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3. Economía, comercio y política energética

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Foto de El Mono Español vía Wikimedia.

La inflación y sus riesgos para el bienestar

Enrique Provencio

Coordinador del Informe del Desarrollo en México del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM[1]


 

 

Durante sus meses más ingratos, la crisis de la pandemia impactó la economía familiar de muy diversas formas, en las pérdidas de empleo e ingresos, la reducción del consumo y el acceso a los alimentos, entre tantos otros efectos. En el tercer trimestre de 2020, cuando apenas empezaba una tímida reactivación de las actividades económicas, apareció una nueva inquietud en el horizonte: que el crecimiento de los precios fuera significativamente mayor al esperado, y eso hiciera aún más difícil la superación de las consecuencias sociales de la crisis.

Las señales de una mayor inflación surgieron hacia noviembre de 2020, y en los siguientes meses, en efecto, los precios iniciaron un ascenso que pronto dejó ver que en 2021 la inflación sería mayor a la que el Banco de México tenía establecida como la meta anual, de 3%. ¿Cómo puede afectar esto al bienestar familiar? Esta nota busca responder a tal pregunta, en el entendido de que el tema tiene muchas otras aproximaciones.

Los referentes básicos: brevísimo repaso

Pocos conceptos económicos son tan conocidos como la inflación. Aunque no siempre comprendamos sus causas, todos sentimos pronto sus efectos. Tomo aquí la definición más directa, la que proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI): “La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país”, y se mide con la variación porcentual de los precios de un conjunto o canasta de productos y servicios de lo que compra un consumidor representativo, a través del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), aunque hay también otros índicesi. 

La medición de la inflación es muy compleja y comprende un vasto operativo a cargo del INEGI, en el que se levanta información quincenal de más de 120,000 bienes o servicios específicos,  agrupados en 776 conceptos de gasto y 299 grupos genéricos. Una parte de estos es la canasta básica, que abarca 84 genéricos. Cada quincena se recopilan datos de una muestra representativa, en siete regiones y 55 áreas geográficas, de todos los estados. Algunos productos se cotizan hasta cuatro  veces por mes, y se levanta información de más de 320,000 precios. 

Se trata, así, de uno de los trabajos de campo más complejos del sistema nacional de información y de las estadísticas mexicanas, y que se diseña y opera de acuerdo con metodologías internacionales y con estándares de calidad bien regulados. Cuando una persona o un grupo piensa que el índice de precios se queda corto, lo que generalmente ocurre es que esas personas compran proporcionalmente más de algún producto o servicio, en comparación con los ponderadores de la canasta utilizada en el muestreo de la inflación, o que compra en una localidad pequeña o durante algún episodio específico de movimientos al alza para uno o varios productos. 

La inflación de 2021: noticia y novedad

Hacia fines de junio de 2021, se estimaba que la inflación de este mismo año podría rebasar el 5%. Entre la primera quincena de junio de 2020 y la de 2021 en México el aumento del índice de precios del consumidor fue de 6 %. Si se trata de un crecimiento transitorio, no será una inflación preocupante, pero el hecho es que las autoridades monetarias empezaron a tomar medidas  desde el 24 de junio de 2021, reaccionando al hecho de que los precios han crecido más de lo que estaba previsto, de hecho al doble del objetivo de inflación de este año. No se trata solo de un fenómeno mexicano, pues en muchos países estaba ocurriendo lo mismo, en especial en Estados Unidos, donde la inflación en el mismo periodo anual llegó a 5%, la más alta desde 2008ii.

La explicación más extendida de inflación de 2021 se relaciona con los propios desajustes de la crisis. En 2020, por ejemplo, bajaron los precios de los combustibles en la mayor parte del mundo, en particular de las gasolinas. Tales precios se recuperaron después y solo el efecto aritmético hizo que una parte importante de la inflación de marzo y abril de 2021 se debiera al repunte de los precios de las gasolinas. En México este efecto fue responsable de una quinta parte de la inflación de esos dos mesesiii.

En algunas ramas de la economía la reactivación resultó más lenta y se retrasó la producción de insumos, o la demanda creció más rápido de lo esperado, lo cual tuvo como efecto que empezaran a escasear algunos productos y a subir de precio los bienes finales. Han sido conocidos los casos de alzas muy significativas en los precios de las cajas para empaques y los microchips, por ejemplo, lo que genera desajustes temporales en la formación de precios, y se va transmitiendo en las cadenas de suministros y alimentando el alza de precios en otras ramas productivas. 

Lo mismo ocurre como efecto de impactos estacionales por sequías o distintos disturbios hidro meteorológicos en productos alimentarios, y en otros casos el impacto de la pandemia afectó las capacidades para que algunos servicios reaccionaran pronto a la recuperación del consumo. Esto último estaba ocurriendo en México en junio de 2021 con los precios de los boletos aéreos, pues las líneas no habían reincorporado todos los aviones al servicio cuando ya la demanda estaba activándose, a pesar de que no volviera todavía a los niveles pre pandemia.

