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1. El ataque de Rusia a Ucrania
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Foto de Gayatri Malhotra vía Unsplash

Conflicto Rusia-Ucrania: ¿de cuál lado debemos estar los latinoamericanos?

Alexis Rivera Ballesteros

Economista consultor en el Banco Mundial y maestro en economía internacional por la Universidad de California en San Diego

 

 

 

 

El conflicto en Ucrania lleva poco más de un mes de duración, causando miles de muertos, heridos y desplazados.  Es inadmisible que, sea la razón que sea, haya este tipo de situaciones en donde las decisiones de unos cuantos puedan afectar la vida de muchos.  Sin embargo, en un mundo tan dividido políticamente pero tan interconectado económicamente, este conflicto ha generado un acalorado debate y una serie de repercusiones que hacen que las personas y gobiernos de todo el mundo tengan diferentes reacciones. 

 

Los países latinoamericanos no han sido ajenos a los efectos de este enfrentamiento y han provocado una serie de reacciones que dividen la opinión en nuestro continente, condenando a Rusia por su actitud beligerante o acusando la intrusión oportunista de la OTAN y otras potencias occidentales en Ucrania.  Pero más allá de esta controversia sobre qué países, políticos o bloques internacionales tienen la razón, están los impactos y lecciones que esta confrontación está generando.  La inestabilidad del conflicto en Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia han estado alimentando una volatilidad feroz en el mercado de commodities que está teniendo un impacto en América Latina mayor al que podíamos imaginar y que va más allá del aumento del precio de la gasolina.  Hasta ahora, resulta imposible saber cuándo terminará la batalla, a qué grado escalará o cuál será la magnitud de las futuras acciones bélicas o sanciones económicas.  Pero tomando en cuenta que América Latina está inmerso en este mundo globalizado, los latinoamericanos estamos obligados a evaluar los riesgos y diseñar acciones para mitigarlos.  Entonces, ¿Latinoamérica debería estar del lado de Rusia estrechando relaciones con ellos o del lado de Ucrania apoyando las sanciones que el bloque hegemónico de occidente ha impuesto al gobierno de Putin?  De ninguno de los dos.  Los latinoamericanos debiéramos estar del lado de Latinoamérica y enfocarnos en cómo reducir el impacto negativo de eventos que suceden en otras partes del mundo.  Detonar un conflicto armado que desestabilice la paz global e imponer sanciones que alteren el comercio internacional son acciones perjudiciales para nuestra región.  En este texto describo algunos de los principales efectos directos en América Latina ocasionados por los mecanismos de oferta y demanda globales de insumos para la producción.

 

 

El riesgoso negocio del petróleo

 

Después del desplome de los precios del petróleo en 2014-2015 cuando el barril de crudo cayó en tan sólo unos meses de 108 dólares a menos de 50 dólares, varios economistas vaticinaron que jamás volveríamos a ver esos precios.  Incluso, durante los primeros meses del 2020, la falta de demanda de este combustible, durante los inicios de la pandemia, tumbó sus precios a mínimos históricos.  Sin embargo, los recientes anuncios de grandes empresas petroleras como Shell de restringir las compras de petróleo ruso como sanción económica dirigida al gobierno de Putin han elevado la ansiedad de compradores de petróleo sobre una eventual disminución de oferta de este combustible, lo que ha aumentado su precio a un nivel no visto desde hace 15 años.  Este tipo de restricciones no ha menguado el ímpetu de Putin y, por el contrario, han incrementado esta ansiedad de un eventual desabasto de combustible disponible en el mundo, donde Rusia es el segundo mayor exportador de este recurso fósil (gráfica 1).  Además, Europa y algunos otros países vecinos a Rusia, se han dado cuenta de su fuerte dependencia de las importaciones de crudo y gas ruso, lo que hace que este tipo de sanciones sean actualmente muy difíciles de implementar. 

