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4. Nuevas aproximaciones al feminismo

Foto de Fanny Tp vía Pinterest

Anarquismo y marxismo: un necesario reencuentro para desarticular al feminismo pop[1]
 

Melissa Fernández Chagoya

Antropóloga feminista y científica social

Docente universitaria e investigadora

La presente comunicación persigue repasar los distanciamientos, pero posibles reencuentros, que tiene el feminismo anarquista con el feminismo marxista, en el entramado del proyecto de autonomía de las mujeres y otras identidades históricamente vulnerabilizadas. Se propone dialogar con tres posturas teórico-políticas divergentes: la noción de empoderamiento sustraída del feminismo liberal; la emancipación como proyecto político del feminismo marxista; y, finalmente, la capacidad para construir mecanismos en los que el ejercicio de poder no sea un juego en disputa entre dos bandos, y no se separe de la asociación voluntaria de mujeres y otras identidades no hegemónicas, propuesta del feminismo anarquista en el que esta reflexión abundará. Así, se busca identificar qué del anarquismo podemos retomar para desarticular el discurso-práctico, estandarizado y popular, que representa el feminismo liberal, o pop, como lo he denominado en otras ocasiones. [3]

Anarquismo y marxismo: un necesario reencuentro

 

Hoy en día definir al anarquismo se vuelve necesario, y quizá más que nunca. En los albores de la segunda mitad del siglo XIX y más aún durante el siglo XX, era importante distinguirlo del comunismo y del socialismo pues, si bien, algunas y algunos anarquistas simpatizaban abiertamente con estos proyectos políticos, era preciso mostrar las diferencias conceptuales y prácticas. El Estado, conformación histórica, patriarcal y capitalista por excelencia, antes y ahora, sus proyectos y su operatividad, es la antítesis del anarquismo. De ahí que un anarquismo socialista o comunista puede que sea más preciso indicarlos, a éstos últimos, como las formas que puede adoptar la resistencia a la función imperante del Estado pero, no son, per se, propuestas anarquistas.

Orbitando la segunda década de este siglo XXI se vuelve imperioso distinguir al anarquismo, además, del terrorismo, de la anomia y de la violencia. Los medios de comunicación nos dejan una tarea difícil pues cualquier manifestación que se pronuncia contra el Estado, o su operatividad mediante algunas de sus instituciones y/o representantes, la tildan de anarquista. Algunas manifestaciones contra el Estado lo serán, pero otras tantas no. Beltrán Roca Martínez indica que:

Por lo general, el anarquismo es definido como un sistema filosófico que aboga por construir una sociedad sin dominación, en la actualidad las relaciones de dominación están instituidas principalmente en el Estado, el capitalismo y el Patriarcado. La enciclopedia libre Wikipedia define anarquismo como “las teorías y movimientos que llaman a la abolición de toda forma de jerarquía, sea el gobierno, el Estado, el capitalismo o cualquier forma de opresión política y explotación económica, para conseguir la anarquía o total libertad y autonomía del individuo, construyendo así una sociedad basada en la asociación voluntaria” (…) Para muchos el anarquismo es ante todo un cuerpo de ideas. [4] 

 

Ahora bien, como antes distinguía, históricamente el anarquismo se ha emparentado con el marxismo pues muchas y muchos anarquistas de principios del siglo XX se dedicaron a difundir las propuestas sobre la lucha de clases, sin embargo, no son lo mismo, pero sí son teorías políticas que bien puedan empalmarse en algunos de sus principios. El autor antes referido corrobora que:

Es posible que el anarquismo llegue a ocupar –en la sociedad y en la academia– una parte del hueco que ha dejado el marxismo, que parece haber entrado en una crisis, agudizada tras la caída del muro de Berlín en 1989. Sería deseable que antropólogos y anarquistas estrecharan sus lazos y estudiaran sus influencias mutuas mediante un aumento de investigaciones sobre temas relacionados, publicaciones, espacios de encuentro, redes, etc.[5]

Es desde esta provocación que el presente ensayo encuentra su fundamento. Pareciera que el marxismo es un tema caduco y, por su parte, el anarquismo no tiene cabida en la academia, solo acaso en algunos activismos que nos pueden resultar radicales y anónimos. Se ha optado por su abandono, a merced del desconocimiento y la confusión al no lograr un consenso que movilice a las masas y las conduzca, como lo intentó hacer el marxismo en su momento.