Tales efectos tendrían que pasar relativamente pronto, y por tanto las alzas de precios serían transitorias, pero el Banco de México ya aumentó de nuevo la tasa de interés, considerando que las presiones en la formación de precios se estaban extendiendo más de lo previstoiv. En nuestro país han sido los precios de los combustibles los que más han contribuido a la inflación en 2021: en mayo los precios de los combustibles habían registrado un crecimiento de 26 % anual, y las gasolinas de 30%. En el transporte la inflación anual en el mismo periodo ya era de 13 %, y este es uno de los conceptos que pesan en el consumo y el gasto de los hogares.

Los riesgos para el bienestar

La inflación es, por definición, una pérdida del valor adquisitivo de la moneda, y lo es también del ingreso cuando las percepciones que recibe una persona o un hogar son fijas, cuando no se incrementan al ritmo en el que aumentan los precios. La inflación también aumenta el costo de la vida cuando hace crecer los gastos que se necesitan en el hogar para sostener los niveles de consumo. Y esto es lo que generalmente ocurre para la mayoría de las personas, que dependen de ingresos que no pueden aumentar de forma discrecional.

Los periodos de alta inflación en México, por ejemplo entre 1985 y 1989, cuando se registraron incrementos de hasta 175%, o entre 1995 y 1998, con alzas de 51% en el pico más elevadov, fueron también años de intensa pérdida de poder adquisitivo de la mayoría de los hogares, cuyos ingresos se rezagaron claramente frente al incremento de los precios, incluyendo los de la canasta básica. No se puede decir que toda la merma la generó la inflación, ya que también lo fue por la contención salarial, sobre todo de los mínimos, pero ese ha sido, justamente, uno de los grandes conflictos presentes en los periodos inflacionarios.

Hasta ahora, a mediados de 2021, y todavía con la expectativa de que la inflación del primer semestre sea absorbida ordenadamente en lo que resta del año y en 2022, el impacto sobre el poder adquisitivo podría ser compensado. Sin embargo, uno de los rasgos de este repunte inflacionario es que se está encadenando con los efectos, de suyo muy intensos, de la crisis de la pandemia en el bienestar.

Ahora se trata no solo de remediar el efecto inflacionario, sino además, y, sobre todo, de compensar los profundos daños de la crisis. Algunos ejemplos. Según las estimaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, CONEVAL, sobre el comportamiento de la pobreza laboral, entre el primer trimestre de 2020 y el primero de 2021 el ingreso laboral real por persona se redujo 4.8%. Cuatro quintas partes de esa pérdida se debió a la inflación y el resto a mermas en las percepciones laborales. Como consecuencia, la población en condiciones de pobreza laboral se movió de 35.6% a 39.4% del totalvi. 

Si se desglosa ese efecto por grupos, las diferencias son intensas. CONEVAL muestra que para el 20% la población de los estratos altos, el ingreso laboral real se redujo en 1.5% en el año que fue del primer trimestre de 2020 al mismo trimestre de 2021. En cambio, para el 20% de los estratos más bajos, se desplomó el ingreso laboral en 40.8% en ese periodo. Para estos grupos de la base de la pirámide distributiva, el impacto de la inflación podría ser más lesivo los próximos meses.

Para los fines de la medición de la pobreza, los precios que se toman como referencia son aquellos con los que se calculan las líneas de pobreza. Según CONEVAL, entre agosto de 2018 y mayo de 2021, el costo de los bienes de la canasta alimentaria aumentaron más que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (cinco puntos porcentuales más en el medio rural y tres en el urbano). Por su parte, la línea de pobreza (canasta alimentaria, más la no alimentaria) también subió un poco más que el índice nacional.

Para observar el impacto social de la inflación, sin duda los precios más relevantes son los de la canasta alimentaria, pues son los que inciden directamente en el acceso y el cumplimiento del derecho a la alimentación. Según el grupo Equide, de la Universidad Iberoamericanavii, la inseguridad alimentaria moderada pasó de 14% a 20% entre mayo de 2020 y marzo de 2021, y la inseguridad severa de 12% a 17%.  Igual que en el caso de la pobreza, solo parte del efecto puede atribuirse a la inflación, y en esta crisis la mayor parte se debe a la caída del ingreso. Sin embargo, es incuestionable que la inflación viene contribuyendo con su parte, y que en caso de que se agravara volvería a ser una amenaza directa para la recuperación del poder adquisitivo de los salarios y del consumo de la mayor parte de la población, y, por tanto, para la reducción de la pobreza por ingresos.

Hay otros canales por los que la inflación puede contribuir negativamente al bienestar. Si la inflación creciera aún más por encima del objetivo determinado por el Banco de México, se podría dar el caso de que la política monetaria virara hacia medidas más restrictivas, aún cuando siga habiendo capacidad instalada suficiente, es decir, aún cuando el producto potencial siga por encima del nivel productivo real. Si fuera así, sería más complicada una recuperación más sostenida, que permitiera recuperar pronto los empleos perdidos, y que facilitara la expansión del consumo. Lo deseable es que el brote inflacionario se desinfle pronto. La experiencia muestra que los periodos de crecimiento acelerado de los precios terminan afectando, tarde o temprano, el bienestar de la mayor parte de la población. 

[1] http://www.pued.unam.mx/opencms/publicaciones/IDM.html

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