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Gráfica 1. Exportaciones globales de petróleo crudo en 2020.  Fuente: https://oec.world/es/profile/hs92/crude-petroleum

 

América Latina no es un importante importador de petróleo ruso, pero los impactos indirectos del suministro de este recurso se han hecho ver.  Algunas grandes empresas petroleras como Valero, están volteando a ver a nuestra región como un socio más importante, como consecuencia de la volatilidad del gobierno ruso y de la actual situación.  Países con importante producción petrolera como Venezuela, México, Brasil, Colombia, Trinidad y Tobago y Ecuador podrían aprovechar esta situación para aumentar su participación en el mercado global ofreciendo una alternativa de diversificación a países de occidente para disminuir la dependencia de importaciones rusas.  Esto podría significar un auge petrolero y económico en estos países latinoamericanos.  Sin embargo, el auge petrolero podría aumentar la dependencia del gobierno en los ingresos provenientes por este recurso e incrementar el riesgo de desequilibrio macroeconómico derivado de la volatilidad del precio de energéticos fósiles, junto con una serie de problemas adicionales descritos en «La riqueza no renovable de las naciones».  Por otro lado, algunos países latinoamericanos podrían optar por aumentar la producción petrolera para abastecer su consumo doméstico y poder disminuir la exposición a la volatilidad del precio del combustible.  Esta alternativa también es cuestionable.  Mantener precios artificiales de un commodity como el petróleo, cuando éstos se dictan globalmente por las fuerzas del mercado internacional, puede crear problemas económicos en el mediano y largo plazo derivado de menores rentas petroleras que conllevan a una carga en las finanzas públicas.  Por tal motivo, los países latinoamericanos pueden aprovechar los ingresos extraordinarios por un boom de exportaciones petroleras sin olvidar los riesgos que esto implica y asegurando la diversificación de sus fuentes de ingresos.

 

 
El efecto devastador de la guerra en los más pobres

 

Rusia y Ucrania son dos de los exportadores más importantes de commodities agrícolas en el mundo, especialmente de productos como el trigo, aceite de girasol (gráfica 2) y fertilizantes.  Así como con el petróleo, los precios de los commodities agrícolas son fijados por los mercados globales, los cuales están muy ansiosos por la situación actual.  Cualquier evento que refleje un futuro desabasto de estos productos, genera volatilidad y un alza en sus precios.  El trigo, el aceite de girasol y los fertilizantes son insumos indispensables para la producción de alimentos.  Además, la producción de comida es altamente intensiva en energía, la cual en muchos casos proviene de fuentes fósiles como el petróleo.  Por lo tanto, este conflicto puede tener un doble efecto multiplicador en el encarecimiento de alimentos y recrudecer la crisis alimentaria que existe en muchas partes del mundo, principalmente en África subsahariana.

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Gráfica 2: Exportaciones globales de semilla o aceite de girasol en 2020. Fuente: https://oec.world/es/profile/hs92/sunflower-seed-or-safflower-oil-crude

 

Aunque la mayoría de los países latinoamericanos no son importantes socios agrícolas de Rusia y Ucrania, el conflicto ya está comenzando a crear ganadores y perdedores en nuestro continente.  Por ejemplo, grandes exportadores de trigo en México y Argentina están obteniendo mayores ingresos por su producción y quizá incrementando su participación en los mercados globales.  Pero, por otro lado, una buena parte de la población está viendo que los precios de productos de la canasta básica de alimentos como el pan van aumentando.  Más allá de estimar si un alza de precios de estos productos es positiva para la economía de los grandes países exportadores de productos agrícolas, es más importante dimensionar el efecto en la nutrición de la población más desfavorecida.  De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, antes de la pandemia de COVID-19, había aproximadamente 24 millones de latinoamericanos viviendo con menos de 1.90 dólares diarios.  Con el impacto económico negativo que dejó la pandemia, economistas estiman que este número aumentó a 27 millones.  Esto significa que ahora con el conflicto en Ucrania, 27 millones de latinoamericanos, equivalente a toda la población de Guatemala y Honduras juntos, verían cómo su limitado ingreso les alcanza para una menor cantidad de alimentos, de menor calidad o de menor valor nutricional.  Además, un aumento en el precio de los fertilizantes, los cuales son necesarios también para la producción de muchos cultivos de supervivencia o autoconsumo podría hacerlos incosteables y orillar a más campesinos a migrar al norte para escapar de su situación de insuficiencia alimentaria o a unirse a los grupos de delincuencia organizada.  Por tal motivo, los países latinoamericanos tienen la encomienda de atender a su población más vulnerable durante estos tiempos, creando programas de nutrición y acceso a alimentos.