Pareciera que la historia nos demostró que el anarquismo, o los anarquismos, siempre han sido utopías y ni qué decir del marxismo que es percibido como un proyecto fallido, entonces ¿por qué seguir ocupando sus propuestas políticas para lograr otra realidad para las mujeres y para otras identidades históricamente vulnerabilizadas?, ¿por qué en ciertos feminismos el anarquismo y el marxismo siguen ocupando un lugar importante o, acaso, son su promesa? Estas son algunas de las preguntas que me dispongo atender en aras de enaltecer que el anarquismo nos invita, primero que nada, a responsabilizarnos de todos y cada uno de nuestros actos, seguidamente, a pensarnos-actuarnos en cooperación, y no necesariamente de manera colectiva, o para, y desde, un colectivo, como lo marca el marxismo, sino a partir de una asociación voluntaria, que muchas veces se confunde con el individualismo propio del liberalismo. En tal sentido, ¿estamos preparadas para no adscribirnos a ninguna identidad, no deberle nada a las instituciones y actuar políticamente asociadas, más no colectivizadas, y voluntariamente? Me parece que el feminismo anarquista, al reencontrase con ciertas premisas del feminismo marxista, podrá darnos algunas respuestas.

 

Sobre el empoderamiento individual o cómo liberarnos del liberalismo

 

El empoderamiento es una palabra castellanizada que viene de empowerment y significa ‘otorgamiento de poderes’. El verbo to empower significa, a su vez, ‘conferir poderes’. Si seguimos su etimología observamos que empoderar implica, por un lado, dar poder a algo-alguien que no lo posee; por otro lado, y no de menor importancia, dá por hecho que el poder se tiene de facto y es posible, entonces, otorgarlo. Lo anterior representa por sí mismo una suerte de malentendidos que en su reiteración provocan ficciones discursivas que poco o nada modifican las condiciones materiales pero que sí abonan a la configuración de discursos que nublan la mirada hacia fenómenos sociales históricos que necesitan mucho más que figuraciones; implican, en primer lugar, su entendimiento, y si para ello es necesario desmenuzar sus partes, eso es lo que se intentará en este ensayo. David Graeber tiene a bien sostener que:

Las ideas occidentales de individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, libertad, el imperio de la ley, democracia, libre mercado, separación entre Iglesia y Estado, suelen tener poca resonancia en las culturas islámica, confuciana, japonesa, hindú, budista u ortodoxa  (…) Los esfuerzos occidentales para propagar dichas ideas producen, en cambio, una reacción contra el “imperialismo de los derechos humanos” y la reafirmación de los valores indígenas, como se puede ver en el apoyo al fundamentalismo religioso por las generaciones más jóvenes en las culturas no occidentales. La misma noción de que existe una “civilización universal” es una idea occidental, directamente enfrentada con el particularismo de la mayoría de las sociedades asiáticas y su énfasis en lo que distingue a un pueblo de otro. [6]

 

Lo anterior, hasta cierto punto nos ayuda a entender cómo el feminismo liberal, el que apuesta por el proyecto de empoderamiento de las mujeres nos muestra que: (…) después de todo, si el “individuo occidental” no existe, entonces ¿Cuál es exactamente nuestro punto de comparación?[7] En otra reflexión,[8] exploré el empoderamiento de las mujeres como el nuevo cautiverio del siglo XXI basándome en la tesis que ofrece Marcela Lagarde, o La Grande, como preferimos nombrarla.[9]

 

Lo anterior, dio pie para pensar en cómo liberarnos del liberalismo que nos empoderó o, mejor dicho, que nos “prestó” un poco de poder por medio del sufragio, divorcio, educación formal, educación sexual y anticonceptivos, trabajo remunerado, herencia, entre otros derechos ganados, o acaso será más preciso referirnos a ellos como robados. En ese tenor, Emma Goldman ya anticipaba que la “emancipación” sufriría un desplazamiento práctico-discursivo hacia el empoderamiento:

(…) opino que [el empoderamiento], como es interpretad[o] y aplicad[o] actualmente, fracasó en su cometido fundamental. Ahora la mujer se ve en la necesidad de emanciparse del movimiento [empoderador] si desea hallarse verdaderamente libre. Puede esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad. ¿Qué consiguió ella, al ser [empoderada]? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores predecían? No, por cierto. De paso hay que advertir, ya llegó la hora de que la gente sensata no hable más de corruptelas políticas en tono campanudo. La corrupción en la política nada tiene que ver con la moral o la laxitud moral de las diversas personalidades políticas. Sus causas proceden de un punto solo. La política es el reflejo del mundo industrial, cuya máxima es: bendito sea el que más toma y menos da; compra lo más barato y vende lo más caro posible, la mancha en una mano, lava la otra. No hay esperanza alguna de que la mujer, aun con la libertad de votar, purifique la política. [10] 

 

Hoy en día, empapadas del discurso del emprendimiento y empoderamiento, formar parte del sistema capitalista, no solo en términos laborales sino subjetivos, es parte de la enajenación que el propio marxismo definía. Como su nombre lo dice, enajenarnos implica hacernos ajenas y es común entenderlo como una percepción de separación, de fragmentación, de no apropiación, sin embargo, desde el marxismo, la enajenación no es una sensación, sentimiento o noción, sino una condición material, económica, social y cultural, circunscrita al sistema económico capitalista. No nos pertenecemos, somos de alguien: del padre, del padrón, del maestro, del país, de la religión, de las redes sociodigitales, de los medios… del capital.[11]

Somos en la medida de nuestra capacidad adquisitiva y productiva, tal como lo expresa Goldman: La idea de[l empoderamiento], tal como la comprende la mayoría de sus adherentes y expositores, resulta un objetivo limitadísimo que no permite se expanda ni haga eclosión; esto es: el amor sin trabas, el que contiene la honda emoción de la verdadera mujer, la querida, la madre capaz de concebir en plena libertad. (…) la mayoría de las mujeres [empoderadas] se convierten a un automatismo profesional. [12] En este sentido, la liberación a merced del empoderamiento que gozamos hoy en día no garantiza el proyecto de emancipación, que busca, en última instancia, el derrocamiento de la estructura que nos subordina “libremente”.

 

Sobre la emancipación colectiva o la lucha de la clase social mujeres 

 

La emancipación es un proyecto colectivo que no persigue intereses individuales como lo puede hacer el empoderamiento. Ésta, la emancipación, necesita ser ideada y practicada por un grupo social que responda a sus propias necesidades colectivizadas. El empoderamiento, por su parte, es una propuesta liberal y occidental como se ha venido demostrando, sin embargo, la emancipación, que en términos conceptuales también se origina en Europa y en el seno de lo que hoy en día reconocemos como pensamiento marxista, halla su practicidad en latitudes fuera de la propia Europa precisamente gracias a su praxis colectiva: 

Ser occidental, podríamos decir, no tiene que ver con el habitus. No es cuestión de entendimientos del mundo profundamente incorporados que absorbemos en la infancia –que hace a unas mujeres inglesas de clase alta, a otros chicos granjeros bavarianos y a otros niños italianos de Brooklyn. Occidente es, en cambio, la tradición literario filosófica en la que todos ellos son iniciados, principalmente en la adolescencia –aunque algunos elementos de esa tradición se convierten poco a poco en parte del sentido común de todo el mundo. (…) ¿Por qué entonces una mujer de clase alta peruana o un chico granjero de Bangladesh no deberían ser capaces de coger el mismo currículo y volverse tan occidentales como cualquier otro?.[13]

 

Lo que pretendo apuntar es que, si la emancipación es posible, ésta debe configurarse fuera de los márgenes occidentales y al rescatar la lucha de clases, habría que agregar el complejo de la racialización. En Nuestramérica nos atraviesa no sólo la clase sino la raza, concepto creado por los colonizadores para justificar su dominio y control, al que históricamente se le sumó la clase. Me regocijo al creer que Goldman estaría de acuerdo conmigo al manifestar que:

