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ÍNDICE 147
Resistencia ciudadana en defensa de la democracia
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PRESENTACIÓN

 

Elio Villaseñor Gómez

Director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo A.C.

“Cuando no se tolera se incita a no ser tolerado y se abona el campo de la fratricida intolerancia absoluta, de todos contra todos. La intolerancia sería el camino seguro para volver al México bronco y violento”.

Jesús Reyes Heroles, extracto del discurso que

pronunció en Chilpancingo, Guerrero, el 1 de abril de 1977

En una coyuntura como la actual por la que atraviesa el país por las disputas entre los actores políticos, desde la sociedad civil refrendamos el compromiso de  impulsar acuerdos básicos que permitan remontar cualquier situación de ingobernabilidad en beneficio del país y su población.

Por esa razón, entre la sociedad organizada existe el convencimiento de que ante situaciones como la actual, siempre serán valiosas las reflexiones, máxime cuando el país se encuentra en franca polarización, además de que prevalece un ambiente de miedo e incertidumbre, que conllevan el riesgo de resquebrajar el pacto social, sobre todo, cuando desde los gobiernos se impulsan normas y reformas legales que son percibidas como un contrasentido que, generalmente, dan pauta no sólo a controversias sino también a confrontaciones políticas irreconciliables, un gradual deterioro institucional y que se reflejan en un déficit de ingobernabilidad.

Esa situación se acentúa ante una total ausencia del diálogo entre los ciudadanos y la élite política, más aún cuando desde el gobierno en turno existe la propensión de alentar la división y la confrontación, que son factores que anulan toda expresión de pluralidad, elemento de avenencia que es básico para lograr la convergencia, el consenso y dotar de legitimidad a los procedimientos de la discusión pública y legislativa que, por definición, disponen los ejes rectores de toda transformación previamente avalada por la voluntad ciudadana.

Tal pareciera que toda la clase política, en particular la gobernante, carece de brújula, perdiendo de vista la máxima de que la política es el arte de convencer para gobernar, no del mal gobernar para imponerse.

Cotidianamente la ciudadanía atestiguamos confrontaciones entre los actores políticos en una arena política en la que imperan las descalificaciones y el odio, en  una contienda en la que no se ven como adversarios políticos sino como  enemigos declarados; una pugna que coloquialmente es conocida como una lucha  de todos contra todos, lo que decanta en un claro desgaste de la institucionalidad en el país.

Lo anterior deja como resabio y como lectura única, que en el país existen dos realidades. Por un lado, la batalla política que protagonizan los actores políticos y, por otro, el de la realidad de la población cuyas necesidades básicas y más apremiantes figuran en un segundo plano.

Son dos vías en las que la divergencia es la pauta sin que exista el menor interés en colocar a los ciudadanos de a pie como centro de la agenda pública para la solución de asuntos que les son urgentes: La pobreza, el Coneval, en su Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2022, indica que entre 2018 y 2020 la pobreza en las zonas urbanas pasó de 34.5 millones de personas a 39.0 en 2020. La carestía de la vida, la inseguridad, la falta de empleo (al 31 de enero de 2023, el IMSS registró 21 millones 484 mil 595 puestos de trabajo; 86.3% permanentes y 13.7% eventuales). El ingreso digno, la organización México, ¿Cómo vamos?, señaló que, al cierre del 2022, el 38.5% de los mexicanos [49.6 millones de personas] se encontraban en situación de pobreza laboral, es decir, los ingresos que perciben por su trabajo no alcanzan para comprar la canasta alimentaria básica. Debido a la inflación, en enero de 2023 el Coneval ajustó el valor monetario mensual de la canasta alimentaria de la Línea de Pobreza Extrema por Ingreso para lugares de residencia urbanos a $2,143.72, desde $1,930.38 en 2022. Las carencias y el desabasto en el sector salud y los rezagos presupuestales en el ámbito educativo. En este último, de acuerdo con datos de la SHCP, en 2022, el gasto en educación fue de $836,299’000,000, su nivel más

bajo desde 2012 -cuando ascendió a $883,101’000,000- y que equivale a una reducción real anual de 3.8%.

La preocupación de muchos ciudadanos es justificable. Por ejemplo, basta citar que la actual crisis de inseguridad que prevalece a lo largo y lo ancho del país, está alcanzando niveles de ingobernabilidad en algunas zonas o regiones en aquellas entidades en las que se ha denunciado el vacío de autoridad y el crecimiento de grupos del crimen organizado, a los cuales los gobiernos confrontan de manera reactiva.

