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1. El rumbo económico en México y la relación bilateral con Estados Unidos
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El programa contra la inflación: las respuestas del Ejecutivo en México

Enrique Provencio

Investigador del PUED UNAM

 

 

 

La inflación empezó a preocupar en México a fines del primer trimestre de 2021, cuando ya se apreciaba que no se cumpliría con el objetivo de que el crecimiento anual del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) se mantuviera en no más de 4 por ciento. Los precios subieron ese año en 7.4 por ciento, y para 2022 se espera que la inflación alcance un 7 por ciento.

Se trata del crecimiento de precios más alto en lo que va del siglo, en nuestro país y en muchos otros. De hecho, en el promedio mundial no se había registrado un fenómeno así desde 1998. En su número 130 Brújula Ciudadana se ocupó del tema[1], destacando los efectos de la inflación sobre el bienestar, la incertidumbre económica y otras consecuencias que terminan por perjudicar la capacidad de compra de la población de menos ingresos y por agravar la desigualdad social.

Origen de la oleada de incrementos en los precios

El origen de esta oleada de incrementos de los precios de las mercancías y los servicios viene cambiando con el paso del tiempo. Primero se debió al impacto de los combustibles, cuyas cotizaciones empezaron a crecer desde fines de 2020, y de los problemas de abasto de insumos o bienes finales críticos por los desajustes de la pandemia. Posteriormente, los sectores productivos empezaron a realizar ajustes a sus precios de venta, sobre todo en las mercancías cuya demanda se recuperaba, con lo que se agregó otro factor causal. Con la invasión rusa a Ucrania se agravó la tendencia inflacionaria global, en particular por la vía de los combustibles y del comercio de alimentos.

De entre tantas implicaciones que tiene este proceso inflacionario, merece destacarse su impacto sobre los alimentos. En la gráfica 1 se puede observar el comportamiento de un índice de precios reales (es decir, ya descontada la inflación) durante un largo periodo, de 1961 a abril de 2022. Ya en 2021 los alimentos se habían encarecido mucho, pero la repercusión de la guerra fue determinante, pues tanto Ucrania como Rusia son muy importantes en la oferta comercial global. Si se compara con 2020, el aumento global de los precios alimentarios para abril de 2022 ya había sido de casi 50 por ciento. No se había visto una escalada de precios alimentarios tan aguda desde la crisis petrolera de 1973.

El crecimiento de precios en el mercado mundial de alimentos se ha registrado sobre todo en los cereales, los productos lácteos y sobre todo los aceites vegetales. Entre los insumos productivos, son los fertilizantes los que más se han encarecido, pues doblaron su precio entre 2021 y lo que va de 2022.  La producción mundial de alimentos, sin embargo, no ha caído hasta ahora según las estimaciones de la FAO, pues al parecer en varios países está aumentando la oferta agrícola en reemplazo de las bajas de exportaciones de Ucrania y Rusia.

Con todo, la previsión es que aumente la insuficiencia alimentaria por las dificultades de acceso a los alimentos, es decir, por su encarecimiento y por la consecuente pérdida de poder adquisitivo de los grupos de menores ingresos. Muchos casos de inseguridad alimentaria se deben a la pérdida de ingresos, no a la falta de alimentos en el mercado.

Gráfica1. Índice real de precios globales de los alimentos de 1961 a 2022

(último dato: primer cuatrimestre de 2022)

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Fuente: FAO https://www.fao.org/worldfoodsituation/foodpricesindex/es/   (Base 2014-2016 = 100)

En México, y de acuerdo a la información que estaba disponible para el primer cuatrimestre de 2022, el INPC registró una inflación anual de 7.7 por ciento, mientras que en la canasta equivalente a la pobreza extrema por ingresos en el medio rural, los precios anuales ya habían subido 13.3 por ciento en el medio rural y 12.4 por ciento en el medio urbano. Es decir, las líneas de pobreza extrema están creciendo más rápido que los precios promedio al consumidor (ver gráfica 2).

 

Gráfica 2. Línea de pobreza extrema por ingresos (canasta alimentaria) 2020 a abril de 2022. Variación anual %

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Fuente: a partir de datos de CONEVAL https://bit.ly/3vnIV9d

 

No es la primera vez que ocurre esto y, de hecho, en las últimas dos décadas, se registraron varios episodios en los que los precios de la canasta de pobreza extrema subieron más que los promedios, pero esta es, precisamente, una de las razones por las que la pobreza .

La diferencia es notable y tiene grandes implicaciones, pues de mantenerse esta tendencia, y si los ingresos de la población no mejoran al mismo ritmo, lo previsible es que se registre un nuevo crecimiento de la pobreza extrema. La población  más pobre gasta una proporción más elevada de sus ingresos en la compra de alimentos y bebidas, y por esta misma razón le repercute más intensamente la inflación en general y en la canasta alimentaria.