Esto me parece a mí que deberá ser la base en que descanse la masa y el individuo, el verdadero demócrata y el verdadero individualista, o donde el hombre y la mujer han de poderse encontrar sin antagonismo alguno. El lema no será: perdonaos unos a otros, sino: comprendeos unos a otros. La sentencia de Mme. Stael citada frecuentemente: «comprenderlo todo es perdonarlo todo», nunca me fue simpática; huele un poco a sacristía; la idea de perdonar a otro ser demuestra una superioridad farisaica. [14]

 

A su vez, las feministas materialistas[15] desde los años 70 del siglo XX, es decir, por lo menos 3 décadas después del pensamiento y acción de Goldman, sugieren identificarnos como la clase social mujeres. Pueda sonar más sencillo si retomamos la frase de la feminista socialista de origen peruano pero nacida en Francia, Flora Tristán: “las mujeres son las proletarias del proletariado”. En este grupo históricamente segregado y apropiado encontraríamos a mujeres, ancianas y ancianos, niñas y niños, personas con discapacidades, entre otras identidades que no representan simbólica ni concretamente al sujeto de derecho, hegemónico y universalizado, lo anterior pudiera representarnos, en un primer momento, “llamar a las cosas por su nombre”, como bien lo indicó otra de las grandes, me refiero a Rosa Luxemburgo.

Por su parte, Goldman, que tenía dulces encuentros y rabiosas distancias con Luxemburgo, manifestaría que la emancipación radica tanto en proletarias como en burguesas y en no olvidar las dimensiones morales de la opresión: la emancipación no puede limitarse a la equiparación jurídica y económica, sino que también debe liberar de coerciones internas, de convenciones éticas y sociales (…) es imperativo que dejemos atrás viejas tradiciones y hábitos.[16] Lamento que ambas pensadoras no vivieran para cuando las feministas materialistas propusieran una salida a sus diferencias propiciando la reflexión sobre la clase social mujeres que nos empata a todas y a todes por medio de la experiencia minoritaria.[17] Quizá sea esta nuestra tarea, compañeras, invitarlas a dialogar, donde sea que estén.

 
Sobre la asociación voluntaria y el proceso de individuación 

 

Emma Goldman, la principal pensadora retomada para este ensayo, nació bajo el signo cáncer en 1869 en Lituania y murió en el mayo de 1940 en Canadá. Para cuando se marchó de este plano, las mujeres habían logrado sólo unos pocos derechos y ella insistió en que no era lo mismo la liberación femenina que los derechos de la mujer. Sabía que las tradiciones centenarias nunca podrían desaparecer con reformas externas, por más urgentes, numerosas o drásticas que fueran seguirían siendo ilusorias si la estrechez y la falta de libertad del hogar se cambia por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, el taller, la tienda por la oficina… ¡Gloriosa independencia!.[18] Siempre creyó que lo único verdaderamente necesario era una revolución que iniciaran las mismas mujeres y, en este sentido, sobre la adquisición de derechos en el ámbito íntimo, apostaba por una asociación libre, autónoma, autoconsciente:

El derecho de voto o la igualdad de derechos civiles pueden ser exigencias útiles, pero la verdadera emancipación no comienza ni en los colegios ni en los tribunales. Comienza en el alma de la mujer. La historia nos demuestra que cualquier clase oprimida sólo consigue liberarse realmente de sus amos con sus propios esfuerzos. Es preciso que la mujer aprenda esa lección, que se dé cuenta que únicamente alcanzará su libertad cuando conquiste el poder. Por lo tanto, es mucho más importante que inicie su propia regeneración interior, que se libere del peso de los prejuicios, de las tradiciones y de las costumbres.[19]

 