 

 
Hacia la destrucción de la riqueza natural de nuestro continente

 

Las fluctuaciones de los precios de los commodities, no sólo afectan a la gente, también impactan al medio ambiente.  Qué mejor incentivo para seguir produciendo petróleo que tener precios altos y jugosas ganancias.  Para muchos, el conflicto ha remarcado la dependencia que tenemos en los combustibles fósiles y la necesidad de tener una vasta oferta global y doméstica para mantenerlos con precios bajos.  Algunos países en nuestro continente quizá comenzarán a contemplar favorecer la exploración petrolera, invertir en nuevas refinerías o en aumentar la capacidad productiva de energías fósiles.  Para aquellos que ven ahora más importante que nunca hacer la transición de energías fósiles a fuentes de energía renovables como la solar y la eólica, el conflicto Rusia-Ucrania también genera un obstáculo.  La producción de baterías de almacenamiento de energía renovable requiere de minerales como el aluminio, cobalto, hierro, plomo, litio, manganeso y níquel.  El mayor exportador de este último es Rusia, quien concentra el 20% de todo el níquel que se comercia en el mundo (gráfica 3).  Las recientes sanciones a Rusia y la creciente volatilidad derivada del conflicto han elevado el precio del níquel a un nivel no visto desde 2008. De mantenerse así, los insumos para continuar con las nuevas fuentes de energía se encarecerán y será más difícil que los países de nuestra región sigan adoptándolas.

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Gráfica 3: Exportaciones globales de níquel en 2020. Fuente: https://oec.world/es/profile/hs92/raw-nickel

 

Algunos otros países de nuestra región quizá comenzarán a plantearse más seriamente aumentar su capacidad de producción de energía nuclear por ser más amigable con el medio ambiente y más costeable.  Sin embargo, el debate en torno a una nuclearización del mundo sigue activa, más aún con los accidentes ocurridos en Chernóbil y Fukushima o con la carrera armamentística nuclear que hacen que la humanidad se acerque más a su autodestrucción.

 

Por otro lado, el lucrativo negocio de producción agrícola por altos precios de productos como el aceite de girasol y una disminución de compras a Rusia, podría ocasionar una expansión de la industria agrícola en nuestra región.  Esto significaría el aumento del área para el sembrado de monocultivos que necesitarán más espacio para su producción y que significan la destrucción de bosques y mayor erosión de la tierra, como actualmente sucede en el Amazonas.  Desafortunadamente, estos impactos en el medio ambiente están ligados a un recrudecimiento de los desastres naturales en el continente como sequías o inundaciones.  Como lo compartí en una edición anterior, los riesgos globales de la humanidad más inminentes son los relacionados con el medio ambiente.  Si los países latinoamericanos no comienzan a tomar medidas para mitigar estos riesgos y dejan que los impactos derivados del enfrentamiento en Ucrania se agudicen, cuando decidan revertirlos, quizá ya sea demasiado tarde.

 

 

Reflexiones finales

 

En América Latina se ha intensificado el debate en torno al enfrentamiento en Ucrania y hasta se ha concentrado en el ámbito geopolítico en algunos casos.  Sin embargo, es de mayor importancia tomar en consideración los impactos directos que ya están causando estragos en nuestras economías y bienestar de los latinoamericanos.  Al estar en un mundo globalizado, es imposible no estar afectado por los precios de los commodities como el petróleo, los minerales y los recursos agrícolas.  Todo conflicto en el mundo genera inestabilidad y volatilidad en el mercado que al final termina afectando a las poblaciones más vulnerables.  Ante esto, los tomadores de decisiones y diseñadores de políticas públicas deben encontrar los mecanismos adecuados para evitar que esta volatilidad termine por deteriorar la economía de sus países.  Al mismo tiempo, los gobernantes deben aprender que preferir la paz por sobre todas las demás alternativas es siempre mejor y que implementar sanciones económicas a un país genera también malestar generalizado en la población mundial y quizá no tanto a las cúpulas del poder.  Rusia, Ucrania o la OTAN podrán tener sus motivos para continuar con el conflicto.  A los países latinoamericanos les toca estar del lado de su propia región, mitigando los efectos negativos derivados de este enfrentamiento y aprendiendo cómo blindar sus economías de eventos de alcance global como éste en el futuro.

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