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1. Energías limpias en México y la región
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Foto de Jonathan Kemper vía Unsplash

Las energías renovables y la carrera mundial para combatir el cambio climático.

Alexis Rivera

Economista consultor en el Banco Mundial y maestro en economía internacional por la Universidad de California en San Diego

Una carrera que comienza tarde

 

¿Usted o sus hijos tienen menos de 40 años? Entonces quizá usted debería estar preocupado por el cambio climático. De acuerdo con un artículo recientemente publicado en la revista Science, es muy probable que nuestra generación y las siguientes, experimenten el doble de desastres naturales que nuestros abuelos, debido al cambio climático. Existe abundante e irrefutable evidencia científica de que nuestro planeta se está calentando aceleradamente. Además, se ha comprobado que una gran parte de la aceleración de este calentamiento está relacionada con actividades humanas que emiten gases de efecto invernadero (incluyendo dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) y que ponen al límite la capacidad de los ecosistemas para renovarse. Con esta evidencia científica, académicos, organizaciones y países enteros se han dado cuenta de esta problemática y han decidido tomar acciones para desacelerar este calentamiento. Pero, por otro lado, hay aún personas, incluyendo políticos y directivos de grandes corporaciones, que ven los efectos del calentamiento global como algo muy lejano o que puede revertirse fácilmente.

El Foro Económico Mundial, una organización internacional sin fines de lucro con sede en Ginebra, Suiza, publica anualmente desde 2012 un reporte sobre los principales riesgos que ponen en peligro a la Humanidad. Este reporte muestra los resultados de una encuesta que mide la percepción de una comunidad de más de 650 empresas, gobiernos y líderes de opinión de todo el mundo, e identifica cinco tipos de riesgo: económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos. Como lo muestra la tabla 1, por quinto año consecutivo, el reporte indica que el riesgo más inminente para la humanidad es el clima extremo y por segundo año consecutivo, los riesgos ambientales abarrotan los primeros lugares en cuanto a peligros para los seres humanos. Esto no significa que no existan otros problemas, pero es un indicio de que, cada vez más personas, se están dando cuenta de que los impactos relacionados con el cambio climático se acercan peligrosamente rápido.

Tabla 1. Riesgos globales por orden de probabilidad y por año. El color verde indica impactos relacionados con el medio ambiente, el azul impactos económicos, el naranja impactos geopolíticos, el amarillo impactos sociales y el gris impactos tecnológicos.

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Fuente: Elaboración propia con datos del Foro Económico Global.

 

Estas percepciones están fundamentadas en datos contundentes que muestran la gravedad de la situación. La emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, es una de las principales causas del cambio climático. Cuando se queman fuentes de energía fósiles (como el carbón y el petróleo) se libera dióxido de carbono que llega a la atmósfera y absorbe la radiación solar, el planeta se calienta más. Como lo muestra la gráfica 1, desde hace miles de años nunca se había llegado a una concentración tan alta de dióxido de carbono. De acuerdo con estimaciones de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés), desde hace más de 800 mil años la atmósfera de nuestro planeta no pasaba de 300 partes por millón de concentración de dióxido de carbono. Hoy, esta concentración ha sobrepasado las 400 partes por millón y sigue aumentando rápidamente. Al mismo tiempo, la temperatura global ha aumentado a niveles nunca vistos. La gráfica 2 exhibe las alteraciones de temperatura global terrestre comparadas con la temperatura promedio entre 1961 y 1990. Las temperaturas promedio han aumentado hasta ser 0.7 grados más altas que hace 30 años.

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Gráfica 1. Fuente: elaboración propia con datos de NOAA.