Ser iguales ante la ley, la principal premisa del feminismo liberal, para Goldman representaba una suerte de soluciones individuales reemplazando a las políticas y colectivas en el sentido de que a esa igualdad accederían solo las mujeres que se emparejaran con los derechos a secas, es decir, a los de los hombres; mujeres burguesas, con estudios, heterosexuales, entre otras expectativas masculinas construidas sobre la correcta feminidad y, por lo tanto, a la altura de ser sujetos de derecho. En palabras de la propia Goldman, con la servidumbre voluntaria de las mujeres, las mujeres desprecian la libertad para obtener lo que no tienen: la fuerza necesaria.[20]

De lo público, a lo privado, a lo íntimo, con Goldman, cambia el orden por: lo íntimo, aquello que no está sujeto a negociación ni a permisos sino a la búsqueda radical de la libertad que es, en todo caso, el principio de la anarquía; lo privado, como aquello que implica una relación con otros y otras bajo el entendido de asumir la no pertenencia y la no subordinación; y, lo público como las decisiones políticas que impactan en las esferas personales e íntimas. Bruna Bianchi estaría de acuerdo conmigo, pues para ella:

Emma Goldman nos ha dejado una herencia compleja; a través de su vida y su elaboración teórica ha contribuido a dar una dimensión feminista al anarquismo y una dimensión libertaria al feminismo. Su convicción en la interdependencia entre la transformación social y colectiva y el interior de los individuos merece ser retomada y apreciada en todo su valor, enriquecida por la experiencia de nuestra vida.[21]

 

Uno de los mayores distanciamientos, pero posibles reencuentros entre el feminismo anarquista y marxista puede que descanse en:

El problema de la emancipación femenina es algo análogo al de la emancipación proletaria; los que quieran ser libres deben dar el primer paso. Únicamente cuando os hayáis liberado de la superstición religiosa, de los prejuicios, de la moral corriente y de la esclavizante obediencia a un pasado muerto, llegaréis a ser una fuerza invencible en la lucha antifascista y una garantía de la Revolución Social. Únicamente entonces seréis dignas de colaborar en la creación de la nueva sociedad en la que todos los seres serán verdaderamente libres. [22]

 

Para decirlo de la forma más clara posible, el marxismo nos invita a movilizarnos en colectivo, a través de una identidad obrera y subalterna, que busque derrocar el poder absoluto y ejercerlo desde abajo. Robar el ejercicio de poder a quienes históricamente lo han ostentado, lo que implica una especie de desplazamiento en el ejercicio de poder. El anarquismo, por el contrario, nos invita a realizar un proceso de individuación: a reconocer nuestra situación y circunstancia y gritar ¡basta! No soy lo que hicieron de mí y no quiero prestado el bastión de poder que no pertenece pero que ejerzo en medida de las posibilidades que me das. No soy esa mujer, sujeto de derechos, porque no soy lo que el Estado permite que sea. Luego entonces, de esa toma de consciencia que no será fácil, ni placentera, y mucho menos empoderante; por el contrario, será corrosiva y quizá de ésta no haya retorno, devendremos personas asociadas las unas a las otras. En este proceso, la identidad mujer, ya sea obrera, ya sea subalterna, ya sea racializada, no necesariamente nos representará pues “la mujer” es también un producto del Estado, del patriarcado y del capitalismo.

 

¿Estamos listas para no adscribirnos a ninguna identidad, no deberle nada a las instituciones y actuar políticamente asociadas, más no colectivizadas, y voluntariamente?

 

Para ir acercándonos al final de esta reflexión y acaso lograr balbucear lo que presento como una de tantas posibles respuestas, Goldman estaría de acuerdo con evocar a su compañera de lucha Voltairine de Cleyre quien luego de ser pacifista devino una pensadora que defendía a la violencia como estrategia de autodefensa pues [n]o había marcha atrás, sus dudas sobre el uso de la violencia como método válido de lucha contra la tiranía desaparecieron durante los últimos años de su vida, y la acción directa fue para ella la única opción defendible. [23] De acuerdo con de Cleyre, [el] Estado [es] el creador y defensor de privilegios, una institución de opresión y venganza que ajustici[a] a las personas que [defienden] el derecho a resistir a esta violencia. [24]

Simpatizante con las propuestas políticas de nuestro Ricardo Flores Magón, quizá, ella hubiera comulgado también con el aforismo del yoga, la paz del individuo es la paz del mundo, y así podamos comprender la triada antes expuesta sobre lo íntimo/individual a lo colectivo/publico, por resonancia. El sueño de una anarquista, en voz de la mujer más peligrosa del mundo y de una feminista sin etiquetas, respectivamente, nos invitan a romper con tradiciones radicalmente.

