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2. Inseguridad y violencia en Jalisco

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Foto de Román Lopez vía Unsplash

Reflexiones a partir de diálogos con víctimas y victimarios del crimen organizado en Jalisco

 
Danielle Strickland

ITESO

 

 

 

  • 8 de febrero: Balacera en un restaurante a la hora de la comida entre ‘grupos delictivos’ deja tres heridos y un hombre privado de la libertad 

  • 27 de febrero: Masacre de 11albañiles esperando su pago semanal

  • 10 de mayo: Aparecen los cuerpos de tres hermanos secuestrados de su hogar

  • 18 de junio: Llevan 110 cadáveres exhumados extraídos de dos fosas…

 

Son algunas de las noticias más polémicas sobre la violencia en Jalisco a lo largo del primer semestre de este año. Al ser el estado con más desapariciones y fosas clandestinas a nivel nacional, acontecimientos como éstos son cada vez menos impactantes. Tampoco sorprende que Jalisco se encuentre en segundo lugar de ‘crímenes atroces’ durante el primer trimestre de 2021 o que haya permanecido entre las cinco entidades con mayor número de homicidios dolosos registrados durante los últimos años (Causa en Común, 2021).

Los medios siguen reportando la violencia, los ciudadanos siguen tomando las calles a protestar contra la impunidad, pero se siente un aumento en la desesperación colectiva, así como una normalización de la inseguridad en Jalisco. Los reclamos crecen cuando las víctimas salen del ‘perfil estereotípico del crimen organizado’, como fue el caso con los hermanos González Moreno, quienes fueron sustraídos de su hogar el 7 de mayo, supuestamente por el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). José Alberto era estudiante de geografía y chelista, Luis Ángel tenía un negocio de serigrafía y tocaba el violín, y Ana Karen trabajaba en una empresa del sector automotriz. Las secuelas fueron parecidas a las que ocurrieron hace tres años tras el multihomicidio de tres estudiantes de una universidad privada de Artes Audiovisuales en Guadalajara: una marcha con la participación de miles de ciudadanos, cobertura extensiva por los medios, reclamos por organismos internacionales, las autoridades dieron la cara, pero la inseguridad sigue.

 

Causas

Ante esta realidad, de poco sirven las respuestas reactivas; necesitamos explorar las raíces del problema. ¿Cómo fue que los grupos delictivos llegaron a ser más organizados y más poderosos que el Estado? Para responder a esta pregunta, debemos considerar varios factores socioculturales que han contribuido al empoderamiento del crimen organizado.

Comenzamos con las violencias estructurales. La sobrevaloración del capital social y cultural (Bourdieu, 1986) en la sociedad tapatía son claves para este análisis. Se destacan las marcadas diferencias entre la educación pública y la privada, al reconocer que la segunda brinda mucho más capital cultural a los estudiantes y a sus respectivas familias. Las influencias de parentesco y las relaciones poderosas para conseguir un buen trabajo (capital social) son otra característica notable, por lo menos en el área metropolitana de Guadalajara (AMG).

El estigma de los ‘pobres’—tomando en cuenta carencias de capital económico, así como capital social y cultural—también limita a una gran parte de la población jalisciense. Entrevistas con jóvenes del Cerro del Cuatro (una de las zonas más marginadas y violentas del AMG) revelan discriminación hasta por su domicilio. Contaron que sus solicitudes de empleo fueron rechazados a primera vista, simplemente por el código postal (Strickland, 2019). Así notamos cómo la reputación problemática de ciertas zonas de la ciudad, fortalece el estigma contra quienes viven allí.

De acuerdo con el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) del INEGI, existen 516 establecimientos económicos entre las tres colonias que conforman la parte más alta del Cerro del Cuatro. No parece tan mal para que los vecinos consigan un trabajo cerca de su casa, hasta notar que 498 de estos negocios operan con cero a cinco empleados (generalmente familiares); los únicos establecimientos con más de cinco trabajadores en la zona son escuelas, centros religiosos y un minisúper.