Gráfica 2. Fuente: elaboración propia con datos de Met Office Hadley Centre

 

Organismos como el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés), recopilan algunos ejemplos de estudios que han concluido que las catástrofes naturales se han relacionado con este aumento de temperatura. Estas catástrofes incluyen la frecuencia y duración de las sequías, olas de calor más intensas, huracanes más devastadores, deshielo acelerado de los glaciares, inundaciones más frecuentes y más brotes de enfermedades contagiosas. Por lo tanto, la humanidad está ante un escenario poco prometedor. Sin embargo, algunos de estos riesgos podrán disminuir o mitigarse, si se acelera la carrera global en favor de fuentes de energías más limpias, mientras se busca reducir las emisiones de dióxido de carbono.

 

Una carrera con obstáculos

 

Sería magnífico que, de la noche a la mañana, todos los países decidieran abandonar los combustibles fósiles y comenzaran a preferir fuentes de energía renovables, como el sol o el viento. Sin embargo, el nivel de ingresos, el grado de desarrollo tecnológico, las necesidades energéticas, la infraestructura, las características climáticas, los grupos de poder y la política de cada país, provocan que este proceso sea extremadamente complicado. Por lo tanto, fue necesario que los mandatarios de más de 200 países se reunieran en diciembre de 2015 en París, con la finalidad de llegar a un plan para combatir el cambio climático. El principal objetivo es limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados Celsius, lo cual implica reducir a la mitad la emisión global de gases de efecto invernadero hacia el año 2030 y alcanzar la neutralidad de emisiones de carbono en el año 2050 (neutralidad se refiere a un balance entre emisión y absorción de dióxido de carbono). Para lograrlo, los países firmantes deben comunicar sus planes financieros, tecnológicos y de construcción de capacidades, a través de contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés). Actualmente, los países que han logrado establecer la meta de emisiones neutras para 2050 en su legislación, son principalmente las naciones más desarrolladas del mundo, incluyendo Alemania, Suecia y Japón. De acuerdo con la Unidad de Inteligencia de Energía y Clima, en el continente americano sólo Canadá y algunos estados de Estados Unidos como California y Nevada han convertido esta meta en ley.

Sin embargo, la transición al uso de energías renovables no es un camino fácil para ningún país, ya que actualmente, con la tecnología existente, la mayoría de las actividades humanas cotidianas depende de energías contaminantes. Tan solo la generación de electricidad, el transporte, la manufactura y la construcción constituyen el 60 por ciento de las emisiones de los gases de efecto invernadero. Y si consideramos que la población de las economías más grandes, incluyendo a China, la India y Estados Unidos, no está haciendo cambios drásticos para cambiar la fuente de energía que consumen, el futuro se ve menos prometedor. Estos tres países juntos generan más del 60 per ciento de todas las emisiones de dióxido de carbono en el mundo. El problema quizás radica en que no hay incentivos claros para reducir el uso de energías contaminantes, ni concientización acerca de que el uso de energías fósiles está impactando nuestras vidas.

 

Una carrera en la que todos ganan o todos pierden

 

  • Existe una clara relación entre desarrollo y consumo de energía: mientras más desarrollo o ingresos tiene un país, mayor es su consumo de energía. Por ejemplo, el consumo promedio anual de energía por persona en Nueva Zelanda es de aproximadamente 9,000 kilowatts/hora, mientras que en Nicaragua es sólo de aproximadamente 600 kilowatts/hora. La gráfica 3 muestra la relación entre el producto interno bruto y el consumo de energía por persona, en donde los puntos más alejados del cero son los países más ricos y que a su vez consumen más energía eléctrica.

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Gráfica 3. Relación entre producto interno bruto (PIB) por persona y consumo de energía por persona en 2014. kWh = kilowatts por hora. Fuente: elaboración propia con datos de la Agencia Internacional de Energía y el Banco Mundial.

