % y la ocupación en 19%. Esto último nos mostraría que el progreso técnico se ha debilitado precisamente en el sector que debería concentrar los mayores avances; y que el impacto de las empresas más productivas ( particularmente destinadas a la exportación) no alcanza a superar el de aquellas que son menos productivas. De esta manera, el aumento del producto fue de sólo 5.4%, muy inferior al de la economía en su conjunto, situación que se explica, fundamentalmente, por la caída de la productividad.
De lo anterior se desprende que una reducción de la jornada, en el conjunto de la economía, podría propiciar un aumento de los salarios y que, en el caso del sector secundario, debería inducir a un aumento en la productividad de forma más generalizada. Si este fuera el caso, también se propiciaría un aumento más acelerado de la producción y, por lo tanto, del empleo.
Para que ello suceda, se requerirá una política industrial más activa que propicie una mayor inversión en equipamiento, sobre todo en el sector secundario. Ello supone, a su vez, un mayor gasto público en infraestructura y en desarrollo tecnológico.
Persistir en un modelo de crecimiento apoyado en bajos salarios y largas horas de trabajo inhibe el crecimiento de la productividad y, en el sector secundario, está dando resultados muy deficientes: no sólo en materia de desarrollo tecnológico y eficiencia productiva, sino también por lo bajos índices de crecimiento del producto.
Finalmente, el otro aspecto relacionado con la disminución de la jornada tiene que ver con el lado humano. Existe el riesgo de que esta reducción conduzca a una “monetización” del tiempo, es decir, al aumento de los ingresos laborales por el pago del tiempo extra o por mayores compensaciones monetarias. En cambio, la conquista de una mayor “tiempo libre” debe servir para un aumento de la calidad de vida, para dedicar más tiempo al ocio y el disfrute personal. Además, habrá que tomar en cuenta, sobre todo, el caso de la mujer trabajadora: la reducción de la jornada no debería tener como consecuencia aumentar aún más las horas destinadas a las labores no pagadas del trabajo en el hogar realizadas por parte del género femenino, sino en una mejor distribución de estos trabajos entre ambos sexos. Para ello, habrá que mejorar y extender los servicios de cuidado (guarderías, escuelas de tiempo completo, servicios de salud y protección a la población adulta mayor) a cargo del Estado, y fomentar una cultura crítica del machismo imperante.
El derecho a disfrutar un mayor tiempo libre tiene, en la actualidad, un mejor reconocimiento por parte de los sindicatos y los organismos internacionales, ya que se ha demostrado en diversos estudios que jornadas muy largas afectan por lo menos tres aspectos de la calidad de vida : la satisfacción con el trabajo y la existencia; la salud física; y la salud mental. (OIT, 2022).
En resumen, una reducción de la jornada debería conducir a una mayor productividad y redundar en mejores salarios y mayor empleo. Además, podría aportar a la sociedad en su conjunto un mejor clima para la convivencia, el disfrute de la cultura y la vida familiar. Todos saldríamos ganando.
Fuentes consultadas:
Freyssinet, J. (2023). La significación del trabajo. El Trimestre Económico, 90(358), 307–363. https://doi.org/10.20430/ete.v90i358.1892 ).
INEGI. índices productividad 2005-2022, Disponible en https://www.inegi.org.mx
OIT Statistics on working time - ILOSTAT
OIT (2022). Working Time and Work-Life Balance around the World
U.S. Bureau of labor statistics, disponible en: https://www.bls.gov