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2. Panorama internacional

Foto de Jason Lee/Reuters

Reflexiones sobre geopolítica y multilateralismo en el siglo XXI

 
Alexis Rivera

 

 

 

Introducción

 

El conflicto entre Ucrania y Rusia ha cumplido un año y aún no queda claro cuánto tiempo más durará ni tampoco queda claro si habrá alguna medida lo suficientemente coercitiva por parte de las fuerzas occidentales para frenar de una vez el avance ruso. Quizá este hecho nos hace ver que el balance geopolítico es más distinto de lo que creemos y que el multilateralismo tiene mecanismos limitados para garantizar la permanencia del actual orden mundial. Este conflicto ha servido para revisar el balance de los pesos y contrapesos económicos y geopolíticos mundiales, y sienta las bases para entender el futuro del multilateralismo. Rusia y China, que se encuentran más cerca entre sí que de los países occidentales, están contribuyendo a la creación de un nuevo bloque hacia un multilateralismo alterno.

La geopolítica ha moldeado el multilateralismo

Cuando cursamos una clase de historia política, aprendemos que los eventos que marcan el nuevo orden mundial son aquellos en donde se involucran los países con mayor peso político o económico por el impacto que tienen sobre el resto de las naciones. Muchos de esos eventos están marcados por conflictos bélicos. Los ejemplos abundan, desde las Cruzadas hace más de mil años, pasando por las guerras napoleónicas hace algunos siglos y, más recientemente, la primera y segunda guerras mundiales. Estos eventos se han caracterizado por la existencia de un liderazgo político que busca probar los límites de su poder para expandir su zona de influencia o para adquirir el control de algún recurso natural.  Aunque relacionamos estos eventos con un año específico, lo cierto es que muchos de ellos se prolongan por algunos años más, hasta que resulta un ganador, quien es el que define las nuevas reglas del juego.

De acuerdo con el consenso de varias fuentes, el actual orden mundial tuvo sus orígenes con la derrota de las potencias del Eje que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial y que sentó las bases para el diseño de las instituciones creadas a partir de la reunión que se llevó a cabo en Breton Woods, New Hampshire. Estas instituciones, que incluyen el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las Naciones Unidas (ONU), son un primer intento de darle mayor certidumbre a la construcción de consensos y cooperación entre naciones. No obstante, es la acción colectiva y la buena voluntad de sus miembros lo que las hace funcionar. La membresía a estas instituciones se ha extendido hasta el más pequeño de los países, incrementando los incentivos para estar dentro del juego y haciendo que el multilateralismo florezca.

Con el aumento de los sentimientos antioccidentales en países con serios problemas económicos, afectados por sanciones comerciales o encabezados con gobiernos autoritarios o inestables, el multilateralismo se ha puesto a prueba porque a menudo se relaciona con la hegemonía de Estados Unidos y Europa. Para algunos de los países con sentimiento antioccidentales, que no han logrado sacar provecho del actual orden global, los incentivos para seguir las reglas del juego pueden ser no tan claros y buscan asociarse con otros que muestren signos de estar en la misma situación. Al mismo tiempo, el rápido desarrollo de China, que ha creado un nuevo polo político y económico global fuera de occidente, ha provocado que los no creyentes del multilateralismo tengan a China como un nuevo gurú para establecer un orden alterno.

La geografía también ha jugado un papel importante. Estar situado en un lugar cercano al océano Atlántico entre Estados Unidos y Europa, oponerse a la ideología occidental resulta difícil. Mientras tanto, al estar situado en algún lugar del continente africano o asiático, la influencia de los países occidentales puede ser menor. En este grupo caben bien países como Afganistán o Pakistán, que no sólo están lejos de occidente, sino que comparten frontera con China.

 

Rusia y China atentan contra el statu quo

Rusia ha sido un país que históricamente ha mantenido su distancia con los países occidentales. Aunque durante la segunda guerra mundial, Rusia estuvo del lado de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, su amistosa relación duró poco y entraron a una nueva etapa de enfrentamiento que culminó en una Guerra Fría con Estados Unidos. Desde entonces, la relación entre la nación americana y rusa ha sido un tanto áspera donde los primeros señalan los graves atropellos a los derechos humanos que suceden en territorio ruso, y los segundos denuncian las prácticas imperialistas e intervencionistas estadounidenses. Sin embargo, con el desarrollo del conflicto ucraniano, la posibilidad de fortalecer la cooperación entre ambos países se ve más distante. Asimismo, la Organización del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar principalmente europea, que por muchos años ha considerado Rusia como la principal amenaza a la paz y seguridad de la región, endurece su postura antirrusa para hacerle frente ante cualquier iniciativa en el ámbito internacional. A su vez, las instituciones de Bretton Woods han tomado una postura clara para apoyar la estabilidad del estado ucraniano. El BM ha creado un programa y fondo de reconstrucción para este país europeo que busca transferir alrededor de 105 mil millones de dólares en los próximos tres años para garantizar servicios básicos y reparar infraestructura destruida.  De igual manera, el FMI y el gobierno de Ucrania han acordado la creación de un préstamo de 15 mil millones de dólares para reestablecer su economía.  Por su parte, la ONU por unanimidad ha instruido a Rusia el retiro inmediato de las tropas rusas en territorio ucraniano.