Aparte de tener que buscar trabajo lejos del domicilio, muchos padres de familia ven la necesidad de tener varios empleos para cubrir los gastos del hogar. El exceso de trabajo, presiones económicas y tiempo perdido en largos traslados perjudican la sana convivencia en casa. Muchos jóvenes buscan llenar con amistades el vacío dejado por la ausencia de sus padres. El sentido de pertinencia y poder que ofrece ‘la plaza’ del crimen organizado que controla el barrio puede ser especialmente atractivo para estos chavos. “[El CJNG] me cuidaba. Sabía que si caía en la cárcel, a mi familia no le iba a faltar nada,” explica un hombre privado de su libertad en el Reclusorio Metropolitano de Jalisco. Otro compañero del Metropolitano resume su infancia así:

Con una población disfuncional, se trae como consecuencia una niñez maltratada, abandonada, que hereda las actividades y vicios de sus progenitores, lo que ocasiona que a muy temprana edad ya seas todo un vicioso, lo que te lleva a empezar a delinquir uniéndote a los diferentes grupos que se forman para robar, vender drogas o cualquier cosa que deje dinero para seguir enviciándote. En ese semillero de niños problema, inicié mi vida. (Pineda, 2018, p.19) 

Con esta lógica, podemos reconocer el fácil acceso y atracción del crimen organizado para jóvenes marginados, como una de las violencias estructurales más graves en Jalisco.

Los valores neoliberales que predominan en nuestra sociedad crean un imaginario basado en la relación directa entre el dinero y el éxito. Con las limitaciones de la oferta educativa y laboral, para los jóvenes del Cerro del Cuatro (o cualquier otra zona relegada) trabajar para la plaza es a menudo la opción más realista para superar la pobreza económica. Lo que quizá no todos reconocen de manera consciente al momento de unirse al crimen organizado, es la imposibilidad de evitar la violencia en este campo laboral. Otro hombre encarcelado en el Metropolitano relata su entrada al cartel así: “Me decía: ‘Ve cómo vivo, si trabajas conmigo nos va a ir mejor.’ Todo parecía ser real, todo era fiesta, no lo veía hacer nada difícil” (Solorio, 2019, p.25).

El empoderamiento del crimen organizado también tiene que ver con el pensar, sentir y actuar de los ciudadanos. En primer lugar, hay que considerar la falta de confianza en las autoridades gubernamentales. Desde la práctica de llenar los puestos del gobierno con ‘su gente’ (un claro ejemplo del valor de capital social), muchos de los que quedan fuera se sienten excluidos y descarten la posibilidad de colaborar con el gobierno para enfrentar los problemas de inseguridad. A espaldas del Cerro del Cuatro, en otra colonia reputada por el crimen y la violencia, los vecinos reconocen las interfaces con el gobierno como uno de los principales obstáculos para fomentar la seguridad en su barrio. También destacan una actitud colectiva de apatía y clientelismo en la colonia. Consideran que hay una tendencia de criticar y esperar respuesta de las autoridades “sin levantar un dedo”. “Se va la luz, un problema que les afecta directamente, y ni marcan a la Comisión…menos van a llamar a la policía cuando ven un delito,” explicó una vecina.

Estas características de los ciudadanos se combinan con un sistema de seguridad pública plagado por la corrupción, lo cual complica aún más la esperanza de desarrollar un sistema de coproducción de seguridad en Jalisco. La misma historia del ‘niño problema’ lo ejemplifica bien:

Me pusieron a alinear gente con apoyo del comandante y del jefe del grupo de la judicial en la que participábamos todos revueltos. Había que quitarles el material y alinearlos; si no querían, iban a caer a la penal con material que nosotros les poníamos. (Pineda, 2019, p.21)

Por casos como este, 60% de los residentes de Guadalajara opinan que la policía inspira ‘poca’ o ‘nada’ de confianza (Demoskópica México, 2021). Sin contar con el apoyo de la policía, vuelven a salir las ideologías individualistas; cada quien cuida lo suyo y se mueve por sus propios intereses, sin preocuparse por sus vecinos.

Lo que podría percibirse como simples tendencias egoístas, se complica cuando consideramos el miedo e incluso la inteligencia para mantenerse fuera del radar de ‘la plaza’. Algunas citas de los vecinos de la colonia detrás del Cerro del Cuatro reflejan esta lógica:

¿Para qué me meto en problemas? Te digo… es mejor seguir con tu vida.

¿Quieres llegar a viejo? Hazte pendejo.

Ya no te conviene meterte con los chavos…un chavo de 16 años ya trae una pistola, ¿no?

Por eso, podemos hablar de una ‘ley de silencio’ que se hace valer con el miedo colectivo frente al poder del crimen organizado (Strickland, 2019).