 

Siguiendo esta lógica, si un país aspira al desarrollo implica que consumirá más energía. Y si estos países en desarrollo prefieren energías provenientes de recursos fósiles, es evidente que éstos aumentarán sus emisiones de dióxido de carbono. Sin embargo, hay varios países desarrollados, en su mayoría europeos, que han logrado reducir paulatinamente sus emisiones. Los 20 países que han logrado una mayor disminución de sus emisiones por persona en los últimos años, aparecen en la gráfica 4. Por ejemplo, el Reino Unido pasó de emitir 8,300 toneladas de dióxido de carbono por persona en 2008 a emitir 5,500 toneladas en 2018. Desafortunadamente, países más grandes como China, pasaron de emitir 5,400 toneladas por persona en 2008 a 7,400 toneladas por persona en 2018.

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Gráfica 4. Países con emisiones de más de 10 millones de toneladas de dióxido de carbono que han logrado bajar más sus emisiones en el mundo entre 2008 y 2018. Fuente: elaboración propia con datos de Climate Watch.

 

Algunos de estos países líderes en reducción de emisiones de carbono, son también países con los más altos índices de consumo de energías renovables por persona. Por ejemplo, en Suecia, en donde se ha logrado reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 30 por ciento desde 2008, el consumo de energía renovable supera los 20 kWh por persona, uno de los diez más altos del mundo (gráfica 5). En este país, más de la mitad de la electricidad consumida por su población proviene de energías renovables. La razón por la cual estos países han logrado ser líderes en la adopción de energías renovables, es que han avanzado en sus compromisos adoptados en el Acuerdo de París y han logrado establecer planes de acción, con el objetivo de alcanzar emisiones neutras de carbono en los próximos 30 años.

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Gráfica 5. Países con el más alto consumo de energía renovable por persona en 2018. Fuente: elaboración propia con datos de BP y Our World in Data.

 

No obstante, estos diez países que han logrado avanzar en el uso de energías renovables, son tan sólo la décima parte de la población mundial. Más de la mitad del resto de los habitantes del mundo vive en países en donde aún no se ha establecido un tipo de legislación similar. Diversos reportes del Banco Mundial (por ejemplo Peszko et al, 2020) resaltan la importancia de las normas y políticas públicas para dirigir estos esfuerzos en favor del medio ambiente. Estos resaltan que la reducción de emisiones de dióxido de carbono y la adopción de energías renovables, será posible solamente mediante la acción del gobierno, a través de normas e instrumentos fiscales que establezcan incentivos suficientes para dejar de contaminar. Mientras la mayoría del mundo no logre implementar estas políticas para incrementar el uso de energías limpias, los esfuerzos de un pequeño grupo de países serán en vano. Es probable que países con menores ingresos se sigan oponiendo a implementar estas medidas, a causa de los costos y limitaciones al desarrollo económico que ello implica, pero el costo quizá sea mayor cuando el clima extremo anule todos los esfuerzos de tener un futuro mejor.

 
Conclusión y reflexión

 

El cambio climático ya nos alcanzó y no podemos evitar sus efectos. Las alarmas están encendidas en todo el mundo y varios países ya han comenzado a tomar acción, legislando en contra de las energías fósiles. Aunque es inevitable que nuestra generación y la de nuestros hijos sufran de desastres naturales más severos en los próximos años, aún es posible reducir su intensidad. Una de las formas más efectivas de combatir el cambio climático es reduciendo las emisiones de dióxido de carbono y, por lo tanto, incrementando el uso de energías renovables. Varios países europeos han aumentado su consumo de energías renovables, pero en la mayoría del mundo aún no se ha logrado este cambio. La acción por parte de los gobiernos es crucial, ya que no hay incentivos a corto plazo para incrementar el uso de energías más limpias. La forma más efectiva de que se favorezcan las energías renovables, es diseñando políticas públicas sustentadas en cambios a la ley. Sin importar el nivel de desarrollo y de ingreso, todos los países deberían establecer rutas para reducir las emisiones de carbono y aprovechar los mecanismos de cooperación existentes, para que los países más avanzados en este ámbito puedan ayudarlos. Los beneficios quizá no sean visibles al corto plazo, pero hay dos opciones: las acciones de hoy pueden ser recordadas históricamente como aquellas que salvaron a la humanidad o como las que la condenaron.

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