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1. Retos de la migración regional: Centroamérica, Estados Unidos y México

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Foto de Reuters/Evelyn Hockstein

¿Un socio confiable en Centroamérica?

 
Carlos Heredia Zubieta

Profesor asociado en la División de Estudios Internacionales del CIDE

 

 

 

¿Pueden Estados Unidos, México y Centroamérica abrir la puerta de la oportunidad para mejorar la calidad de vida y la seguridad humana de todas las personas en nuestra región?

Habitualmente se habla de la población migrante como números – aumentaron tanto los flujos hacia el norte, se incrementaron las muertes en el desierto de Arizona, crecieron los actos de violencia contra migrantes en tal o cual región. 

Se asocia la migración a un lenguaje persecutorio y a políticas punitivas.  Pocas veces se aborda desde una perspectiva en que realmente nos hagamos cargo de un dato brutal: las condiciones de supervivencia en amplias franjas del territorio de Guatemala, El Salvador y Honduras son insostenibles. Es imposible ganarse la vida dignamente y en tranquilidad. 

‘No se resuelven las cosas con medidas coercitivas. Se tienen que dar opciones, alternativas’, ha manifestado el presidente de México. Así que cualquier exhorto a que la gente se quede en su lugar de origen tendría que ser acompañado por acciones estratégicas que hagan más habitables a las comunidades expulsoras.

En vez de poner el énfasis en un objetivo imposible de cumplir, como lo es detener los flujos migratorios, es la hora de que las autoridades en cada país adopten un nuevo enfoque ante los desafíos regionales, con base en una mejora de la calidad de vida de las personas y de la sociedad en su conjunto. 

Para bien o para mal, Estados Unidos es un actor interno en la política nacional de Guatemala, El Salvador y Honduras. En conductas contrastantes en diferentes momentos, Washington ha envalentonado a los gobernantes autoritarios, pero también ha financiado comisiones contra la corrupción y ha abogado por los derechos humanos y la democracia.

La visita de la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris a Guatemala y México los días 7 y 8 de junio de 2021 tuvo una narrativa explícita: abordar las causas de raíz de la migración de la región hacia Estados Unidos.  La agenda bilateral incluye una gran variedad de temas adicionales (véase cuadro 1), pero el énfasis por parte de Washington está en el control migratorio.  ‘No vengan, la frontera está cerrada’ fue el mensaje de Harris a migrantes y solicitantes de refugio.

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La falta de transparencia en la relación bilateral

El cuadro 1 está construido con base en información de la parte estadounidense.   La parte mexicana no ha sido transparente; no distribuyó información sobre los temas abordados en la reunión bilateral, y menos aún si se llegó a acuerdo alguno.

Palacio Nacional y la SRE han hecho dos planteamientos de manera reiterada:

  1. Que Washington incluya dentro de sus planes de apoyo y financiamiento en Centroamérica a los programas sociales ‘Sembrando Vida’ y ‘Jóvenes Construyendo Futuro’, que el gobierno mexicano ha exportado a Guatemala, El Salvador y Honduras;
     

  2. Que la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) del gobierno estadounidense deje de financiar a organismos de sociedad civil mexicanos, entre los cuales se mencionan de manera expresa Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) y Artículo 19.

A buen entendedor, pocas palabras: la Casa Blanca habla de ‘desarrollo agrícola’ y de ‘empoderamiento de los jóvenes’, pero nunca ha menciona la opción de apoyar los mencionados programas mexicanos.  Por lo que toca al apoyo a OSCs mexicanas, la cancillería mexicana envió una nota diplomática el 7 de mayo, planteando a Washington ‘suspender el apoyo financiero que proporciona a la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Lo anterior en virtud de que el financiamiento a actores políticos va en contra de las relaciones de respeto mutuo y no intervención, propias de la relación entre el Gobierno de la administración (de nosotros) con la administración del presidente de Biden’.

Esta nota diplomática no recibió respuesta directa, sino a través de un comunicado en que el gobierno del presidente Biden reafirma que se sostendrán las ayudas a aquellas organizaciones que promueven la democracia, combaten la corrupción y el autoritarismo. 