El nivel de violencia del crimen organizado es inédito, puesto que datos oficiales  revelan que de 2019 a 2023 se contabilizan más de 143 mil asesinatos y la cifra de desaparecidos sumó más de 31 mil personas con lo que se acumulan 109 mil desaparecidos en el periodo citado.

Además, los índices delictivos registran un incremento exponencial en delitos como homicidio doloso, robo, secuestro (Alto al Secuestro contabiliza 5,256 plagios en lo que va del sexenio de López Obrador), extorsión, además, de la  corrupción, que en el Índice de Percepción de la Corrupción 2022 de Transparencia Internacional, México se estancó y sumó 31 puntos de 100 posibles de este indicador, para colocarse en el lugar 126 de las 180 naciones evaluadas, muy lejos de las que obtuvieron los mejores puntajes y al lado de Bolivia, Laos y Uzbekistán.

En este contexto, la sociedad civil busca disputar el espacio público para colocar en la palestra del debate nacional propuestas que permitan enfrentar los temas que amenazan a nuestra vida democrática, además de llamar la atención sobre las graves secuelas de la violencia, la inflación, los abusos de poder y otros que aquejan a la población, como los ya descritos líneas arriba.

En ese trance, la ciudadanía que se renueva cotidianamente por la dinámica poblacional y social enfrenta el reto de ganar espacios para propiciar el diálogo y una relación armónica en defensa de sus derechos e incluso en defensa propia ante el oprobio gubernamental, teniendo como expresión y significado, el afirmarse como actor de la vida pública y el quehacer nacional, de defenderse e ir

más allá de una postura pragmática y cómo alternativa real ante un panorama en el que las ideologías se han disipado.

Lo anterior no es una tarea fácil debido a que el entorno actual se caracteriza por un gobierno que no se escucha al de enfrente, entre éstos la sociedad civil organizada a la que se trata con desdoro como divisa cotidiana.

En este contexto, la rebeldía y el no acatar por el simple hecho de que es mandatado, es la peculiaridad de un amplio segmento de la población y signo de muchos de los cambios político-democráticos que se han registrado en el país. Es inequívoca esa perseverancia ciudadana que ha sido forjada tras una brega de larga data en pro de la democratización de México.

De ahí que, desde muchas partes del país, surjan olas cívicas, movimientos y expresiones ciudadanas cuya intención es formular y aportar diagnósticos, análisis y propuestas en defensa de los derechos ciudadanos y políticos, con el ánimo de compartir el espíritu de resistencia con propuestas basadas en el diálogo y con el fin último de sumar esfuerzos para concretar causas comunes a la población, ante la evidencia palpable de que se requiere un amplio debate, propositivo y que eleve el nivel de la discusión pública en la que se contrasten no sólo políticas públicas sino también un proyecto de Nación.

En esa ruta, la gran tarea es revertir el ambiente de polarización y aprensión por un espacio de reconstrucción y sumar las mejores propuestas de solución de los múltiples tópicos que interesan a la población y a los gobiernos a nivel local, nacional y global. En esa labor, el elemento medular es reconocer la diversidad como factor legítimo de convergencia y eje del consenso, y como vía para cerrarle el paso a los dislates, a las animadversiones y a la diatriba. Esa es la ruta azarosa para reconstruir la inteligencia ciudadana, de asumir potestades públicas para encontrar solución a sus problemas más urgentes y para defender las garantías y las libertades democráticas.

Lo anteriormente descrito es un apremio en la actual coyuntura, pues vivimos una nueva época de la evolución de la humanidad, no definida solo por los cambios tecnológicos, sino por el establecimiento de nuevas reglas de la economía global y de la capacidad de los individuos en la construcción de una nación, en la que la gran oportunidad de la ciudadanía es ser actores convertidos en impulsores de un país donde sea eje rector el respeto y la prevalencia del Estado de derecho.

Está fuerza ciudadana debe ratificarse un día sí y otro día también, pues el reto es no caer en la decepción sino mantener las destellos de esperanza donde cada quien contribuya poniendo su mejor praxis en el ámbito en que se desarrolla, con el objetivo de aprender a convivir en un marco de pluralidad y de diversidad de ideas y posturas ideológicas, para así, construir la confianza que sustente los esfuerzos encaminados a cimentar la inteligencia ciudadana, el respeto y la elocuencia de su habilidad para fundamentar propuestas en la formulación de las políticas públicas en los diferentes ámbitos.

La gran tarea de la sociedad en su conjunto es el de articularse para conversar en colectivo y dotar de legitimidad el rostro de una ciudadanía con representatividad plural, digna y actor del interés público para dejar en claro su efectiva intervención en las luchas por la democracia, la igualdad, las libertades, la confianza, el bienestar general y el Estado de Derecho.

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