Consecuencias

La combinación de estos factores ha promovido el desbordamiento de la violencia en Jalisco. Entre las manifestaciones más alarmantes se encuentran la plétora de fosas clandestinas, el miedo colectivo y la normalización de la violencia. Desde diciembre 2018 a marzo 2021, se descubrieron 3,096 fosas clandestinas en el estado. La Comisión Estatal de Derechos Humanos informó que en 2020 se registró el mayor número de víctimas halladas en fosas clandestinas en la historia de Jalisco, representando el 43% de los cadáveres encontrados a nivel nacional en este tipo enterramiento (Huerta, 2021; Agencia EFE, 2021). De la fosa más grande, hallada en el municipio de El Salto en octubre del año pasado, extrajeron 131 cadáveres.

El miedo colectivo, revelado con algunas de las citas presentadas arriba, es otra de las manifestaciones más preocupantes de la inseguridad, la cual se reitera cada trimestre con la publicación de resultados de la Encuesta Nacional sobre Seguridad Urbana (ENSU). Los datos de marzo 2021 indicaron que 77.1% de los residentes del AMG considera que vivir en esta ciudad es inseguro. Si se analiza por género, 82.8% de mujeres y 69.4% hombres se sienten así (INEGI, 2021).

La Encuesta sobre Percepción de Seguridad Ciudadana, levantada en la segunda quincena de abril de 2021 en Guadalajara, generó hallazgos similares. De acuerdo con este estudio, 63% de la población tapatía considera que es inseguro para una mujer, joven o niña, salir a la calle en su colonia. La mayoría no confía en la policía, principalmente porque consideran que son corruptos (85%) y/o trabajan en colusión con el crimen organizado (79%) (Demoskópica México, 2021). Además, se nota poca esperanza en las políticas públicas de seguridad, ya que 69% de la población del Área Metropolitana de Guadalajara considera que la delincuencia seguirá igual de mal o empeorará a lo largo del próximo año (INEGI, 2021). Finalmente, vemos cómo la desconfianza en los servidores públicos que deberían garantizar la seguridad ha generado un aumento en los actos de ‘autojusticia’. Según una encuesta levantada por el observatorio ciudadano Jalisco Cómo Vamos (2020), 35% de hombres y 19% de mujeres en el AMG afirman que ‘harían justicia por su propia mano’.

Estos datos reflejan una ‘normalización’ de la violencia en Jalisco; la población queda cada vez más entumecida hacia las notas rojas y se le hace cada vez más coherente responder a la violencia con violencia. El linchamiento de un ‘ratero’ por el robo de un celular es aplaudido en redes sociales, mientras las autoridades lo registran como ‘defensa propia’. ¿En qué momento llegamos a dar el mismo valor a un celular que a una vida humana? Quienes aplaudan la justica a mano propia en las redes, ¿estarían de acuerdo en legalizar la pena de muerte en México?

Reflexiones finales

La violencia crónica en Jalisco se debe, en gran medida, a un abanico de fallas por parte del Estado. En primer lugar, se destaca que aproximadamente 97% de los delitos quedan en la impunidad (Rodríguez, 2020). Ésta se vincula directamente con la corrupción en los órganos de seguridad de diversos niveles. La inequidad en las garantías de derechos sigue dominando nuestro sistema de ‘justicia’; como resume un hombre que lleva ya doce años privado de su libertad en el Metropolitano: “es el dinero, no la justicia, que te abre la puerta de salida de este monstruo gris.”

La corrupción de las policías municipales, así como de la estatal, ya se reconoce abiertamente por los gobernantes en Jalisco. Un ejemplo reciente fue el discurso de Enrique Alfaro en respuesta a las 26 detenciones arbitrarias, en las manifestaciones tras el asesinato de Giovanni López a manos de policías municipales. Según el gobernador:

…el mando de las policías ministeriales y elementos de esa corporación que actuaron de esta manera, pudieron haberlo hecho por instrucciones surgidas de otra fuente…desde los sótanos del poder en la Ciudad de México y desde, desafortunadamente también, los intereses del crimen y la delincuencia organizada. Están buscando desestabilizar a nuestro estado. (Alfaro, 2020)

Con tasas de impunidad entre las más altas del país (y el mundo), las autoridades jaliscienses han mantenido su mira en el castigo punitivo. Así lo plantea Alfaro, como primer punto de su plan de seguridad: “Delincuentes en la cárcel, no en la calle” (Alfaro, 2018). Responder a la violencia con más violencia genera graves retrasos en el desarrollo de una visión más restaurativa y sanadora, la cual solo vendrá con un cambio de consciencia colectiva para que las victimas lleguen a pensar más allá de tus propios intereses y de la venganza. Nadie se beneficia del castigo punitivo, pero todos pueden beneficiarse de la justicia restaurativa.