 

No obstante, aún con todas las medidas que las principales potencias occidentales han adoptado contra el gobierno del Kremlin y con las demandas de instituciones multilaterales que privilegian el estado ucraniano, el conflicto no ha terminado y el retiro de la avanzada rusa aún no se vislumbra en el corto plazo.  Por el contrario, vemos una postura rusa firme que ha logrado colocarse como anti-occidental y contraria a cualquier resolución tomada por la comunidad internacional representada por el multilateralismo. Esta postura quedó clara y reforzada con la reunión entre el mandatario ruso y chino el pasado 20 de marzo, en donde se estrechó la amistad entre ambas naciones. Aunque el discurso de Xi Jinping está dirigido hacia la resolución pacífica del conflicto, no se detalló un plan sobre cómo hacerlo. Pero el gobierno ruso no sólo ha encontrado amistad en China, sino también en una lista de países que abiertamente apoyan la incursión rusa.  Irán, otro gigante de la región asiática, ha sido un aliado del presidente Putin.  Su colaboración en conflictos como en el sirio o afgano ha sido consistente. Asimismo, naciones en otros continentes, incluyendo Venezuela en Sudamérica, Mali en África y Myanmar en el sudeste asiático han expresado abiertamente su apoyo del lado ruso.  Sin embargo, lo que es más significativo es que de acuerdo con The Economist, algunas naciones que se habían mantenido neutrales en el conflicto durante una buena parte de 2022 han comenzado a inclinarse hacia el lado ruso en vez de seguir con su postura neutral o en favor del resto de naciones que son miembros activos de instituciones multilaterales.  Algunos ejemplos importantes son Bolivia y Sudáfrica, que se suman al grupo de apoyo de Rusia.  También existen otros gobiernos que históricamente hubieran condenado la invasión Rusia, ahora prefieren mantenerse neutrales, como son los casos de Brasil, Colombia, India y Turquía. Estos cambios geopolíticos dejan sólo a un grupo de países cuya población representa aproximadamente un tercio de la población mundial, por lo que dejan de ser una mayoría por peso poblacional.

Tomando en cuenta que el conflicto puede continuar por algunos años más, es posible que Rusia continúe buscando reforzar sus alianzas internacionales para poder neutralizar las condenas pronunciadas por las potencias occidentales.  La dupla rusa y china es clave.  La influencia de ambos en Asia y África ha aumentado y ha logrado llenar los espacios diplomáticos y de ayuda económica que países occidentales han dejado de lado por atender asuntos políticos y económicos generados durante la pandemia. Es posible que haciendo uso de condicionantes económicos, los dos gigantes asiáticos ejerzan presión sobre algunos otros países que se han mantenido neutrales. Este tipo de prácticas es palpable en un número de naciones africanas como Uganda, quien ahora se ha pronunciado en favor de la invasión rusa para liberar al pueblo ucraniano.  China, por su lado, ha logrado sus propios objetivos de forma similar.  Hace algunas semanas, China logró que Honduras, un país que había sido uno de los pocos países que aún mantenían relaciones con Taiwán a expensas de distanciarse de China, haya cambiado su postura diplomática repentinamente. Tan sólo hace algunas semanas, Honduras rompió relaciones con Taiwán para establecerlas con China bajo el principio de una sola China, no sin antes buscar un beneficio económico de este nuevo arreglo, de acuerdo con medios internacionales.

 

Una revisión al multilateralismo

Con los cambios que la geopolítica está experimentando, es posible ver una transformación del multilateralismo, el cual ahora se ve imposibilitado para frenar un conflicto armado a pesar de las enérgicas demandas y sanciones económicas. Sin embargo, el multilateralismo sigue y seguirá funcionando debido a que busca un bien público que va más allá del interés que tuviera cualquier país o gobernante, el cual es la paz y estabilidad globales. Aunque Rusia y China estén buscando intereses que no estén precisamente alineados con los fundadores del actual orden mundial, encontrarán un equilibrio que moderará su discurso. Quizá sea el momento de reunir a todos los dirigentes del mundo para discutir el destino del multilateralismo, en donde no sólo se conozcan los intereses de cada nación, sino también que se debatan los retos que la humanidad enfrentará en el futuro para garantizar la estabilidad y cooperación ante un mundo cada vez más dividido.

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