En ese sentido, encuentro dos tradiciones muy puntuales y éstas son precisamente la identidad "mujer" que el feminismo liberal ha construido, y nosotras materializado, al grado de ser celosas con el sujeto político del feminismo en la actualidad; la otra es la búsqueda y defensa del punitivismo como si la cárcel y el castigo hubieran cambiado nuestra situación y condición, ideas que me propongo trabajar con mayor profundidad en otra oportunidad no sin antes recalcar dos citas con las que empalmo el pensamiento de asociación libre de Goldman y el reaccionario de de Cleyre:

La historia nos cuenta que las clases oprimidas conquistaron su verdadera libertad, arrancándosela a sus amos en una serie de esfuerzos. Es necesario que la mujer se grabe en la memoria esa enseñanza y que comprenda que tendrá toda la libertad que sus mismos esfuerzos alcancen a obtener. Es por eso mucho más importante que comience con su regeneración interna, cortando el lazo del peso de los prejuicios, tradiciones y costumbres rutinarias. La demanda para poseer iguales derechos en todas las profesiones de la vida contemporánea es justa; pero, después de todo, el derecho más vital es el de poder amar y ser amada. Verdaderamente, si de una emancipación apenas parcial se llega a la completa emancipación de la mujer, habrá que barrer de una vez con la ridícula noción que ser amada, ser querida y madre, es sinónimo de esclava o de completa subordinación. Deberá hacer desaparecer la absurda noción del dualismo del sexo, o que el hombre y la mujer representan dos mundos antagónicos. La pequeñez separa; la amplitud une. Dejen que seamos grandes y generosas. Déjenos hacer de lado un cúmulo de complicadas mezquindades para quedarnos con las cosas vitales. Una sensata concepción acerca de las relaciones de los sexos no ha de admitir el conquistado y el conquistador; no conoce más que esto: prodigarse, entregarse sin límite para encontrarse a sí mismo más rico, más profundo, mejor. Ello sólo podrá colmar la vaciedad interior, y transformar la tragedia de la emancipación de la mujer, en gozosa alegría, en dicha ilimitada.[25]

 

Voltairine de Cleyre siguió pensando hasta el final de sus días que la violencia no era la respuesta, que la venganza no era el camino, y mucho menos si adoptaba la forma gubernativa. Ella misma había sido objeto de un intento de asesinato y, lejos de querer que se castigara al agresor, pidió que se tuviesen en cuenta las circunstancias de dicho acto, a saber, la perturbación del atacante. Pensaba que el perdón era mejor que la ira, y ponía como ejemplo la losofía cuáquera, que desde su pacifismo realizaban la «acción directa». Pero frente a esa postura pacifista defendía también la necesidad de la violencia para defender a los oprimidos. Ponía como ejemplo cuando los abolicionistas escondían a los esclavos negros en sus buhardillas y hacían guardia con una escopeta por si se tenían que defenderse de los esclavistas que andaban buscándoles. [26]

 

Así como Goldman se distanció, pero nunca dejó de reconocer a de Cleyre, como se observa en esta cita: Desde entonces y hasta el final, nuestras vidas y nuestro trabajo se encontraron, a veces armoniosamente, y a veces distanciados, pero ante mis ojos, Voltairine siempre se destacó como una personalidad contundente, una mente brillante, una ferviente idealista, una luchadora inquebrantable, devota y leal camarada,[27] nosotras agradezcamos al feminismo liberal todo lo que nos otorgó. A las feministas institucionalizadas, o aquellas jóvenes que encaran la cuarta ola del feminismo moldeándolo hacia lo pop, adscribiéndose a éste poco reflexivamente y hasta cierto punto banalizándolo, les doy las gracias y de a poco, camino distanciándome porque la anarquía quizá nos esté esperando y en ella es probable que el feminismo que empodera también nos vaya ajustando hasta incomodarnos, quizá ya no cabemos en él. Así como Dona Haraway[28] prefiere ser un cyborg que una diosa, me pregunto si preferimos ser peligrosas anarquistas sin etiquetas o mantenernos en los márgenes que el Estado construyó para nosotras. Les comparto mi franco desconcierto como ese primer paso para la asociación individual, y la siempre probable renuncia.