A nivel global, la FAO ya ha alertado de un crecimiento de la inseguridad alimentaria, que en 2018 afectaba a 161 millones de personas. Para 2022 se estima que esta población habrá aumentado a más de 200 millones.

Las respuestas del Ejecutivo federal

Como respuesta a las amenazas de una creciente inflación, el Gobierno Federal presentó el 4 de mayo de 2022 el programa llamado Paquete contra la inflación y la carestía (PACIC) con un conjunto de medidas para impedir un mayor crecimiento en los precios de 24 productos básicos y en diversos servicios e insumos estratégicos. Esta canasta básica es la que utiliza la Procuraduría Federal de Defensa del Consumidor, y es más reducida que la empleada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social para calcular el comportamiento de las líneas de ingreso de pobreza.

El PACIC consiste en 16 medidas, organizadas en producción, servicios, comercio exterior y otros. Las de producción consisten en la estabilización de los precios de los combustibles, a través de un subsidio gubernamental que podría costar alrededor de 400 mil millones de pesos en 2022, en estímulos a la producción de cereales, en varias medidas para apoyar la distribución de fertilizantes convencionales y orgánicos, y en la eliminación de las cuotas compensatorias del sulfato de amonio, buscando abaratarlo (o que no se encarezca más) de tal modo que no suban más los costos de producción y los precios agrícolas.

Estas medidas de apoyo productivo son relevantes, sobre todo por la gran dependencia que México registra a causa de su elevada importación de alimentos. De hecho, en el caso del maíz amarillo y de otros productos la dependencia externa  ha crecido  en los años recientes . No se dispone de estimaciones que permitan identificar el posible impacto de tales medidas en la producción nacional. En lo que se refiere al costo del programa, sin duda la mayor parte recae en el subsidio a los combustibles, y que en su mayor parte beneficia a los automovilistas, sobre todo a los de medianos y mayores ingresos.

En lo que se refiere a las medidas de distribución, se trata de fortalecer la seguridad y mantener los peajes de cuotas de carreteras, exentar las cartas de porte en el transporte de productos e insumos básicos, de no aumentar las tarifas ferroviarias, acelerar trámites aduaneros y agilizar el despacho en puertos. En cuanto a comercio exterior, la medida es exentar de aranceles a la importación de productos básicos y de insumos. Esta última medida tendrá muy poco impacto, ya que la mayor parte de las importaciones ya tienen actualmente un arancel cero.

Adicionalmente, se estableció una reserva estratégica de maíz de cerca de un millón de toneladas a cargo de Seguridad Alimentaria Mexicana,  se continuará con precios de garantía para pequeños productores, y se fortalecerá el programa de abasto en leche y otros básicos (DICONSA y LICONSA).

La discusión inmediata sobre el PACIC se centró no solo en sus posibles efectos, sino también en la naturaleza de las medidas. Desde antes de que se presentara el programa, varios sectores alertaron sobre la pertinencia del control de precios, considerando que este tiene resultados contraproducentes a largo plazo. Por esta razón, se insistió en que no se trata de controles, sino de medidas coordinadas tanto en el frente de la producción como en el de la distribución. La preparación del PACIC no tuvo en realidad mucha participación o concertación con los sectores productivos, salvo, quizá, con algunos grupos que previamente habían aceptado algunas medidas (caso de TELMEX y TELCEL).

La expectativa general actual es que la inflación empiece a bajar en 2023, aunque se llegaría a un nivel menor al cinco por ciento anual hasta 2025. Las tasas de interés seguirán subiendo durante todo el año, y se trasladarán a mayores costos financieros inevitablemente. La política monetaria no entró en el acuerdo de estabilización de precios. Por su parte, el buen comportamiento del tipo de cambio peso/dólar hasta ahora ha contribuido a que las expectativas de inflación no empeoren.

Dado el grado tan alto de apertura comercial y de dependencia financiera,  alimentaria y energética, el curso de la inflación seguirá atado a lo que ocurra en los mercados internacionales y en Estados Unidos, particularmente. Los pronósticos globales son inciertos, y es muy probable que en unos meses sea necesario revalorar la funcionalidad del PACIC, sobre todo en el grupo de productos de la canasta básica y, en general, en el poder de compra de los salarios. Este será un punto clave, para que el control de la inflación no recaiga sobre los salarios reales y sobre el bienestar de la población.

 

Notas: 

[1] Ver: Enrique Provencio,  La inflación y sus riesgos para el bienestar. Brújula Ciudadana #130. https://www.revistabrujula.org/b130-inflacion-riesgos-bienestar-mexico

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