Fortaleza Europa: la paradoja del rechazo y la necesidad 

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Edmé Dominguez R

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Noticias de migrantes del norte de África que tratan desesperadamente de cruzar el mediterráneo para entrar a la Unión Europea (UE) son cotidianas desde hace ya varios años. La misma situación que la frontera Estados Unidos - México solo que en el caso europeo las fronteras son múltiples tanto a nivel político como geográfico. Es decir, son varios los países que defienden estas fronteras y las barreras naturales pueden ser el mar, ríos o montañas y bosques. Y los migrantes no vienen, principalmente de países aledaños, sino de regiones alejadas como Afganistán o Irak o de diferentes puntos de África y Medio Oriente. Lo que posiblemente une a los migrantes que intentan entrar a Estados Unidos con los que pretenden acceder a  la Unión Europea es su deseo de seguridad económica en su mayoría, pero también política, religiosa y sobre todo seguridad frente a la violencia, ya sea militar o criminal. Pero hay otro lazo común, estos refugiados representan mano de obra necesaria tanto en Estados Unidos como en Europa.

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Crisis de los refugiados en 2015 y creciente xenofobia

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¿Por qué entonces este rechazo, estas barreras a estos refugiados? En el caso de la Unión Europea, hay varias razones. Una es el miedo al descontrol, la supuesta amenaza a la seguridad que estos flujos de migrantes pueden representar. Está también el mito del costo económico al Estado de bienestar, de la competencia desleal en el mercado de trabajo que estos refugiados significan. Sobre todo después de la llamada crisis de refugiados de 2015, cuando alrededor de un millón de migrantes entraron a Europa, con un saldo de 4,000 que fallecieron en el camino (Migrant Crisis 2016 BBC). Según algunos observadores, se trató de la mayor crisis humanitaria a nivel de migrantes en Europa, desde la Segunda Guerra Mundial. Ésta sería superada por la invasión a Ucrania que generaría hasta 5,8 millones de refugiados pero esta vez provenientes de la misma Europa (ACNUR 2022).

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Las razones de la crisis de refugiados en 2015 fueron numerosos conflictos armados (donde destaca particularmente la guerra en Siria), diferentes tipos de persecuciones y violación de derechos humanos, pobreza y desastres naturales. También se da el impulso a la migración por parte de redes criminales que se aprovechan de la situación, así como redes de trata de personas, sobre todo mujeres y niños. Si bien en un primer momento hubo muchas muestras de solidaridad, la reacción posterior fue de pánico por varios países e impotencia por parte de las autoridades de la Unión Europea para lograr un reparto equitativo de estos migrantes dentro de los diferentes países miembros. Principios normativos europeos como el Acuerdo Schengen y el reglamento de Dublín que regulaba la recepción de refugiados se vieron cuestionados. El Acuerdo Schengen, firmado por 26 paises de la Unión Europea y cuatro paises de la AELC (Asociación Europea de Libre Comercio) garantiza la libre movilidad de personas dentro de este espacio Schengen. Pero la crisis de 2015 cuestionaría esta libre movilidad y restablecería barreras nacionales, por ejemplo en el caso de la frontera Dinamarca-Suecia. El reglamento de Dublín, según el cual los refugiados solo pueden solicitar refugio en uno de los países miembros de la Unión Europea, en el primero que pisan, también se vio rebasado en esta crisis. La razón fue la imposibilidad de aceptar estas olas de refugiados por países limítrofes como Grecia o la cantidad de personas que insistían en llegar a determinados países como Alemania o Gran Bretaña. Dada la magnitud de la crisis, la UE decidió hacer un pacto con Turquía, en 2016, para que los refugiados/migrantes pudieran hacer sus solicitudes de asilo desde Turquía, evitando así entrar como ilegales a la Unión Europea. En el otoño de 2020 el reglamento de Dublín fue reemplazado por el Nuevo Pacto de Migración y Asilo. Este pacto presenta ciertas innovaciones en comparación con el reglamento de Dublín, por ejemplo en la mayor eficiencia de los trámites de asilo, desde los límites de la UE y en el apoyo de toda la UE a los países que reciban migrantes pero sigue siendo criticado por partidarios de políticas más restrictivas o por aquellos que pregonan más generosidad en estas políticas (GROWTH 2020). Y la mayoría de los países miembros se muestran aún reticentes a aceptar más refugiados, aun si la UE los avala.

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El problema es que la xenofobia, el odio/miedo hacia el migrante se ha convertido en la base de atracción de gran parte de los partidos populistas de extrema derecha en Europa. Y estos partidos tienen cada vez más presencia en los parlamentos nacionales.  Es bien conocido cómo estos partidos hacen de los migrantes los chivos expiatorios, los culpables de los problemas de desempleo, pobreza, criminalidad y fanatismo religioso conducente al terrorismo, etc. Se aduce el fracaso de las políticas de integración lo que por desgracia es patente  en la visible segregación étnica de la que adolecen muchas ciudades europeas. El caso francés es un buen ejemplo aunque  la enorme  cantidad de migrantes residentes en Francia está muy relacionada con el pasado colonial de este país. Pero aun países como Suecia sufren de esta segregación. Muchas de estas olas migratorias se instalaron en verdaderos guetos, áreas segregadas, cuya integración escolar y laboral  es muy deficiente, incluso en las generaciones nacidas en el país de llegada. Las famosas políticas de multiculturalidad contribuyeron a esta segregación, lo mismo que las reformas educativas liberales que en el caso sueco permitieron la creación de escuelas religiosas financiadas por el Estado y que no hicieron sino aumentar esa segregación. Esto ha dado por resultado un aumento de la criminalidad en esas comunidades segregadas, pero también un incremento del fanatismo religioso que nutrió de numerosos militantes islamistas a grupos extremistas como el famoso ISIS. A nivel político, esto da cada vez más fuerza a partidos como el de Marie le Pen en Francia que acaba de obtener el 18,6 por ciento en las elecciones legislativas de junio  pasado o a los sueco-demócratas en Suecia que alcanzan un 18  por ciento del voto electoral en los sondeos más recientes (junio 2022).