 

Fuentes consultadas:

 

Expósito, Julia; Haydée Garcia y Gabirela Mitidieri, “Reflexiones preliminares”, en Diccionario Histórico-crítico del Marxismo-Feminismo, ed. Wolfgagn Frits Haug, Frigga Haug, Peter Jehle y Wolfgang Küttler. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2022.

Bianchi, Bruna. “El pensamiento anarcofeminista de Emma Goldman”. En: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 158.

Fernández Chagoya, Melissa. “¿Qué es el feminismo pop y cómo nos afecta? Apuntes desde un feminismo old fashion para recuperar el proyecto de emancipación”, En: Brújula Ciudadana. Año 15, Número 149, abril 2023. Ciudad de México: Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo, A.C, 2023. Disponible en: https://www.revistabrujula.org/b149-feminismo-pop-y-como-nos-afecta

Fernández Chagoya, Melissa. “El empoderamiento de las mujeres: una eficaz ficción para no escapar de nuestros cautiverios” En: Boletín Perspectivas. Núm. 3. Ciudad de México: Observatorio Coyuntural Antropológico-ENAH, en prensa.

Goldman, Emma. The Tragedy of Woman’s Emancipation. Second Revised Edition. Nueva York/Londres: Mother Earth Publishing Association, 1911. Disponible en: https://www.marxists.org/reference/archive/goldman/works/1906/tragedy-women.htm

Goldman, Emma. Voltairine de Cleyre. Nueva Jersey: Oriole Press, 1932.

Graeber, David. “Nunca ha existido Occidente o la democracia emerge de los espacios intermedios”, en Anarquismo y Antropología: Relaciones e influencias mutuas entre la Antropología Social y el pensamiento libertario, Ed. Beltrán Roca Martínez, Madrid: La Malatesta, 2008.

Haraway, Donna. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra, 1991.

Lagarde, Marcela. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. Ciudad de México: PUEG-UNAM, 2005.

Martín Sánchez, David. “La Anarquista Voltairine De Cleyre y su visión del derecho a la resistencia a través de la violencia”.  En Gredos. Repositorio Documental. Colección Aquilafuente, Salamanca: Universidad de Salamanca, 2021. Disponible en: https://gredos.usal.es/handle/10366/149599

Roca Martínez, Beltrán. “Anarquismo y antropología. Una introducción”, en Anarquismo y Antropología: Relaciones e influencias mutuas entre la Antropología Social y el pensamiento libertario, Ed. Beltrán Roca Martínez. Madrid: La Malatesta, 2008.

 

Shulman, Alix y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman. s/l: La Congregación, s/a.

Notas: 

 

[1] Con el título “Reencuentro entre el feminismo anarquista y el feminismo marxista: una propuesta para desarticular al feminismo liberal imperante en nuestros días”, este trabajo fue presentado en la Primera Jornada en México de Investigación sobre Mujeres Anarquistas, organizada por la Red de Investigadoras sobre Mujeres Anarquistas (RIMA), la Biblioteca "Ernesto de la Torre Villar" del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en mayo de 2023.

[2] Investigadora Nacional Nivel 1, por el Sistema Nacional de Investigadores del CONAHCyT – México. Doctora en Ciencias Sociales con área de concentración en Mujer y relaciones de género por la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco. Maestra en Género y Cultura, mención en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Cuenta con estudios de Máster 2 en Género y Desarrollo por la Université Diderot, París 7 y es Antropóloga Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Contacto: melissafernandezchagoya@gmail.com

[3] Este trabajo es una consecuencia del artículo de mi autoría titulado “¿Qué es el feminismo pop y cómo nos afecta? Apuntes desde un feminismo old fashion para recuperar el proyecto de emancipación” publicado por la Revista Brújula Ciudadana en mayo de 2023.