A la vez, hay que reconocer que los ciudadanos también somos responsables de la inseguridad. Aunque la ‘ley de silencio’ a menudo se justifica con no poner su propia vida en riesgo, seguimos siendo responsables por la escasez de acciones que favorecen la seguridad y la cohesión social. En este sentido, hago una llamada a recurrir a estrategias de prevención más creativas, que rebasen la inteligencia del crimen organizado. La recuperación de espacios públicos, la convivencia vecinal y la eficacia colectiva, por ejemplo, pueden reducir la inseguridad en los barrios sin tener que abordar el tema de la delincuencia directamente. Debemos reconocer que todos somos responsables (por comisión u omisión) por la inseguridad en Jalisco y en el resto del país.

Otra carencia grave en las iniciativas para reducir la violencia, es la falta de involucramiento de las personas jóvenes. En Guadalajara, por ejemplo, la Comisaría cuenta con un programa de policías de proximidad. A espaldas del Cerro del Cuatro, los oficiales han logrado buenas relaciones con varios vecinos, sobre todo los de la tercera edad, algunos padres de familia y los estudiantes de las primarias; sin embargo, no tienen proyectos con los jóvenes del barrio. Siendo los principales víctimas y victimarios de la violencia, es sumamente importante buscar sanar la relación entre jóvenes y policías comunitarias. Nos queda claro que el crimen organizado los aborda y les ofrece proyectos de vida; por ende, el Estado tiene que plantearles alternativas atractivas y realistas.

En resumen, la fracturación de la sociedad y la multitud de violencias estructurales, crean tierra fértil para el crimen organizado y la normalización de la violencia. La creación de oportunidades para que los jóvenes que no cuentan con capital económico, cultural y/o social salgan de la pobreza, junto con esfuerzos colectivos para reconstruir el tejido social, son los primeros pasos del largo camino hacia la seguridad en Jalisco.

 

Referencias

Agencia EFE. (2021, may 20). “Una nueva fosa revive el horror de los desaparecidos en el oeste de México”. EFE Noticias. https://www.efe.com/efe/usa/mexico/una-nueva-fosa-revive-el-horror-de-los-desaparecidos-en-oeste-mexico/50000100-4540870.

Alfaro, E. (2018). “1.- Los delincuentes en la cárcel no en la calle.” https://enriquealfaro.mx/seguridad/sub-eje/1-los-delincuentes-en-la-carcel-no-en-la-calle

Alfaro, E. (2020, oct 05). “COVID-19 En nuestras manos está evitar en Botón de Emergencia”. [Video]. YouTube. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=rCIfnd6IahI.

Bourdieu, P. (1986). The forms of capital. In Handbook of theory and research for the sociology of education. Greenwood Press.

Causa en Común. (2021). El primer trimestre del año, con al menos 1,464 atrocidades. http://causaencomun.org.mx/beta/wp-content/uploads/2021/04/211204_Boleti%CC%81n_Atrocidades_marzo-2021_VF.pdf

Demoskópica México. (2021). Informe de resultados. Encuesta sobre Percepción de Seguridad Ciudadana en el municipio de Guadalajara, Jalisco.

Huerta, J.C. (2021, ene 04). “Inicia 2021 y en Jalisco localizan fosa con 16 cuerpos”. El Financiero. https://www.elfinanciero.com.mx/estados/inicia-2021-y-en-jalisco-localizan-fosa-con-16-cuerpos/

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2020). Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE). https://www.inegi.org.mx/app/mapa/denue/default.aspx

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2021). Encuesta Nacional sobre Seguridad Urbana (ENSU). https://www.inegi.org.mx/programas/ensu/

Jalisco Cómo Vamos. (2020). Encuesta de percepción ciudadana ¿Cómo nos vemos los tapatíos? http://www.jaliscocomovamos.org/encuesta2020.

Pineda, F. (junio 2019). Oblatos. Rompemuros (2), pp. 19-23. http://www.rompemuros.mx/wp-content/uploads/2019/06/Revista-Rompemuros_Volumen-II.pdf

Rodríguez, L. (2020, nov 02). En la impunidad 97% de los delitos en Jalisco. NTR Noticias. https://www.ntrguadalajara.com/post.php?id_nota=157259.

Solorio, J. (junio 2019). Historia inconclusa. Rompemuros (2), pp. 24-29. http://www.rompemuros.mx/wp-content/uploads/2019/06/Revista-Rompemuros_Volumen-II.pdf

Strickland, D. (2019). Jóvenes, violencia y miedo. La (in)seguridad en el Cerro del Cuatro. El Colegio de Jalisco.

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