En el cuadro 2 se muestran los apoyos que en 2019 otorgó la USAID en México. Destaca el dato de que 88.5 por ciento de los apoyos fueron destinados al gobierno de México; de estos fondos, 56 por ciento del apoyo estadounidense es para el desarrollo económico y 44 por ciento es militar. Llama la atención que la nota diplomática emitida hable de intervencionismo cuando los recursos van a entidades que realizan investigación sobre la corrupción, o tareas periodísticas desde una perspectiva crítica, pero no llame intervencionismo a los apoyos del extranjero recibido por el gobierno mismo.

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Donde termina el asfalto

 

La vicepresidenta Harris tiene asignaciones difíciles: contener el flujo de trabajadores indocumentados hacia el norte; reconstruir el sistema de asilo de Estados Unidos y realinear los nuevos objetivos de política exterior.

Hay socios confiables en Centroamérica y México. En Guatemala, El Salvador y Honduras pensamos en Fe y Alegría, la red de escuelas de educación popular que ha transformado comunidades en toda Centroamérica durante casi medio siglo. Brinda educación de calidad a 78.244 personas, incluidos estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato, así como padres de familia y capacitación técnicas para jóvenes en aldeas rurales y vecindarios pobres.  Son escuelas públicas -establecidas en comunidades campesinas y aldeas indígenas, así como en barrios populares- y reciben fondos directamente del Ministerio de Educación de cada país, complementados con donaciones locales e internacionales.

En México, Fe y Alegría estableció una alianza con Puente Ciudadano, AC, y con el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) para impulsar el proyecto piloto ‘Jóvenes Promesas’ por el que 12 jóvenes centroamericanos estudiaron su bachillerato técnico en planteles del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica en Puebla entre 2018 y 2021 (más información aquí).

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Hablemos de ayuda mutua y respeto

¿Quién ayuda a quién? Durante la pandemia, los jornaleros y empleados mexicanos y centroamericanos fueron designados como 'trabajadores esenciales'. Recogen cosechas, cocinan en cocinas, sirven mesas, limpian oficinas y habitaciones de hotel, ayudan a administrar hospitales, construyen casas privadas y escuelas en todo el país. Estados Unidos es el hogar de más de cinco millones de inmigrantes de Guatemala, El Salvador y Honduras. En 2020 enviaron remesas a casa por $ 23 mil millones, veinte veces la cantidad de dinero t Estados Unidos es el hogar de más de cinco millones de inmigrantes de Guatemala, El Salvador y Honduras. En 2020 enviaron remesas a casa por $ 23 mil millones, veinte veces la cantidad de dinero que estos países reciben en asistencia exterior.

Es hora de emprender un nuevo estilo de desarrollo, como propone la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de la ONU: https://bit.ly/2RAzCBu  ¿Qué tanto nos moveremos de un concepto tradicional de ayuda, como un instrumento de política exterior que implica sumisión de quienes la reciben, a un concepto de cooperación y trabajo conjunto que construye respuestas compartidas a desafíos comunes?

Es imprescindible que exista un proceso de apropiación social del desarrollo, validado con la población local, y consistente con su contexto interno.  La vicepresidenta Harris encontrará que no se puede ni se debe suplantar al Estado, pero sí apoyar esfuerzos para transformarlo en un instrumento al servicio de los ciudadanos.

En conclusión, las esperanzas de éxito crecerán en la medida en que se acepte que detener los flujos migratorios es un esfuerzo fútil y que las energías sociales estarán mejor empleadas en hacer de los países centroamericanos lugares más habitables para todos sus ciudadanos.  El presidente Biden es un líder compasivo y con empatía. En 2022 será la sede de la Cumbre de las Américas, para buscar soluciones a problemas compartidos. La educación de calidad con las personas más pobres podría ser un eje aglutinador de esfuerzos por el desarrollo local.

La iniciativa Jóvenes Promesas es un ejemplo de asociación con base en la confianza entre aliados mexicanos y centroamericanos. A su vez, Fe y Alegría es un socio confiable desde hace mucho tiempo del pueblo de Centroamérica, y también es un aliado de las organizaciones estadounidenses que luchan por la justicia social. La ciudadanía se está poniendo al día, la carga de la prueba ahora recae en los gobiernos centroamericanos, de México y de Estados Unidos: ¿Pueden convertirse en socios confiables de los pueblos centroamericanos?

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