[4] Beltrán Roca Martínez, “Anarquismo y antropología. Una introducción”, en Anarquismo y Antropología: Relaciones e influencias mutuas entre la Antropología Social y el pensamiento libertario, Ed. Beltrán Roca Martínez (Madrid: La Malatesta, 2008), 5.

[5] Ibidem, 14.

[6] David Graeber, “Nunca ha existido Occidente o la democracia emerge de los espacios intermedios”, en Anarquismo y Antropología: Relaciones e influencias mutuas entre la Antropología Social y el pensamiento libertario, Ed. Beltrán Roca Martínez (Madrid: La Malatesta, 2008), 72.

[7] Ibidem, 76.

[8] Melissa Fernández Chagoya, “El empoderamiento de las mujeres: una eficaz ficción para no

escapar de nuestros cautiverios” En: Boletín Perspectivas. Núm. 3. (Ciudad de México: Observatorio Coyuntural Antropológico-ENAH, en prensa).

[9] Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas (Ciudad de México: PUEG-UNAM, 2005).

[10] Emma Goldman citada en: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 69.

[11] Melissa Fernández Chagoya, “¿Qué es el feminismo pop y cómo nos afecta? Apuntes desde un feminismo old fashion para recuperar el proyecto de emancipación”, En: Brújula Ciudadana. Año 15, Número 149, abril 2023. (Ciudad de México: Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo, A.C, 2023), 6. Disponible en: https://www.revistabrujula.org/b149-feminismo-pop-y-como-nos-afecta

[12] Emma Goldman en: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 71.

[13] David Graeber, “Nunca ha existido Occidente o la democracia emerge de los espacios intermedios”, en Anarquismo y Antropología: Relaciones e influencias mutuas entre la Antropología Social y el pensamiento libertario, Ed. Beltrán Roca Martínez (Madrid: La Malatesta, 2008), 75.

[14] Emma Goldman citada en: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 68.

[15] Las francófonas Christine Delphie, Colette Guillauman, Nicole Claude-Mathieu, Jules Falquet; la italiana Paula Tabet; las argentinas Luisina Bolla y Analía Aucía, por mencionar solo a algunas.

[16] Emma Goldman citada en: Julia Expósito, Haydée Garcia y Gabirela Mitidieri, “Reflexiones preliminares”, en Diccionario Histórico-crítico del Marxismo-Feminismo, ed. Wolfgagn Frits Haug, Frigga Haug, Peter Jehle y Wolfgang Küttler (Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2022), 200.

[17] Propuesta ampliamente elaborada por Nicole Claude Mathieu.

[18] Emma Goldman en: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 15-16.

[19] Emma Goldman, The Tragedy of Woman’s Emancipation. Second Revised Edition. (Nueva York/Lóndres: Mother Earth Publishing Association, 1911), 219-231.

[20] Ídem.  

[21] Bruna Bianchi, “El pensamiento anarcofeminista de Emma Goldman”. En: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), 158.

[22]  Emma Goldman En: Alix Shulman y Bruna Bianchi, La mujer más peligrosa del mundo. Textos feministas de Emma Goldman (s/l: La Congregación, s/a), Ibidem, 81.

[23] David Martín Sánchez. “La Anarquista Voltairine De Cleyre y su visión del derecho a la resistencia a través de la violencia”.  En Gredos. Repositorio Documental. Colección Aquilafuente (Salamanca: Universidad de Salamanca, 2021), 289.

[24] Ibidem, 279.

[25] Emma Goldman. The Tragedy of Woman’s Emancipation. Second Revised Edition. Nueva York/Londres: Mother Earth Publishing Association, 1911.

[26] David Martín Sánchez. “La Anarquista Voltairine De Cleyre y su visión del derecho a la resistencia a través de la violencia”.  En Gredos. Repositorio Documental. Colección Aquilafuente (Salamanca: Universidad de Salamanca, 2021), 290.

[27] Goldman, Emma. Voltairine de Cleyre. (Nueva Jersey: Oriole Press, 1932), 114.

[28] Donna Haraway. Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. (Madrid: Cátedra, 1991).

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